25 noviembre, 2011

ALEJANDRO MARCANO: ¿El regreso a Venezuela?

Muera o no Chávez, el exilio venezolano tiene dos opciones: una, volver a casa o definitivamente quedarse en cualquier rincón del mundo viviendo la nueva oportunidad que la vida por las buenas o a empujones nos dio a centenares de venezolanos y sobre todo en esta última década.
Recientemente conversé con un amigo, que fue militar , opositor y actualmente es perseguido por el gobierno de Hugo Chávez y me manifestó sus fuertes deseos de regresar a casa por la puerta grande y poder abrazar a su madre y progenitor a los que tiene ocho años sin ver y que están imposibilitados económicamente de venir a Estados Unidos.


Desnudó su alma y vi su dolor, su soledad, y fue tan evidente que me erizó la piel y quise disimular sin lograrlo . En un momento mi interlocutor me miró a la cara y me preguntó “¿Tú también deseas regresar?”. Mi expresión dubitativa me delató y sólo logré responder: “No sé. Dios sabe y respetaré su deseo si definitivamente en mi plan de vida está marcado regresar a la patria que me vio nacer“
Pasaron los minutos y entre cafés, comida, el frio de la noche y diversos comentarios sobre la situación de Venezuela, descubrí que no deseo regresar a un país destruido no solo económica y políticamente. No quiero que mis tres hijos vivan el caos que impera en la vasta geografía venezolana, un pueblo que como recientemente me describió el obispo auxiliar de Maracaibo, Oswaldo Azuaje, está sumido en una gran tranca la cual equiparo con los gigantes congestionamientos de tránsito ,muy comunes en nuestros países, donde cada uno para salir del atolladero pretende circular por su vía en el sentido que le da la gana y sin respetar el orden, ni al otro y menos la ley, lo que finalmente paraliza anárquicamente las calles , lo que se repite en todos los sentidos y áreas de mi país .
Lo más preocupante para mí fue concientizarme de que a lo que más le tengo miedo es a enfrentarme a la estructura resquebrajada moral y éticamente, donde los valores se han invertido, uno de los grandes logros de esta revolución del siglo 21, donde hay una perenne confrontación entre ricos, pobres, jóvenes, ancianos, mujeres y niños, lo que ha convertido a los casi 30 millones de venezolanos en soldados que luchan a diario por sobrevivir en una jungla socialista.
Entendí también que ese deterioro fue uno de los motores que mueven a muchas familias a buscar nuevos derroteros sin importar la novedad y sus altibajos con tal de conseguir la ansiada libertad de pensamiento, palabra y acción.
Sé que muchos compatriotas me van a criticar, y aunque es parte de este trabajo quiero terminar esta reflexión y asegurarles que cada cabeza es un mundo y es fundamental comprender las razones de cada quien, como me toco a mi escuchar y comprender a este militar que hoy vive solo, y no quiere reconstruir ni echar raíces en el exterior, porque para él su prioridad y único sueño es retornar a su país, a su casa y reconstruir Venezuela.
Realmente comprendo a mi amigo (incluidos todos los que quieren regresar) porque yo por lo menos tengo a mi familia y él no la tiene al lado, tengo esposa, y el decidió no tener ni ofrecer a ninguna fémina una promesa de vida futura. Tengo hijos y él no porque no quiere heredar a sus descendientes esa lucha que puede dejarles profundas heridas y cicatrices.
Yo tengo quien me cocine y él no. A éste amigo no le importa dormir en un carro o en casa de un vecino y menos si no tiene como pagar la renta de su casa.
Mi amigo está dispuesto, por su regreso a casa , a morir peleando para acabar con la revolución socialista y yo prefiero, por ahora, proteger a los míos. Parecen batallas diferentes pero son muy parecidas. Él quiere salvar el presente y yo el futuro de mi país. Definitivamente, quienes critiquen su posición o la mía, están en cualquiera de los bandos y todos al final tenemos una misma lucha: recuperar y regresar a una Venezuela libre.

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