10 noviembre, 2011

Italia como lección

Lorenzo Bernaldo de Quirós

El contagio de la crisis de la Eurozona y la creciente inestabilidad política han llevado a la economía italiana al borde del abismo. La prima de riesgo de los bonos del país transalpino se coloca en el umbral que dio lugar a las intervenciones de Grecia, Irlanda y Portugal, a pesar de la masiva compra de ese activo llevada a cabo por el BCE. Para complicar las cosas, la economía cayó en recesión en el tercer trimestre de 2011 y así cerrará el ejercicio 2012.

La falta de capacidad del Gabinete Berlusconi de implantar las medidas de ajuste y las reformas estructurales necesarias para estabilizar el endeudamiento del sector público y relanzar la actividad han deteriorado la confianza de los mercados y han puesto a Italia en una posición crítica. Éste es el factor cualitativo, la expectativa de un cambio gubernamental, que ha permitido a España desligar temporalmente su suerte de la de la patria del Dante.

Perspectivas negativas

En el horizonte inmediato, las perspectivas económicas italianas son muy negativas. La ampliación del diferencial con el bund alemán ha hundido la confianza empresarial y, con ella, la inversión. El consumo privado se ha desacelerado con rapidez ante las expectativas del aumento del desempleo y la previsión de un inevitable programa de austeridad. El sector exportador, que había realizado una moderada aportación positiva al PIB en el inicio del nuevo ciclo recesivo, ha comenzado a debilitarse, y así lo seguirá haciendo en los próximos meses a causa de la débil competitividad y productividad de la economía, así como por el estancamiento-recesión de la Eurozona, sobre todo, de Francia y de Alemania.

Ante este panorama, la impotencia de la coalición gobernante es clamorosa. Desde el pasado verano diseñó una serie de presupuestos de emergencia cuyo objetivo era ganar la confianza de los mercados. Sin embargo, nada de lo anunciado ha sido llevado a la práctica. La falta de concreción del paquete de ajustes y las dudas, fundadas, sobre la capacidad del Gabinete Berlusconi de llevarlo a término han desembocado en un escenario insostenible. Con la economía en recesión y los costes de la deuda soberana en niveles estratosféricos, la hipótesis de una reducción del déficit presupuestario y la consecución de un presupuesto equilibrado en 2013 son de imposible materialización. Italia corre el peligro de adentrarse en un círculo vicioso en el que la recesión alimente el endeudamiento y la aversión al riesgo de los inversores estrangule el acceso a los mercados internacionales de crédito a la banca transalpina. Ése es el preludio de un default.

El colapso de un Gabinete

El riesgo político que se cierne sobre Italia es muy elevado y parece complicado reducirlo en el corto plazo. Las divisiones internas dentro de la coalición liderada por Berlusconi sobre el alcance y contenidos de los ajustes y la imposibilidad de llegar a acuerdos con la oposición de centro-izquierda han bloqueado la capacidad de introducir las medidas de política económica que el país necesita. Si bien es probable que se produzca un colapso del actual Gabinete y una convocatoria anticipada de elecciones, los partidos del centro-izquierda parecen incapaces de ofrecer a los votantes italianos y a los mercados de bonos una alternativa creíble.

Para complicar más las cosas, la fase de transición entre la convocatoria de los comicios y la formación de un nuevo ministerio es demasiado larga dadas la coyuntura italiana y europea y las presiones soportadas por la economía transalpina. En otras palabras, añade incertidumbre, lo que es letal.

En este contexto, Roma será incapaz de cumplir los compromisos acordados con la UE y con el BCE. Por tanto, la única posibilidad de mantenerse a flote dentro del euro dependerá de la voluntad del instituto emisor de continuar comprando deuda italiana. Por desgracia, esta estrategia no puede mantenerse de manera indefinida y, en cualquier caso, no evitará que se produzca una nueva crisis. La adquisición de bonos de la República transalpina por parte del BCE es un paliativo, pero no sirve para resolver los problemas de fondo de su economía.

Es más, vista la dificultad o la falta de voluntad de los políticos italianos de hacer los deberes, la asistencia del BCE puede convertirse en un anestésico para las reformas. Si no se ha dejado caer a un Estado marginal como Grecia, la suspensión de pagos de Italia sería el fin del euro y tendría un impacto desestabilizador de alcance imprevisible sobre la economía y las finanzas mundiales. Ésta es la trampa a la que ha llevado la pésima gestión de la crisis en la UE.

Si se analiza lo acaecido en Italia entre los primeros años de los noventa y 1997, es posible entender con claridad lo que sucede ahora. En la carrera para entrar en el euro, el superávit primario (ingresos y gastos descontada la carga de intereses de la deuda) del presupuesto italiano se incrementó hasta el 6 por ciento del PIB. Ello se logró a través de una congelación temporal del gasto corriente y, sobre todo, de un fuerte aumento de los impuestos. El resultado de esa política de austeridad fue doble. Por un lado, Italia logró formar parte del núcleo fundador de la Eurozona. Por otro, el crecimiento económico cayó del 2 por ciento de media en años los noventa al 1 por ciento en la siguiente década. En 2005, el superávit primario se había desvanecido. El programa de consolidación fiscal-presupuestaria no modificó los parámetros de comportamiento de las cuentas públicas italianas. Pues bien, las propuestas del gabinete liderado por Silvio Berlusconi han sido una repetición de la política desplegada por Romano Prodi, cuyos resultados se acaban de señalar.

Desde este punto de vista, la experiencia de Italia ofrece tres lecciones básicas. Primera, sólo los ajustes fiscales basados en recortes permanentes del gasto estructural, frente a los temporales, tienen un efecto duradero y positivo sobre la evolución de la ratio Deuda/PIB. Segunda, la reducción del gasto público tiene un impacto recesivo menor que las alzas impositivas. Tercera, esa potencial contracción de la economía se ve neutralizada si se aplican reformas estructurales pro crecimiento, por ejemplo, la liberalización de los mercados. Esta trilogía de axiomas es una enseñanza básica que no debe olvidar el próximo Gobierno de España.

Lorenzo Bernaldo de Quirós es miembro del Consejo Editorial de elEconomista.

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