Raúl Benoit
En mi juventud en Cali, Colombia, tenía un amigo fotógrafo y talentoso locutor de radio llamado Otoniel Castaño Morales, con quien soñábamos recorrer el mundo y triunfar. Él vivía fantaseando con llegar a Estados Unidos y hasta bromeaba con cambiarse el nombre por Otto Brown Moore.
Mi ilusión era vivir en Europa, pero jamás lo hice porque me quedé en Colombia ejerciendo el periodismo; Otto, en cambio, sí cumplió su sueño hace décadas y en este país le fue muy bien como presentador, sacando adelante a su esposa e hijos.
Esos tiempos en que los latinoamericanos vendían todo, tomaban un avión a Estados Unidos o cruzaban la frontera como “mojados”, conseguían empleo fácilmente y hasta montaban su propio negocio, han quedado en el pasado.
El sueño americano se ha convertido en una verdadera pesadilla. La explotación laboral y la persecución policial, en muchas ciudades de esta nación, son armas injustas que usan empresarios y políticos con el propósito de mantener el status quo para seguir lucrando, pagando sueldos míseros y reventando física y moralmente a sus trabajadores.
No es un secreto que Estados Unidos prosperó gracias a los inmigrantes, pero la política ignora adrede esta verdad.
La crisis económica y la recesión nociva que afectará a Estados Unidos en los próximos meses y años, será peor que la vivida hasta hoy y la utilizaran como un calculado pretexto para perjudicar al sector más vulnerable del ámbito laboral: los inmigrantes indocumentados.
Por eso recomiendo a los latinoamericanos que piensen muy bien antes de tomar la ruta del norte, porque además de enfrentar la travesía mortal, los que venden sus propiedades y resuelven venir a vivir el “sueño americano”, corren el riesgo de perderlo todo en un abrir y cerrar de ojos, exponiendo a su familia a la opresión.
La economía en este país está enferma y no se ve a corto plazo una luz al final del túnel.
Un panorama poco alentador ofrecen a los trabajadores los patronos. Muchos restaurantes contratan a los meseros pagándoles solo con propinas, pero la realidad es que, a raíz de la recesión, los clientes han reducido la gratificación.
Conozco a paisanos que para sobrevivir buscan 2 o 3 empleos y a raíz de esto se resquebraja el hogar; el primer síntoma de una lucha perdida se refleja en las relaciones familiares que se rompen con la fragilidad de papel de arroz.
El sector social más afectado en la crisis inmobiliaria ha sido el de los hispanos. En el sur de la Florida, miles de familias han perdido sus hogares después de trabajar varios años para conseguir una casa propia. Lo mismo sucede en Arizona, Nevada, Michigan y Ohio.
El pasado mes de agosto, las notificaciones de moratoria en las hipotecas se elevaron en todo el país. El impacto de perder la casa destroza más a las familias.
Si empeora la situación económica en Estados Unidos, como está previsto, los angloamericanos y los afroamericanos pelearán por recuperar su espacio laboral y las oportunidades para los latinos serán reducidas.
La amenaza aumenta. Los indocumentados sufrirán mayor persecución como la que ya se avizora, haciendo del sueño americano un espejismo amargo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario