17 noviembre, 2011

La república amorosa de López

Jorge Fernández Menéndez
Para Bibiana, que hoy terminará de hacer suya mi vida.

En la política no hay nada peor que la demagogia. Andrés Manuel López Obrador se inaugura como candidato del PRD, el PT y Movimiento Ciudadano proponiendo una "república amorosa" en la cual, para pacificar la situación, retirará al Ejército de las calles en seis meses y va a crear, dice, cuatro millones de empleos en seis semanas. Muy bonito, salvo que es imposible.

Lo de la "república amorosa" vamos a dejarlo como una licencia poética. No hay repúblicas amorosas: hay estados donde se respeta o no la ley; donde se hace o no justicia; donde se respeta o no la democracia; donde se divide o no a la población entre buenos y malos; donde se garantiza o no la seguridad de la gente. Nuestra realidad indica que la inseguridad no se resuelve con amor y paz, sino con políticas públicas muy concretas. ¿Cómo piensa López Obrador sacar al Ejército de las calles en seis meses?, ¿con qué lo va a remplazar? Porque si los gobernadores dicen que ni siquiera pueden cumplir con el compromiso de hacer pasar el examen de control de confianza a todos sus elementos estatales y municipales antes de enero de 2013, ¿cómo van a suplantar al Ejército? Si por lo menos en ocho estados de la República la seguridad pública depende en forma directa de la participación militar, ¿cómo hará para reemplazarlos?, ¿con quiénes?, ¿cómo? Porque la opción es dejarle esos espacios al crimen organizado. ¿O cree, seguramente, como la gente de Javier Sicilia, que hay que pedirle perdón a los narcotraficantes?

Nadie, de ningún partido, en posiciones de responsabilidad, ha dicho algo así, por la sencilla razón de que saben que no es posible. Los gobernadores, incluidos los perredistas y Marcelo Ebrard, siempre han insistido en que el Ejército sí debe dejar las labores de seguridad pública, pero no antes de contar con fuerzas policiales en los tres niveles de gobierno que puedan garantizar la seguridad de la gente. Hablar de amor y paz es muy bonito: se le puede explicar, por ejemplo, a los secuestradores o extorsionadores en Torreón, en Michoacán (ahí están los resultados electorales de Leonel Godoy), en La Huasteca, en Tampico, en Monterrey, en los municipios conurbados del DF. La visión de López Obrador sobre la seguridad siempre ha sido desastrosa: en su administración se dispararon la inseguridad y los secuestros en el DF como nunca antes y a quienes reclamaron seguridad los llamó "pirrurris". La Procuraduría capitalina, cuando terminó su gestión, no tenía ni siquiera un sistema decente de cómputo. Todo el equipamiento tanto de la Procuraduría capitalina como de Seguridad Pública local se hizo durante la administración de Ebrard porque su antecesor consideraba que ese era un gasto superfluo. "Los amorosos callan", comienza el poema de Jaime Sabines y ése, a veces, es un magnífico consejo.

Pero si la "seguridad amorosa" deja mucho que desear, la idea de crear cuatro millones de empleos en seis semanas es francamente demagogia pura. Los empleos los crea el sector privado, no el gobierno. Por supuesto que, usando el presupuesto, endeudándose e inventando trabajos se pueden crear empleos, pero siempre serán temporales y financiados por recursos públicos. Lo que López Obrador nos tiene que decir es cómo impulsar la inversión pública y la privada, cómo contar con una mayor recaudación fiscal que permita tener mayores recursos para la inversión, qué planes de infraestructura impulsará para generar empleos y si serán públicos, privados o mixtos. Debe decirnos si abrirá el sector energético para que fluyan hacia allí las inversiones, que esas sí pueden generar miles de empleos, pero nada de eso se puede hacer en mes y medio. México tiene unos 15 millones de empleos formales, registrados ante el IMSS, no es serio decir que aumentarán en cuatro millones en apenas seis semanas, a unos 750 mil cada siete días. Es demagogia pura. Y como ejemplo un botón: ¿cuántos empleos creó López Obrador durante su gestión en el DF?

Me parece que Andrés Manuel no aprendió la lección de hace seis años, sino que decidió redoblar la apuesta populista. Es una lástima.

Mientras tanto, en el PRD las cosas se van a complicar: el principal punto de conflicto es el Distrito Federal. López Obrador, en una declaración extraña, fuera de lugar, cuando fue interrogado el martes sobre el tema, dijo que esa era una decisión de Ebrard, dando a entender que Marcelo sería quien decidiera el candidato en la única entidad donde gobierna el PRD (el caso de Guerrero es especial). Inmediatamente, los lopezobradoristas en la capital han pedido un sistema de encuestas similar al que utilizaron para la candidatura presidencial. Pero, si es así, van a torcer el acuerdo alcanzado por López Obrador y Ebrard. Claro que siempre se puede decir que fueron "las bases" las que rebasaron al candidato presidencial. Remember Iztapalapa. Porque en la "república amorosa" el apetito por el poder es muy mezquino.

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