Crisis
Juan Pina
Calculó bien Zapatero el adelanto electoral, porque la gestión de la catástrofe le va a caer de lleno a su sucesor. Es posible, incluso, que se haya quedado corto porque los acontecimientos se están precipitando a un ritmo vertiginoso.
El efecto dominó, imparable, ha acabado con Italia y arrastra con ella los restos de la unión monetaria que no pudo ser. La siguiente isla en la trayectoria inmediata del huracán es España. Calculó bien Zapatero el adelanto electoral, porque la gestión de la catástrofe le va a caer de lleno a su sucesor. Es posible, incluso, que se haya quedado corto porque los acontecimientos se están precipitando a un ritmo vertiginoso.
Los liberales llevamos anunciando esto desde hace más de un año y medio, desde que empezó a hablarse de rescatar a Grecia. Decíamos que lo lógico era una quiebra con las quitas que en su caso negociaran, y se nos tomó por locos, por extremistas del mercado. Decíamos que la prima de riesgo española iba a dispararse, y que detrás de Grecia vendrían países como Irlanda o Portugal. No se nos quiso dar crédito. Ahora decimos que la Unión Europea entera está al borde del colapso y nuevamente se nos acusa de exagerar. Dentro de dos meses tendremos que decir amargamente "os lo advertimos" y recibir la correspondiente mirada con una mezcla de ira contenida e incredulidad ante el desenlace fatal de una economía falsa. El juego de monopoly se acabó.
Lo que estamos viviendo es el resultado inevitable de la fatal arrogancia del Estado. Se creyó capaz de dirigir la economía, de decidir el valor del dinero, de incurrir él en las mismas prácticas de riesgo financiero extremo que prohíbe a las empresas privadas. Su alianza con la aristocracia bancaria le permitió engañar durante décadas a la población, hacerla creer que era posible vivir eternamente por encima de nuestras posibilidades. Los griegos están empezando a pagar el precio elevadísimo de haberse tragado las mentiras del Estado. Como ellos y como los portugueses y los irlandeses, los italianos van a recorrer ahora, a gran velocidad, el terrible camino de servidumbre del que nos avisó Hayek. Italia está en quiebra y no representa un dos por ciento de la UE, como Grecia. Italia arrastra al resto, y la siguiente ficha es España.
Ante esa situación ya no sirve un programa económico keynesiano, apenas diferente del que implementaron los socialistas. Es la hora de los grandes cambios sistémicos. Es la hora de desmontar el Hiperestado y devolverle la economía a la sociedad civil. Es el momento de reconocer de una vez por todas que el Estado es un fracaso como agente económico. Es el momento de aplicar un programa profundamente liberal que desestatalice la economía, proscriba el endeudamiento, minimice los impuestos y permita la recuperación haciendo lo único que el Estado debe hacer en materia económica: apartarse.
Los liberales llevamos anunciando esto desde hace más de un año y medio, desde que empezó a hablarse de rescatar a Grecia. Decíamos que lo lógico era una quiebra con las quitas que en su caso negociaran, y se nos tomó por locos, por extremistas del mercado. Decíamos que la prima de riesgo española iba a dispararse, y que detrás de Grecia vendrían países como Irlanda o Portugal. No se nos quiso dar crédito. Ahora decimos que la Unión Europea entera está al borde del colapso y nuevamente se nos acusa de exagerar. Dentro de dos meses tendremos que decir amargamente "os lo advertimos" y recibir la correspondiente mirada con una mezcla de ira contenida e incredulidad ante el desenlace fatal de una economía falsa. El juego de monopoly se acabó.
Lo que estamos viviendo es el resultado inevitable de la fatal arrogancia del Estado. Se creyó capaz de dirigir la economía, de decidir el valor del dinero, de incurrir él en las mismas prácticas de riesgo financiero extremo que prohíbe a las empresas privadas. Su alianza con la aristocracia bancaria le permitió engañar durante décadas a la población, hacerla creer que era posible vivir eternamente por encima de nuestras posibilidades. Los griegos están empezando a pagar el precio elevadísimo de haberse tragado las mentiras del Estado. Como ellos y como los portugueses y los irlandeses, los italianos van a recorrer ahora, a gran velocidad, el terrible camino de servidumbre del que nos avisó Hayek. Italia está en quiebra y no representa un dos por ciento de la UE, como Grecia. Italia arrastra al resto, y la siguiente ficha es España.
Ante esa situación ya no sirve un programa económico keynesiano, apenas diferente del que implementaron los socialistas. Es la hora de los grandes cambios sistémicos. Es la hora de desmontar el Hiperestado y devolverle la economía a la sociedad civil. Es el momento de reconocer de una vez por todas que el Estado es un fracaso como agente económico. Es el momento de aplicar un programa profundamente liberal que desestatalice la economía, proscriba el endeudamiento, minimice los impuestos y permita la recuperación haciendo lo único que el Estado debe hacer en materia económica: apartarse.
Juan Pina es presidente del Partido de la Libertad Individual (P-LIB)
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