Se adueñaron de conceptos clásicos de la izquierda, como los de "movimiento progresista", para engañar a los incautos sin memoria...
Ricardo AlemánPor eso, frente a esa inédita muestra de pragmatismo político -que envidiaría el mismísimo Nicolás Maquiavelo-, obliga un aplauso a Andrés Manuel López Obrador y a su pupilo, Marcelo Ebrard Casaubón; políticos que nacieron y abrevaron en el PRI y hoy se han apropiado de las franquicias de la llamada izquierda mexicana, a pesar de que no tienen nada de izquierdistas. ¿Por qué un aplauso?
Porque, si se analizan los datos visibles de las encuestas, se puede concluir que, más que un sondeo de opinión sobre el mejor candidato de las izquierdas, en realidad asistimos a un acuerdo político de supervivencia entre las tendencias de ex priistas que, en la última década, se adueñaron de las franquicias de la llamada izquierda mexicana.
Porque, sin el pragmatismo político exhibido por AMLO y Marcelo, las franquicias del PRD, el PT y antes Convergencia no tendrían nada que hacer en la contienda presidencial de 2012. Porque se puede decir que hoy la izquierda mexicana ha muerto y sus membretes son propiedad de dos grupos de ex priistas que -en julio próximo- reeditarán la pelea por el poder que desencadenó todo, en 1986, cuando Cuahutémoc Cárdenas y Miguel de la Madrid fracturaron al PRI.
Porque nuevamente las cargas de sensatez, congruencia y cordura estuvieron del lado de Marcelo Ebrard, quien nunca quiso romper con su padrastro político -AMLO- a pesar de que el tutor tabasqueño le dio el nuevo tiro de gracia al verdadero padre político de Marcelo Ebrard, el hoy alicaído Manuel Camacho, quien en 1994 fue derrotado por Colosio y -17 años después- fue aplastado por AMLO, en 2011.
Porque el acuerdo entre AMLO y Marcelo es la plataforma que estabilizará a una tendencia política perdedora en la última década: la izquierda mexicana y sus membretes: PRD, PT y Convergencia que, salvo en el Distrito Federal -en donde ha ganado el poder absoluto en los últimos 17 años-, ha perdido todos sus bastiones y gobiernos emblema, como son los de Tlaxcala, Zacatecas, Baja California Sur y Michoacán, además de plazas vitales, por ejemplo, los municipios conurbados con el Estado de México, entre ellos Ecatepec.
Un aplauso a AMLO y a Marcelo porque confirmaron que en Toluca están de fiesta y se brindó con los mejores vinos. ¿Por qué? Porque López Obrador es el candidato más cómodo para Enrique Peña Nieto: el político que tiene más negativos y por el que nunca votaría un mayor número de electores. Y si existen dudas, basta echarle una mirada a las dos preguntas de la encuesta en las que ganó Ebrard.
Porque al proclamar que buscará "una república amorosa" -lo que será su lema de campaña-, AMLO ratifica una vez más que es un político mesiánico, mentiroso, que si bien ayer apuntó su dedo flamígero contra las instituciones, contra los ladrones de cuello blanco, contra los periodistas que lo cuestionamos, contra los que pensaban diferente de él, hoy aparece con piel de cordero y promete su incapacidad para odiar y que, por eso, propone "una república amorosa". Uno de sus clásicos mensajes engañabobos.
Un aplauso a Marcelo y a su padrastro, AMLO, porque se adueñaron de conceptos clásicos de la izquierda mexicana de los años 60 y 70, como los de "movimiento progresista", para engañar a los incautos sin memoria, cuando en realidad los grupos políticos de los que provienen AMLO y Marcelo Ebrard -nos referimos a Carlos Madrazo y Carlos Salinas- son los mismos que persiguieron a la izquierda, emprendieron la llamada guerra sucia y aplastaron al PRD en sus años mozos.
Un aplauso a AMLO y Marcelo porque en sólo dos décadas fueron capaces de domesticar a una rabiosa izquierda mexicana que venía de la guerrilla, de las aulas universitarias y del autoritario y antidemocrático PRI y que hoy es incapaz, siquiera, de darse cuenta de que el PRI los derrotó desde adentro; que se adueñó del PRD, de Convergencia y del PT, franquicias de izquierda que se comportan igual o peor que el viejo PRI.
Un aplauso, porque Marcelo y AMLO cometieron la hombrada de acabar con la izquierda y con los izquierdistas de cepa. Pero lo más notable es que los militantes de esa izquierda ni cuenta se dieron cuando les arrebataron la cartera y les quitaron los calcetines, sin quitarles los zapatos. Nicolás Maquiavelo envidiaría a AMLO y a Marcelo. Al tiempo.
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