Unos 36 millones de electores acudirán el próximo domingo a las urnas para elegir a su nuevo gobierno y, según todas las encuestas, otorgar una amplia mayoría al conservador Partido Popular (PP), que lidera Mariano Rajoy.
Los sondeos publicados el domingo por los dos principales diarios españoles, los últimos antes de las elecciones, le otorgaban entre 192 y 198 escaños, muy por encima de los 176 diputados que marcan la mayoría absoluta en el Congreso, la cámara baja del parlamento español.
En cambio, el Partido Socialista Obrero Español (Psoe), en el poder desde 2004, y su candidato, el exnúmero dos del ejecutivo, Alfredo Pérez Rubalcaba, podrían acusar el desgaste de tres años de dura crisis y sufrir su peor resultado desde la vuelta de la democracia con 112 escaños.
La terrible crisis, nacida de la conjunción del estallido de la burbuja inmobiliaria con la crisis financiera en 2008, que ha causado casi cinco millones de desempleados, de ellos, la mitad jóvenes, parece haber sido un handicap demasiado grande para el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, que se vio obligado a adelantar los comicios.
“El Partido Socialista hizo el cálculo de que cuando llegara el momento de las elecciones el paro por lo menos estaría estancado, y esto les ha salido mal. Eso ha sido un dato terrorífico para el voto”, considera el catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Madrid, Fernando Vallespín.
Para este analista, “la gran acusación a este gobierno es que tomara medidas tarde” frente a una crisis que no parece entender de ideologías políticas y ya se ha llevado por delante los gobiernos de Grecia e Italia.
“Esta crisis devora al que gobierna, da igual que sea de derechas o de izquierdas”, asegura el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Santiago de Compostela, Antón Losada.
Y así, los socialistas españoles serán, según todos los pronósticos, las siguientes víctimas de una situación contra la que intentaron luchar con unas medidas de austeridad desde mayo de 2010 que sólo sirvieron para aumentar el descontento popular.
Congelación de las pensiones, retraso de la edad de jubilación de los 65 a los 67 años, reducción del 5% en los salarios de los funcionarios, aumento fiscal, todo ello sólo sirvió para dar alas a movimientos como el de los “indignados”, que el domingo se manifestó en Madrid, aunque con una movilización menos masiva que en meses anteriores.
“La crisis económica dicta absolutamente la campaña electoral”, según Vallespín, para el que “todo el mundo sabe que entramos en una cultura de la austeridad y los partidos se esfuerzan por señalar que es lo que no van a recortar”.
Así, Rubalcaba insiste en asegurar que, al contrario que el PP, no recortará en servicios sociales como sanidad y educación, mientras Rajoy le acusa de no haber hecho nada contra la crisis cuando estaba en el gobierno.
El descontento con los dos grandes partidos nacionales, y especialmente con el Psoe, al que se achacan todos los males de la crisis, también podría acabar por beneficiar a la formación ecolo-comunista Izquierda Unida, que de dos diputados podría pasar a siete u once, dependiendo del sondeo que se utilice.
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