13 noviembre, 2011

Bienvenidos a Cherán

Defender el bosque y elegir autoridades según usos y costumbres, razones para que los pobladores tomaran esta comunidad purépecha.


Los habitantes del municipio de Cherán, Michoacán, han mantenido bloqueadas y controladas las entradas a su comunidad desde finales de abril, cuando fue nula la reacción de las autoridades locales y estatales ante los asesinatos de ocho de sus comuneros; los pobladores culparon entonces a grupos delictivos armados dedicados a la tala ilegal de bosques en el Cerro de Arriba por los homicidios, que han permanecido impunes.
En este municipio no habrá elecciones porque le otorgaron el régimen de usos y costumbres para autogobernarse. No las habrá por decisión de los pobladores de este municipio indígena, con base en la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación del dos de noviembre pasado. En ésta se les reconoció su derecho, como pueblo indígena, a elegir a sus autoridades aplicando sus propios sistemas normativos, es decir, su derecho a regirse mediante sus usos y costumbres, tal y como ocurre en 418 de los 570 municipios del estado de Oaxaca.


“Aquí los partidos políticos, más que resolver nuestros problemas, nos los complicaban. Desde los abuelos nosotros hemos sabido organizarnos sin el uso de la política”, comentó un habitante de este pueblo purépecha. El rechazo a la propaganda política está muy marcado en letreros públicos.

Los pobladores de Cherán vigilan el tráfico hormiga de madera. En todo momento resguardan los senderos por los que algunos campesinos al servicio de los taladores trafican madera en burros o caballos; es entonces cuando salen a relucir armas de alto poder como rifles R-15 y algunas escopetas cortas. Los indígenas nunca se arriesgan a internarse solos en el bosque por temor a ser emboscados por las bandas de los taladores clandestinos.

Los puestos de vigilancia (en otro tiempo al aire libre) son patrocinados por compañías refresqueras. Cada barricada se conforma por un grupo de más de ocho personas, aunque no todas permanecen visibles; siempre hay dos a la vista y sólo cuando hay un incidente salen los demás con su identidad protegida por pasamontañas o paliacates que portan siempre ante la presencia de los medios o de las autoridades. La comunicación entre las barricadas y el resto del pueblo se realiza por medio de cohetes: cuando se lanza uno significa que todo transcurre tranquilamente; con dos estallidos se llama a estar alerta y con tres se da la señal de emergencia para que todo el pueblo salga a enfrentar la amenaza.

Cada vehículo, sin importar el tamaño o la persona que lo conduce, así sea un miembro de la propia comunidad, es revisado; se le exige al conductor una credencial oficial para entrar y salir del pueblo, y cada unidad debe salir por el mismo lugar por donde entró.

La madera es el combustible en las cocinas de Cherán. Las ancianas venden en la calle trozos de leña, la mayoría de las veces intercambiándolos por alimentos. Una de estas mujeres dijo a M Semanal: “Nosotras conocemos el nombre y dónde vive el malo: es el Güero Cuitláhuac, del rancho de Río seco. Él pactó con el presidente municipal para derribar todos los pinos de la zona, pero nosotras estamos dispuestas a dejar los cueros en defensa de la madera y de la comunidad”.

Después de seis meses de un conflicto donde destaca el liderazgo de los maestros locales, los niños de Cherán regresan a la escuela en horarios matutino y vespertino para recuperar las clases perdidas. En sus ratos libres se reúnen en el quiosco del centro antes de ir a las clases de la tarde. Las carreras en bicicleta son su juego preferido.

Hay tres barricadas en las salidas y entradas al pueblo, incluida la de la carretera federal. Los hombres que las vigilan son mayormente jóvenes, de entre 18 a 35 años de edad; en cada turno (tres en total) las mujeres del lugar se organizan para alimentar a los vigilantes. Las barricadas nunca se quedan sin atención y tienen por equipo un radio de banda civil y una pistola de bengalas.

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