03 noviembre, 2011

Confusión de colores


Hispanic-AmericansPor Ruben Navarrette Jr.
SAN DIEGO. - Octavio Hinojosa Mier está acostumbrado a oír: “No pareces hispano”.

Como si se supiera realmente cómo se ve un hispano. Somos rubios, pelirrojos y morenos. Nuestros ojos son azules, verdes, color avellana y marrones. Nuestra piel es color marfil, bronce y -- como la mía -- con una pizca de beige.
Hinojosa es ex director ejecutivo del Instituto de Liderazgo Hispano del Congreso, una organización con sede en Washington, D.C. dedicada a promover el avance de los hispanos en los sectores público, privado y sin fines de lucro. Ahora Hinojosa vive en San Antonio.

Debido a una alta dosis de sangre española, Hinojosa tiene piel clara. Durante su niñez en Kansas, en los años 70, podrían haberlo confundido con un alemán, irlandés o italiano.


“La forma de ver el mundo está determinada por el lugar donde uno se cría”, me dijo. “Resulta que yo me crié en el medio de un continente. Crecí en una comunidad donde la mitad de mis compañeros de clase son hispanos, pero ya son tercera generación. Sus abuelos son los que vinieron de México en los años 30 para trabajar en los campos y construir ferrocarriles.”

En la zona central del país, el Oeste Medio, se consideraba a Hinojosa blanco. Como lo eran muchos de sus compatriotas “Kan-hispanos”. De hecho, si examinamos sus certificados de nacimiento, veremos que su raza está indicada como “blanca”.

Después de todo, dice este argumento, los 50 millones de hispanos de la nación deben ser blancos, porque no son negros. Para alguna gente, es así de simple.

La época en que vivimos no es tan simple. En un giro extraño, pero no totalmente inesperado, sobre la manera en que los estadounidenses escogen identificarse, se reveló, recientemente, que más y más hispanos de todo el país se están identificando como “blancos”. Tantos, en realidad, que las cifras del Censo de 2010 muestran que el crecimiento en la población de los estadounidenses “blancos” ha aumentado debido a este tipo de auto-identificación.

¿Lo captaron? Como si los hispanos no estuvieran haciendo suficientes cosas en el país —muchos trabajando en más de un puesto de trabajo para mantener a sus familias mientras reponen el espíritu estadounidense— ahora están reforzando el número de estadounidenses blancos.

El escenario se preparó hace algunos años cuando la Oficina de Censos trató de dejar en claro que “hispano” es una etnia y no una raza. Los formularios del censo de 2010 indicaban a los hispanos que seleccionaran o bien “blanco” o “negro”. El resultado fue un 6 por ciento de aumento de estadounidenses blancos desde 2000, aún cuando el número de blancos no-hispanos básicamente permaneció igual. Lo que creció fue el número de hispanos.

Así de confusas pueden ser las relaciones raciales en Estados Unidos. Mientras muchos blancos piensan que es “cool” ser hispano, más y más hispanos se consideran blancos.

Pero ¿qué importa cómo lo vea uno, si los demás insisten en verlo de diferente manera?

Estamos experimentando un renacimiento del racismo en este país. En cuatro estados

-Arizona, Alabama, Georgia y Carolina del Sur- los legisladores han aprobado duras leyes contra la inmigración ilegal que se comprenden como anti-latinas. Es probable que más estados los sigan.

Aunque no se habla de ello abiertamente, el eje de todas estas leyes es un intento de obligar a la policía local a que haga cumplir la ley migratoria federal, basándose en algo tan poco científico como el color de la piel. Si un oficial de policía tiene una “sospecha razonable” de que alguien está en el país ilegalmente (léase: parezca hispano) se supone que debe tratar de determinar la categoría legal de esa persona.

Más latinos están diciendo: “¡Somos blancos!” Estas leyes están diciendo: “No, no lo son.”

Esa parte de la historia no es nueva. Hinojosa lo reconoce. Le pregunté si pensaba que, durante sus años formativos, los latinos de piel oscura se consideraban también blancos.

“No, no,” dijo. “Cuando veíamos carteles en los restaurantes que decían ‘Prohibidos los mexicanos’, ellos eran a los que no dejaban entrar.”

Le pregunté lo que piensa que significa para la nación la tendencia de los hispanos que se identifican como blancos.

“Lo que significa es que está mal la forma en que nos identificamos”, expresó Hinojosa. “Las etiquetas están todas mal y también está mal la manera en que nos dividimos según esas clasificaciones, que son estas formas anteriores a la Guerra Civil de identificar a la gente, principalmente en términos de negros y blancos”.

Tiene razón. La manera en que los estadounidenses piensan en la raza, y se definen a sí mismos por la raza, es anticuada. Es hora de reflejar la realidad y aceptar que la experiencia humana es demasiado rica y complicada para obligarla a entrar en un casillero.

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