Por Raúl Benoit
Las noticias van y las noticias vienen. Algunas anuncian la inminente muerte de Hugo Chávez y otras dicen que está a salvo del cáncer.
Aunque él admite que trabaja a media máquina, contradice a quienes indican que el tratamiento de quimioterapia le dañó algunos órganos del cuerpo: “Están pelados (equivocados) toditos, yo tuve cáncer pero fue sacado”, ha dicho en una de sus más recientes declaraciones, mientras le lanzaban una pelota de béisbol y él la agarraba con firmeza.
Chávez se negó a decir ante los medios qué tipo de cáncer tiene y recriminó a los periodistas por preguntarle, acusándolos de morbosos, ignorando que un presidente tiene la obligación, no con la prensa, sino con su pueblo, de mantenerlo informado de todo lo que pasa, incluso de su salud.
La mentira y la marrullería de estos dictadores siempre es escudo para ocultar sus tramas. Eso ha sucedido con Fidel Castro en Cuba por décadas.
Desde que Chávez sufrió la metamorfosis político-ideológica, de líder del pueblo que fue apoyado hasta por ciertos ricos y poderosos de Venezuela (después se arrepintieron), a la de un revolucionario tercermundista, Chávez ha sido un maestro prestidigitador.
Transforma la falsedad en verdad y convierte, en su mejor aliado, a un pueblo sin trabajo, con hambre, que tiene miedo a la represión y que sueña con las promesas que le hacen de un mejor futuro.
Para lograr manipular la información y atemorizar de forma soterrada a quienes lo critican, tiene un ejército virtual de soldados en la Internet que se encarga de reescribir artículos y noticias con el fin de ponerlos a su favor.
Pero, estos lacayos del régimen comunista venezolano, son la menor amenaza que tiene el país. Más grave aún es la indiferencia y la cobardía de la gente de enfrentar y desafiar a un hombre que para muchos ha perdido el horizonte.
Hugo Chávez ha explotado mediáticamente su enfermedad, proyectándose a las elecciones presidenciales que se realizarán en octubre de 2012.
A sus 57 años, sufriendo de ceguera y sordera social, lleva a Venezuela hacia el comunismo radical y para cumplir sus metas, busca extender su mandato de 12 años, proponiéndose derrotar a la oposición. Él no sabe que los verdaderos enemigos no son solo esos, sino algunos de sus propios copartidarios que merodean como aves carroñeras tras presa moribunda.
Chávez, indigestado de egolatría ha ido cavando su propia tumba, cerrando las puertas a empresarios e industriales, que lo habrían ayudado en la crisis que se avecina ante la fragilidad de su cuerpo por la enfermedad y el raquitismo político que lo ha debilitado ante el pueblo.
Él ha esparcido la peste de la avaricia entre pequeños líderes y militares que persiguen el poder, quienes le clavarán el puñal que pondrá fin a su revolución bolivariana, llevando a Venezuela a vivir épocas más adversas.
¿Qué pasaría si Chávez pierde? No hablo de las elecciones, sino de la batalla que libra contra el cáncer. Si no logra sobrevivir, la nación se enfrentaría al pillaje por el poder, que sería calamitoso para Venezuela, lo cual podría acabar en un baño de sangre que el pueblo no merece.
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