Hay algunos pensamientos colectivos en Colombia que determinan nuestra pobreza. Esta parece ser la conclusión después de una semana llena de sucesos que sin duda no nos dejaron más que pobreza.
Mientras en Colombia la comunidad civil con un aplomado amor y respeto por las tradiciones ancestrales indígenas, rechazó (como idiota útil) un proyecto hotelero y turístico en el parque Tayrona, en China luchan a capa y espada por cada peso que pueda entrar de inversión extranjera. Mientras en Colombia encapuchados incendian las instalaciones de Pacific Rubiales, en Asia buscan desesperadamente la información tecnológica que permita “replicar” un nuevo producto, y ponerlo en el mercado, de igual forma mientras los países del mundo pelean de manera vehemente por firmar acuerdos comerciales, en Colombia tenemos nuestro propio colectivo de abogados listo y preparado para calumniar para evitar su desarrollo. Ejemplos como estos hay miles, la prensa y las castas que ostentan el poder llevan al peor de los escenarios, casi como si fuera una norma generar atraso y pobreza. En este artículo buscaré caracterizar esta corriente de pensamiento que sin duda es la culpable de nuestro subdesarrollo.
Examinemos el caso del hotel en el parque Tayrona: le pregunto al lector independientemente de que esté de acuerdo o en desacuerdo, ¿cuál es la idea que hay detrás de la satanización de este proyecto? La respuesta la desglosare en este párrafo. El proyecto buscaba establecer un hotel de cinco estrellas en el parque Tayrona, lo que sin duda aumentaría la cantidad de turistas y la vida económica del parque, y permitiría un jugoso negocio para los dueños del hotel. Las criticas parten, de que ese terreno es territorio indígena, y que un proyecto de esa envergadura dañaría el espacio ecológico de la sierra. Si el lector es perspicaz, habrá notado que la respuesta a la pregunta planteada arriba es simple: se presume al capitalista dueño del hotel como una persona mala, que hará lo posible por violar las reglas y aprovecharse de los indígenas. Es Claro, que una de las soluciones simples al tema del hotel habría sido muy simple: exigir para su construcción y operación, un estricto protocolo ambiental, de obligatorio cumplimiento, al tiempo que una inclusión paulatina de la comunidad indígena. Sin embargo, en Colombia, en vez de llenar de vida económica y trabajo una región preferimos el statu quo. Este asunto en Colombia raya incluso con la ilegalidad, mostrándonos que el paradigma comunista está insertado en el subconsciente colectivo colombiano: se llega incluso a cuestionar que los dueños tengan derecho a hacer empresa.
El otro ejemplo es el caso Pacific Rubiales, una empresa que genera todo tipo de empleos, regalías, y desarrollo petrolero para nuestro país. Sin embargo, bajo denuncias de mal trato a los trabajadores, los grupos terroristas han iniciado una fuerte campaña que busca terminar la presencia de la compañía en Colombia. Sin embargo, esto no pasaría mas allá de una nueva y miserable acción de las FARC si no fuera porque comentando la noticia con algunos transeúntes, todos encuentran en las acciones laborales de la empresa una justificación perfectamente clara para las acciones terroristas. Si la empresa estuviera realizando actuaciones ilegales con sus empleados, bastaría invocar la ley y sancionarla, sin embargo, para nuestro estado los que deben hacer justicia son los pobres oprimidos y no la rama judicial. Esta situación claramente termina en terrorismo, acciones bélicas y todo tipo de hechos ocurridos como los acaecidos la noche anterior en Puerto Gaitán, Meta. Si Pacific Rubiales sale de Colombia, la pobreza aumentará y los empleos se acabaran lentamente, ante la mirada complaciente y a veces hipócrita de los habitantes de la ciudad.
Mientras en otros países el comercio exterior y la inversión son la fuente de todos los recursos en Colombia tenemos nuestro propio grupo de lobistas contra el TLC, rogando e implorando que se niegue. Gracias a la ideología de la dominación, que se sigue enseñando a través de su brazo ideológico (Fecode-Komintern) muchos de los proyectos cuya discusión ya se da como obvia en los países más exitosos del mundo, aquí se tiene como la de vanguardia y por la cual pretenden que nos sintamos modernos.
Con este artículo quiero explicar tres puntos; el primero es que detrás de criticar al terrateniente, o al capitalista, está estableciéndose la idea de que el derecho a la propiedad es negociable, una gran victoria de los comunistas, la cual debe tenerse en cuenta para evitar la corrupción del lenguaje. El segundo es muy relevante, en el sentido en que las clases políticas entienden que cuando se llega a un escenario de pobreza como al que se llega en general por consenso en Colombia, los únicos beneficiados realmente son las castas que ostentan el poder: he explicado en posts anteriores, porque, sin embargo, la explicación puede resumirse de manera muy simple: mientras existan pobres existirán maquinarias políticas, que sirven para mantener a los grandes de la política nacional. Por último, hay un trabajo de campo muy bien realizado por los profesores de nuestro país, pues han logrado enseñar de manera eficaz, la idea de que los empresarios y emprendedores nacionales son en general personas indeseables.
Yo insisto en mi punto: Si la ley se aplicara con rigor, ningún ánimo revanchista, ni ninguna lucha por los derechos, ni ningún discurso de rebelión tendría una justificación. Por otro lado es importante señalar que las “luchas populares” caben dentro de una dinámica mediante la cual el objetivo de la sociedad no es generar riqueza sino sentir que hay una reivindicación en el orden social, es decir, los comunistas y sus luchas adoctrinadas desde Fecode y posteriormente por los profesores universitarios, no pretenden una sociedad igualitaria y rica, sino simplemente poder reivindicar el papel de los pobres, a partir de un humanismo que en la praxis resulta claramente inconveniente para ellos. Finalmente es la misma discusión del marxismo clásico, latinoamericanizada: Marx explica de manera puntual y a través de una dialéctica histórica que la plusvalía es el eje fundamental de lo que él considera la explotación; y posteriormente explica la necesidad de derrocar el sistema y reemplazarlo por uno socialista. El problema, como se ve claramente en nuestra idiosincrasia criolla y en ejemplos generalizados alrededor del mundo, es que la doctrina termina allí, y una vez tomado el poder, entienden que las personas no producen por decreto: Así como los indígenas y habitantes del Tayrona no se enriquecerán con el legado ancestral, los exportadores no se enriquecerán con un modelo proteccionista y las regiones tampoco prosperarán si todo el petróleo del subsuelo se queda sin explotarse.
Usted podrá estar de acuerdo conmigo o no, pero hago un llamado a la cordura en un aspecto fundamental: si se crean normas claras e instituciones claras que garanticen su cumplimiento, tal vez las discusiones serían mucho mas técnicas y bastante menos políticas, esa es la diferencia entre un país rico, y un país pobre.
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