Antonio Caño
Estados Unidos ha decidido elevar considerablemente el tono de sus amenazas contra Irán, llegando a advertir que “la opción militar crece” y que el cambio de régimen es inevitable, en un intento de que Rusia y China se decidan a colaborar para impedir que el Gobierno islámico construya armas nucleares. Barack Obama presionó hoy a Dmitri Medvédev y Hu Jintao en ese sentido, pero no obtuvo respuestas precisas sobre el grado o la forma de esa solicitada cooperación.
El argumento norteamericano es el de que, si no se para a Irán ahora por las buenas, habrá que pararlo dentro de poco por las malas, y eso será de dramáticas consecuencias para todos, incluidos Rusia y China. La embajadora de EE UU en la ONU, Susan Rice, declaró hoy a la cadena BBC que la posibilidad de una intervención militar en Irán, no solo no está fuera de la mesa, sino que es “una opción real que está creciendo por culpa del comportamiento iraní”.
Rice no quiso especular sobre si esa intervención sería llevada a cabo por EE UU, por Israel o por los dos de forma conjunta, pero sí insistió en que la Administración norteamericana está llegando a la conclusión de que será necesario acabar con el actual régimen de Irán para evitar que este cree un arsenal nuclear. “Soy una convencida de que el cambio de régimen va a ser nuestra única opción aquí”, reconoció Rice. “Unas modestas sanciones que tengan solo un valor cosmético no van a funcionar ya”, añadió.
Estas declaraciones son parte de una campaña de alarma creciente desatada por Washington a raíz del informe del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), según el cual Irán tiene la voluntad de construir el arma atómica. Con ese informe, EE UU confiaba en poder convencer a Rusia y China, que tienen fuertes intereses en Irán y se oponen a cualquier medida contra su régimen, de actuar con energía. Solo con la participación de esos dos países se puede aislar a Irán hasta el punto de arrancar concesiones a su Gobierno.
Pero la estrategia no ha funcionado hasta ahora. El presidente Obama abordó ese tema en su reunión con Dmitri Medvédev y Hu Jintao durante la celebración en Hawai de la cumbre de la Cooperación Asia-Pacífico (APEC), sin obtener muy buenos resultados.
Sentado junto a Medvédev, Obama dijo que ambos habían “reafirmado su intención de trabajar para conseguir una respuesta común” sobre Irán. En su reunión con Hu, el presidente norteamericano señaló que tanto él como el presidente chino coinciden en la necesidad de que el régimen iraní “cumpla con las normas y las reglas internacionales”.
Pero ni Medvédev ni Hu refrendaron por su cuenta esas palabras ni mencionaron ningún compromiso sobre cómo actuar respecto a Irán o dieron algún dato de que este sea un tema que les inquiete. El presidente ruso se limitó a señalar que el caso de Irán había sido tratado en las conversaciones bilaterales. El líder chino ni siquiera lo mencionó en sus declaraciones.
Pese a ello, EE UU confía en que tanto Rusia como China “entienden”, tal como dijo el viceconsejero Nacional de Seguridad, Ben Rhodes, la gravedad de la situación actual y será posible “trabajar con ellos para formular una respuesta”. Esos dos países no solo son importantes porque con su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU pueden impedir cualquier movimiento unitario de la comunidad internacional, sino porque sus relaciones comerciales y políticas con Irán le dan al régimen islámico el oxígeno económico y diplomático que requiere para sobrevivir.
La Administración norteamericana consiguió en el pasado, aunque después de unos grandes esfuerzos, el respaldo de Rusia y China para aprobar en la ONU las sanciones más duras aplicadas hasta ahora contra Irán. Esas sanciones, según Washington, han funcionado bien, y de hecho, si se ha retrasado hasta ahora la oportunidad de que Irán tenga armas atómicas, es gracias a esas sanciones, que han servido también para dividir al régimen e incrementar el descontento popular.
Pero ahora la sensación de urgencia ha aumentado significativamente. Israel, que siente su supervivencia en juego en esta crisis, ha enviado señales claras de que está dispuesto a actuar por su cuenta si la comunidad internacional no reacciona. EE UU quiere evitar la catástrofe que significaría, en el actual momento económico del mundo, un conflicto de esa magnitud. Pero no puede impedirlo a menos que Rusia y China estén de su parte. Ni Moscú ni Pekín, que ahora disfrutan de una gran influencia internacional, deberían de tener gran interés tampoco en una desestabilización de esa magnitud, pero no quieren otorgarle gratis a Estados Unidos este triunfo.
El argumento norteamericano es el de que, si no se para a Irán ahora por las buenas, habrá que pararlo dentro de poco por las malas, y eso será de dramáticas consecuencias para todos, incluidos Rusia y China. La embajadora de EE UU en la ONU, Susan Rice, declaró hoy a la cadena BBC que la posibilidad de una intervención militar en Irán, no solo no está fuera de la mesa, sino que es “una opción real que está creciendo por culpa del comportamiento iraní”.
Rice no quiso especular sobre si esa intervención sería llevada a cabo por EE UU, por Israel o por los dos de forma conjunta, pero sí insistió en que la Administración norteamericana está llegando a la conclusión de que será necesario acabar con el actual régimen de Irán para evitar que este cree un arsenal nuclear. “Soy una convencida de que el cambio de régimen va a ser nuestra única opción aquí”, reconoció Rice. “Unas modestas sanciones que tengan solo un valor cosmético no van a funcionar ya”, añadió.
Estas declaraciones son parte de una campaña de alarma creciente desatada por Washington a raíz del informe del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), según el cual Irán tiene la voluntad de construir el arma atómica. Con ese informe, EE UU confiaba en poder convencer a Rusia y China, que tienen fuertes intereses en Irán y se oponen a cualquier medida contra su régimen, de actuar con energía. Solo con la participación de esos dos países se puede aislar a Irán hasta el punto de arrancar concesiones a su Gobierno.
Pero la estrategia no ha funcionado hasta ahora. El presidente Obama abordó ese tema en su reunión con Dmitri Medvédev y Hu Jintao durante la celebración en Hawai de la cumbre de la Cooperación Asia-Pacífico (APEC), sin obtener muy buenos resultados.
Sentado junto a Medvédev, Obama dijo que ambos habían “reafirmado su intención de trabajar para conseguir una respuesta común” sobre Irán. En su reunión con Hu, el presidente norteamericano señaló que tanto él como el presidente chino coinciden en la necesidad de que el régimen iraní “cumpla con las normas y las reglas internacionales”.
Pero ni Medvédev ni Hu refrendaron por su cuenta esas palabras ni mencionaron ningún compromiso sobre cómo actuar respecto a Irán o dieron algún dato de que este sea un tema que les inquiete. El presidente ruso se limitó a señalar que el caso de Irán había sido tratado en las conversaciones bilaterales. El líder chino ni siquiera lo mencionó en sus declaraciones.
Pese a ello, EE UU confía en que tanto Rusia como China “entienden”, tal como dijo el viceconsejero Nacional de Seguridad, Ben Rhodes, la gravedad de la situación actual y será posible “trabajar con ellos para formular una respuesta”. Esos dos países no solo son importantes porque con su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU pueden impedir cualquier movimiento unitario de la comunidad internacional, sino porque sus relaciones comerciales y políticas con Irán le dan al régimen islámico el oxígeno económico y diplomático que requiere para sobrevivir.
La Administración norteamericana consiguió en el pasado, aunque después de unos grandes esfuerzos, el respaldo de Rusia y China para aprobar en la ONU las sanciones más duras aplicadas hasta ahora contra Irán. Esas sanciones, según Washington, han funcionado bien, y de hecho, si se ha retrasado hasta ahora la oportunidad de que Irán tenga armas atómicas, es gracias a esas sanciones, que han servido también para dividir al régimen e incrementar el descontento popular.
Pero ahora la sensación de urgencia ha aumentado significativamente. Israel, que siente su supervivencia en juego en esta crisis, ha enviado señales claras de que está dispuesto a actuar por su cuenta si la comunidad internacional no reacciona. EE UU quiere evitar la catástrofe que significaría, en el actual momento económico del mundo, un conflicto de esa magnitud. Pero no puede impedirlo a menos que Rusia y China estén de su parte. Ni Moscú ni Pekín, que ahora disfrutan de una gran influencia internacional, deberían de tener gran interés tampoco en una desestabilización de esa magnitud, pero no quieren otorgarle gratis a Estados Unidos este triunfo.
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