Sin embargo quedan pocos, poquísimos de hecho, medios que no han cedido a la enorme presión gubernamental para hacer desaparecer de las portadas las palabras y fotos que, también, pocos hombres desean que vean la luz. La Revista Proceso es una de ellas y esta vez se ha ganado un motivo más para que, por ejemplo, García Luna exhiba la revista como parte del armamento incautado a los narcotraficantes.
Julio Scherer García, periodista y fundador de la publicación semanal, esta vez pone casi de rodillas a un gobierno incapaz de comunicar un éxito que sea cuantificable en comparación a los cruentos números que suman cada uno de los muertos a manos de narco y ejército por igual. De rodillas pues en los propios términos de los que se vale Felipe Calderón para medir y comunicar sus escasos éxitos es en el ámbito mediático y por ello, es de esperarse, que en las siguientes semanas la campaña de propaganda de los medios oficialistas estarán empeñados en señalar una inexistentente desesperación de los cárteles de la droga que será débilmente demostrada con, precisamente, la entrevista que hace Julio Scherer al Mayo Zambada.
Recomendamos que se haga un esfuerzo extraordinario para adquirir el ejemplar de Proceso de esta semana por varias razones:
.-En estos casos en los que el gobierno se ve fuertemente cuestionado la revista desaparece de los anaqueles por la compra de acaparamiento de personajes desconocidos.
.-Este número es especialmente importante debido a la relevancia de las declaraciones del narcotraficante.
.-Este número sienta un “antes” y “ahora” en cuanto a la política guerrerista que ha dejado miles de muertos y desplazados.
Fragmentos de la entrevista que aparece en Proceso 1755
Zambada y señalo la silla que ocuparia, ambos de frente. Observe de reojo a su emisario, las mandibulas apretadas. Me pedia que no fuera a decir que ya habiamos desayunado. Al instante fuimos servidos con vasos de jugo de naranja y vasos de leche, carne, frijoles, tostadas, quesos que se desmoronaban entre los dedos o derretian en el paladar, cafe azucarado.
-Traigo conmigo una grabadora electronica con juego para muchas horas., aventure con el proposito de ir creando un ambiente para la entrevista.
-Platiquemos primero.Le pregunte al capo por Vicente, Vicentillo.
-Es mi primogenito, el primero de cinco. Le digo ‘Mijo’. Tambien es mi compadre.
Zambada siguio en la resena personal:
-Tengo a mi esposa, cinco mujeres, quince nietos y un bisnieto. Ellas, las seis, estan aqui, en los ranchos, hijas del monte, como yo. El monte es mi casa, mi familia, mi proteccion, mi tierra, el agua que bebo. La tierra siempre es buena, el cielo no.
-No le entiendo.
-A veces el cielo niega la lluvia. Hubo un silencio que aproveche de la unica manera que me fue posible:
-Y Vicente?
-Por ahora no quiero hablar de el. No se si esta en Chicago o Nueva York. Se que estuvo en Matamoros.
-He de preguntarle, soy lo que soy. A proposito de su hijo, .vive usted su extradicion con remordimientos que lo destrocen en su amor de padre?
-Hoy no voy a hablar de ‘Mijo’. Lo lloro.
-Grabamos?
Silencio.
-Tengo muchas preguntas., insisti ya debilitado.
-Otro dia. Tiene mi palabra.[...]
–He leído sus libros y usted no miente–, me dice.
Detengo la mirada en el capo, los labios cerrados.
–Todos mienten, hasta Proceso. Su revista es la primera, informa más que todos, pero también miente.
–Señáleme un caso.
–Reseñó un matrimonio que no existió.
–¿El del Chapo Guzmán?
–Dio hasta pormenores de la boda.
–Sandra Ávila cuenta de una fiesta a la que ella concurrió y en la que estuvo presente el Chapo.
–Supe de la fiesta, pero fue una excepción en la vida del Chapo.
Si él se exhibiera o yo lo hiciera, ya nos habrían agarrado.
–¿Algunas veces ha sentido cerca al ejército?
–Cuatro veces. El Chapo más.
–¿Qué tan cerca?
–Arriba, sobre mi cabeza. Huí por el monte, del que conozco los ramajes, los arroyos, las piedras, todo. A mí me agarran si me estoy quieto o me descuido, como al Chapo. Para que hoy pudiéramos reunirnos, vine de lejos. Y en cuanto terminemos, me voy.
–¿Teme que lo agarren?
–Tengo pánico de que me encierren.
–Si lo agarraran, ¿terminaría con su vida?
–No sé si tuviera los arrestos para matarme. Quiero pensar
que sí, que me mataría.
Advierto que el capo cuida las palabras. Empleó el término arrestos, no el vocablo clásico que naturalmente habría esperado.
[...]–Un día decido entregarme al gobierno para que me fusile. Mi caso debe ser ejemplar, un escarmiento para todos. Me fusilan y estalla la euforia. Pero al cabo de los días vamos sabiendo que nada cambió.
–¿Nada, caído el capo?
–El problema del narco envuelve a millones. ¿Cómo dominarlos? En cuanto a los capos, encerrados, muertos o extraditados, sus reemplazos ya andan por ahí.
A juicio de Zambada, el gobierno llegó tarde a esta lucha y no hay quien pueda resolver en días problemas generados por años. Infiltrado el gobierno desde abajo, el tiempo hizo su “trabajo” en el corazón del sistema y la corrupción se arraigó en el país. Al presidente, además, lo engañan sus colaboradores. Son embusteros y le informan de avances, que no se dan, en esta guerra perdida.
–¿Por qué perdida?
–El narco está en la sociedad, arraigado como la corrupción.
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