Una aproximación adulta a las Políticas sobre Drogas en el siglo XXI"
Autor Timothy Lynch
Prólogo de Milton Friedman
Este libro contiene versiones revisadas de documentos presentados en la conferencia "Después de la prohibición: Una aproximación adulta a las Políticas sobre Drogas en el siglo XXI", en el Cato Institute el 5 de Octubre de 1999. Los documentos presentados cubren un amplio abanico de aspectos de la política actual sobre drogas. Los dos capítulos finales recogen el debate mantenido en la conferencia sobre si América debe legalizar o no las drogas.
Con independencia de cual sea tu punto de vista sobre este asunto, creo que no puedes leer este libro sin reconocer la tragedia social que resulta del intento de prohibir que la gente ingiera una lista arbitraria de sustancias designadas como "drogas ilegales". Esta lista incluye a la marihuana, para la que no hay registrado ni un solo caso de muerte por sobredosis en varios miles de años de uso y que tiene importantes usos médicos, pero excluye el alcohol, que también tiene usos médicos importantes, pero para el que la mortalidad anual es de varias decenas de miles sólo en los Estados Unidos.
Nunca, desde el desastroso intento de prohibir la ingestión de alcohol, ha estado nuestra libertad en tanto peligro como consecuencia de la mal llamada "guerra a las drogas".
¿Cómo es posible una guerra contra las drogas?. ¿Puede haber una guerra contra las piedras, los edificios, o la aspirina?. Naturalmente, las guerras se hacen contra seres vivos, no contra objetos inanimados. Y esta guerra se está librando contra personas. Como cualquier guerra, se sostiene en un caprichoso desprecio de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, derechos inalienables otrorgados por nuestro Creador, tal y como se cita en la Declaración de la Independencia.
Nuestra nación ha estado destruyendo países extranjeros porque no somos capaces de hacer cumplir nuestras propias leyes. Nuestra nación ha sido responsable del asesinato de cientos de miles de personas tanto en el interior como en el exterior, en una guerra que nunca debió iniciarse y que sólo se ganará, si se gana, a base de convertir a los Estados Unidos en un estado policial. Las detenciones anuales de alrededor de un millón y medio de personas sospechosas de incumplimiento de la ley, la mayoría de ellas por posesión de pequeñas cantidades de droga, es una evidencia terrorífica de cuán lejos estamos llegando en esta dirección.
Igualmente, el hacinamiento en las prisiones, a pesar de un aumento sin precedentes de su capacidad, tiene como consecuencia la puesta en libertad de personas condenadas por crímenes violentos para hacer sitio a personas condenadas por delitos relacionados con drogas, y a las que se les aplican penas mínimas obligatorias. Penas mínimas obligatorias que a menudo son tan duras que al menos un juez ha dimitido antes de convertirse en instrumento de estos castigos crueles e inhumanos, y otros muchos jueces han manifestado fuertes protestas. También está el hecho, evidenciado por el profesor de derecho de la Nova University Steven Wisotsky, de que "funcionarios encargados del cumplimiento de la ley, junto a fuerzas militares de los Estados Unidos, tienen el poder, casi ilimitado, de fisgonear, inspeccionar y detener sin garantías ni causa probada en la guerra al tráfico de drogas. La propiedad puede ser intervenida ante ligeras evidencias y confiscada por el gobierno federal sin pruebas de culpabilidad de su propietario. Un gobierno federal cada día más tiránico, ha aplicado presión e intimidación a propietarios de comercios y otros establecimientos privados para reforzar la implantación de la política federal sobre drogas."
¿Por qué las leyes contra la ingestión de cierta clase de sustancias han mostrado ser una amenaza mucho mayor para nuestra libertad que las leyes contra robos, asaltos o asesinatos?. La respuesta es sencilla. Las personas que han sido perjudicadas por robos, asaltos o asesinatos tienen un fuerte incentivo para denunciar el delito a los funcionarios encargados del cumplimiento de las leyes. Hay una víctima clara y evidente. El cumplimiento de la ley es una empresa cooperativa que tiene en cuenta a la persona perjudicada.
Por el contrario, cuando un vendedor voluntario y un comprador voluntario intercambian una sustancia que se ha designado como ilegal, ninguno tiene incentivos para reportar lo que la ley en su majestad declara como delito. Ninguno tiene un incentivo directo para cooperar con los funcionarios responsables del cumplimiento de la ley. La evidencia debe obtenerse de otros modos, como el uso de delatores, una práctica que todos los estado totalitarios han utilizado cuando han criminalizado el mantener o publicar opiniones "equivocadas", crimen cuyos autores voluntarios no tienen incentivos para denunciar. Tanto nazis como comunistas animaban a los niños a espiar y denunciar a sus padres por "crímenes contra el estado", y lo mismo hace la DEA, Agencia para la Represión de la Droga de los U.S. (ver capítulo 10).
La falta de un perjudicado con incentivos para denunciar la transgresión de la ley, también es la razón por la que los responsables de la represión de las drogas se dedican a la detención sin garantías, la confiscación de la propiedad sin proceso, y todo el resto de violaciones de las libertades civiles que se ha convertido en algo tan común en el incansable recrudecimiento de la guerra contra las drogas.
Los elevados beneficios económicos acentúan los peligros contra nuestra libertad. Provocan corrupción generalizada, requiriendo en consecuencia un número creciente de recursos necesarios para controlar a los controladores, y permitiendo a los traficantes de drogas la financiación de armas y ejércitos en cantidad y calidad comparable a la de los ejércitos que combaten la droga. Sólo pueden sobrevivir los traficantes mejor financiados y armados, con el irónico resultado de que nuestros esfuerzos por reprimir la droga protegen de la competencia a los grandes cárteles de forma más eficaz que lo que lo habría conseguido el cártel de la OPEC por sí mismo.
Las agencias responsables del cumplimiento de la ley son las mayores beneficiarias de la guerra contra las drogas, mientras que el propio cumplimiento de la ley es la principal víctima.
Las agencias se benefician de muchos miles de millones de dólares para la guerra contra las drogas, financiados vía impuestos y también a través de procedimientos confiscatorios, una fuente de financiación muy atractiva y lucrativa.
El cumplimiento de la ley se resiente porque al intentar forzar leyes contra crímenes sin víctima se rompe el vínculo entre los responsables de su cumplimiento y la comunidad. La corrupción generalizada consecuencia de las enormes sumas de dinero que se generan, destruye la confianza entre la policía y el público, esencial para el propio cumplimiento de la ley (ver capítulo 7). Es más, mientras que el gasto total para reforzar el cumplimiento de la ley ha crecido notablemente, una mayor fracción se dedica en la guerra contra las drogas y menos está disponible para reforzar las leyes contra robos, asaltos y asesinatos.
La Declaración de Independencia nos dice que los gobiernos son instituidos entre los hombres para asegurar ciertos derechos inalienables, y si alguna forma de gobierno se convierte en destructora de estos fines, el pueblo tiene derecho a modificarlo o abolirlo. Un gobierno que trata a su gente como si fueran niños pequeños, se ha convertido en destructor de estos fines. Ha llegado el momento de modificarlo.
Milton Friedman
Hoover Institution
Stanford, California
8 de Septiembre del 2000
Comentarios
Milton Friedman es posiblemente el economista vivo más citado y prestigiado. Ganador del Nobel de Economía en 1976, asesor para temas económicos de varios presidentes de los USA. Se le considera el máximo exponente la escuela monetarista de Chicago, englobada en la clasificación general de los neoclásicos. Se trata de una escuela económica que prima las leyes del mercado sobre la intervención estatal, y reduce la función del gobierno a la mínima expresión, centrándola sobretodo en garantizar la solidez de la moneda.
Su prólogo es un ejercicio intachable de objetividad. Resulta obvio que la política actual sobre drogas no ayuda a quien debiera ayudar, oprime a una gran masa de población que encuentra coartada su libertad, y supone un despilfarro del dinero de todos, favoreciendo la corrupción que lleva a la crisis de la democracia, que se basa en la mutua confianza entre gobernantes y gobernados. Se establece así una relación gobernantes/súbditos más propia de un sistema dictatorial/policial, donde el control social se establece en primer lugar a través del control del pensamiento vía medios de comunicación, y en segundo lugar mediante el uso de la fuerza.
Cuando Milton comenta "Un gobierno federal cada día más tiránico ha aplicado presión e intimidación a propietarios de comercios y otros establecimientos privados para reforzar la implantación de la política federal sobre drogas.", me recuerda las ocasiones en que un fornido agente de seguridad te obliga a tirar un porro, o en el peor de los casos te expulsa del local por fumar una sustancia para la que, como dice el prólogo " no hay registrado ni un solo caso de muerte por sobredosis en varios miles de años de uso y que tiene importantes usos médicos".
Por el contrario se acepta y favorece el consumo de alcohol y tabaco, causantes de 30.000 y 50.000 muertes anuales en España respectivamente.
Cuando Milton dice "Nuestra nación ha sido responsable del asesinato de cientos de miles de personas tanto aquí como en el extranjero en una guerra que nunca debió iniciarse...", me recuerda la invasión de Panamá, montada aparentemente para detener al presidente del país, el general Noriega, acusado de narcotraficante al servicio del cártel de Medellín. Este asalto a un país ¿soberano? causó un número indeterminado de muertes (quizás varios miles), entre ellas la de un periodista español, encañonado a distancia y asesinado a sangre fría por un marine norteamericano en presencia de una aterrorizada Maruja Torres (no recuerdo que el gobierno español formulara ninguna queja formal). Por no hablar del plan Colombia, que está recrudeciendo la guerra civil, inestabilizando a los países limítrofes y contaminando extensísimas áreas con herbicidas que destruyen todo la vegetación, afectando a personas y animales (de nada sirven las quejas de los gobernadores de los estados colombianos afectados), en lo que recuerda mucho al uso del agente naranja en las selvas vietnamitas.
En fin, el prólogo de Milton Friedman no tiene desperdicio, sobre todo en lo referente a la instauración de prácticas totalitarias. Habrá que estar atento, porque con la excusa de la represión de las drogas, lo que se pretende es reducir la libertad individual a la mínima expresión, empezando por la libertad de pensamiento.
¿A alguien le extraña que el Plan de Humanidades del gobierno reduzca las horas de filosofía a costa del aumento de las de Historia y Lengua (adoctrinamiento a través de la historia y la lengua, nos enseñan lo que somos y lo que debemos ser), o reforzando las asignaturas técnicas: pensamiento unidimensional, no cuestionarse nada, fe ciega en el sistema como motor del "progreso."
Bueno, en fin, que habrá que estar vigilantes, y recordar las palabras finales de Milton Friedman aplicándolas a nuestra propia democracia: "Un gobierno que trata a su gente como si fueran niños pequeños, se ha convertido en destructor de los fines para los que fue instituido, que son defender los derechos inalienables del ser humano: la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Ha llegado el momento de cambiarlo.
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