William A. Niskanen, ex director del Consejo de Asesores Económicos del presidente Reagan y por mucho tiempo el presidente Emeritus de la junta directiva del Cato Institute, falleció el pasado 26 de octubre a los 78 años.
El obituario que le dedicó el New York Times describió a Niskanen como un “franco economista libertario” y si que lo fue. Pero también fue mucho más interesante y admirable que lo que esa descripción desdeñosa expresa.
Bill Niskanen tenía el tipo de carácter que es cada vez es más raro en Washington, DC. Era un hombre que ponía sus principios por encima de las ganancias partidistas o personales.
Luego de estudiar con Milton Friedman en la Universidad de Chicago, un joven Niskanen llegó a Washington durante el gobierno de Kennedy, como uno de los “niños genio” del Secretario de Defensa Robert McNamara.
Lo que él vio estando dentro del Pentágono lo impresionó, recordó Niskanen después. El presidente y funcionarios de alto rango del poder ejecutivo “mentían con tanta regularidad que cuando finalmente llegaron a la luna” se vio por un instante tentado a preguntarse si no habrá sido un montaje.
“Así de desilusionado estaba en 1969”.
Se basó en esas experiencias para escribir La burocracia y el gobierno representativo (Bureaucracy and Representative Government) en 1971, un importante trabajo dentro de la escuela de Opción Pública.
Después, en 1980, Niskanen capturó la atención nacional cuando la empresa Ford Motor lo despidió de su cargo como economista titular por oponerse a los llamados de la empresa a que se impongan cuotas a las importaciones de autos japoneses.
En 1984, después de haber estado cuatro años como miembro y como director del Consejo de Asesores Económicos del presidente Reagan, Niskanen podría haber conseguido cualquier puesto importante que deseara en el sector privado o en la academia.
Consideren que Peter Orszag, ex director del Consejo de Asesores Económicos del presidente Obama luego consiguió un puesto lucrativo en el gigante (y rescatado) financiero Citigroup (aún así, Orzsag “mantiene los pies en la tierra” con su ocasional columna para Bloomberg en la que se lamenta acerca de la desigualdad de ingresos).
Pero las recompensas monetarias le atraían poco a Niskanen. En cambio, se integró al Cato Institute, en ese entonces un pequeño centro de investigaciones que operaba desde una casa en el barrio del Capitolio y que estaba dedicado —al igual que Bill— a “los principios de la libertad individual, el gobierno limitado, los mercados libres y la paz”.
Esa decisión “puso a Cato en el mapa”, dice el presidente de Cato, Ed Crane. Bill “trabajó en una oficina que era un décimo del tamaño de su oficina en el viejo edificio de oficinas del poder ejecutivo y nunca se quejó”.
De hecho, en una ciudad llena de expertos en políticas públicas con grandes egos, Bill verdaderamente sobresalía: por ser un colega cortés y generoso que nunca esperó un tratamiento especial —un alegre exponente de la ‘ciencia lúgubre’”.
“Para aquellos de ustedes que tienen un sesgo partidista, les tengo una mala noticia”, dijo Niskanen al principio de un artículo para el Washingtonian en 2006. Ese artículo argumentaba a favor de un gobierno dividido (el gasto de los gobiernos de un solo partido crece tres veces más rápido, según sus cálculos).
“Malas noticias para los partidistas” fue un tema común en su carrera iconoclasta. Él no se hizo querer por los conservadores al producir datos que mostraban que aquello de “Hambrear a la bestia” —la noción de que los recortes de impuestos reducen el Estado al privarlo de ingresos— constituía “pensamiento mágico” y que no había sustituto para la dura tarea de reducir el gasto.
Muchos en el partido republicano tampoco recibieron bien su argumentación en contra de la guerra en Irak, expuesta en un evento de Cato en diciembre de 2001, tal vez esa fue la primera declaración pública en contra de una debacle inminente. “Una guerra innecesaria es una guerra injusta” —y una que llegaremos a lamentar haber luchado, argumentó.
Entre el montón de tarjetas que Niskanen recibió en el 2001 por su cumpleaños número 70, estaba una de un economista franco que no es libertario y que fue Secretario de la Tesorería y un importante asesor del partido demócrata, Larry Summers. La tarjeta estaba dirigida a “Bill Niskanen, el hombre más honesto de DC”.
Eso es correcto.
Esta es la parte en la que uno se supone que debe decir algo como “nunca conoceremos personas como él otra vez”, pero espero que si. El futuro de EE.UU. depende de que otros sigan el ejemplo que Bill Niskanen nos dejó.
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