27 noviembre, 2011

Los Fundadores sobre la guerra y la paz. Marion Smith

Hoy martes, los contendientes a la nominación presidencial del Partido Republicano se enfrentarán en un debate centrado en política exterior. Si los últimos meses sirven de guía, por lo menos uno de los contendientes argüirá que solamente si Estados Unidos retirase sus ejércitos y dejase de provocar a otros países, la paz sería más probable. Tomemos por ejemplo a Irán (como ya lo ha hecho un candidato), que ha intentado recientemente llevar a cabo un atentado con bombas en Washington DC: ¿Qué tal si “les ofrecemos amistad” en lugar de tratar de evitar que adquieran armas nucleares a través de medidas coercitivas?

Afortunadamente, la errónea suposición de la parte principal de esta pregunta ya ha sido contestada antes: “Recordemos”, escribió Alexander Hamilton, “que la paz o la guerra no siempre dependerán de nuestra elección, que por moderados y faltos de ambición que seamos, no podemos contar con la moderación de los demás ni pretender extinguir su ambición”.
Entonces, ¿qué debería hacer Estados Unidos en un entorno internacional incierto y peligroso? Según James Madison: “La seguridad contra el peligro exterior es uno de los objetos primigenios de la sociedad civil. Es un objeto reconocido y esencial de la Unión Americana”.
Estos sentimientos no son solamente los puntos de vista anacrónicos o demasiados cínicos de nuestros Padres Fundadores. Al encargarse de la política exterior de Estados Unidos hace 200 años, ellos lidiaron con los mismos sentimientos irracionales y peligrosos que impregnan nuestro análisis de política exterior hoy en día.
Siempre ha habido aislacionistas, activistas pacifistas y utópicas voces idealistas en la historia de Estados Unidos. En la fundación de Estados Unidos había algunas voces elocuentes y respetables como las de Patrick Henry (rebelde revolucionario y gobernador de Virginia), que pensaba que Estados Unidos estaba a salvo debido a su distancia con Europa y, por tanto, no necesitaba ni ejército ni marina. Se formaron grupos cívicos en todos los estados americanos sobre la base de estas ideas utópicas.
En diciembre de 1815, el reverendo Noah Worcester fundó la Massachusetts Peace Society (Sociedad para la Paz de Massachusetts) que contaba entre sus miembros tanto con el gobernador como con el vicegobernador de Massachusetts, dos jueces y el presidente y miembros del profesorado de Harvard. Worcester abogaba por el arbitraje internacional de los conflictos y una “confederación de naciones” para evitar que se produzcan guerras – ideas que pronto presentarían de diferentes maneras desafíos a la soberanía de Estados Unidos.
En contraste con estas ideas utópicas, ese mismo año y respondiendo a los ataques berberiscos contra buques mercantes americanos al otro lado del mundo, el entonces presidente Madison proclamó que: “Estados Unidos, aunque no desee la guerra con nación alguna, tampoco comprará la paz, siendo como es un principio incorporado en la política establecida de Estados Unidos que así como la paz es mejor que la guerra, así la guerra es mejor que pagar tributo”. Madison respaldó esta afirmación con una breve guerra contra Argel en 1815.
Al concluir la exitosa guerra, Madison ordenó que, debido a la continuada intransigencia berberisca, la Marina de Estados Unidos mantendría una presencia permanente en la costa del Norte de África. La “política establecida” de Madison y la fuerza militar permanente en el extranjero se remonta al consejo imperecedero de George Washington de conservar prudentemente la independencia y fortaleza militar de Estados Unidos de manera que siempre podamos “elegir la paz o la guerra según nos lo aconseje nuestro interés, guiado por la justicia”.
Los Fundadores abordaron la política exterior desde una evaluación realista de la idiosincrasia humana y de la naturaleza de las relaciones internacionales. Asumir imprudentemente que, por ejemplo, el Irán del siglo XXI renunciará a su programa de armas nucleares o a sus ambiciones por la hegemonía regional si no hubiera contraofensivas americanas es sin duda calcular sobre “los resortes más débiles del temperamento humano”. También es descuidar la tarea más importante del gobierno federal: “la seguridad contra el peligro exterior”.
En estos debates de las primarias, ojalá tengamos debates serios sobre cómo proteger cautelosamente nuestros intereses y principios en el extranjero. Rechazemos a aquellos que intentan revertir los fundamentos filosóficos del arte de gobernar de Estados Unidos que tan bien establecidos dejaron nuestros Padres Fundadores.

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