Foto: Eduardo Miranda
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Quiero compartir una visión de lo que deseo y sueño que exista en México. Es un panorama de paz y lucha, donde existan muy pocas leyes, donde no haya políticos autoasalariados, donde la política la hagan quienes verdaderamente le den el valor a las cosas con el sudor de su frente, con su inteligencia y sus esfuerzos; donde los prójimos reconozcan que el productor es soberano del valor que crea en el mundo.
Donde las leyes sean muy pocas, porque México será un lugar en el cual gobierne la compasión, la compasión que hará una gran civilización donde habrá muchas drogas y ninguna ley que las prohíba, pero nadie las usará porque la autoestima nos habrá llevado a un reino de vida más alto en el que la moralidad no necesita leyes para gobernar.
En el México de mi visión, las armas se pudren o son utilizadas como herramientas porque los hombres y las mujeres por fin pueden ver su propia humillación y desgracia en la de sus hermanos y su posteridad, entendiendo que la violencia no tiene futuro pues la tecnología y las armas actuales nos podrían llevar a la aniquilación de toda la especie.
En el México que yo imagino la justicia es un concepto tan amplio y tan claro como numerosos son los ciudadanos, pues cada uno reconocerá la participación en su propia desgracia al no manifestarse cuando se produzca el crimen en cualquier lugar.
En el México de mi visión no existen cárceles, ya que los ciudadanos no querrán esconder lo que no está funcionando y, en consecuencia, enfrentarán dichas situaciones con toda la vulnerabilidad que hacerlo implica, buscando comprender con certeza la raíz de los problemas para que no se acumulen y lleguen a un estadio insuperable.
Cada ciudadano tendrá la responsabilidad de ser presidente, legislador, juez, policía y soldado, bajo los principios de la no-violencia y la no-coerción como única forma de ejercer el poder.
En el México de mi visión, el gobierno empieza en la familia, y la familia es la célula más importante del organismo social, por lo que su integridad será el fin sagrado de la nación, y poco a poco lo será de toda la humanidad.
Los recursos de México serán patrimonio de todos; ninguna ley impondrá la injusticia; y el uso de los recursos será resuelto sin armas, sin ejército, sin policías y sin legisladores. Será responsabilidad de todos sostener la dignidad económica y el equilibrio ecológico, y asegurar de manera sustentable el bienestar de México con principios económicos racionales.
Los mexicanos no aceptarán un bien o un servicio gratuito sin considerar primero cómo llega a existir y quién lo estará pagando. Los empleos no serán decretados, porque el capricho jamás puede competir con el mérito. No habrá poder ni posición que pueda dictar al individuo, sin su consentimiento, a dónde ir, en dónde trabajar y qué hacer, porque simplemente no lo admitirá.
Nuestras estructuras de organización económica y social estarán construidas sobre bases de principios libres, voluntarios, ya que el individuo será soberano absoluto de su casa y su espacio, y no habrá ningún poder que ahí lo intimide, porque los mexicanos no lo permitiremos.
En la visión de este México la coerción y el miedo no se aceptan como incentivos para actuar, porque no construyen nada, destruyen la autoestima, engañan y siempre son poder falso que se disfraza de autoridad.
El dinero, en el México de mi visión, es una mercancía y un producto igual que todos los demás, y todos pueden participar en el mercado del dinero; nunca se aceptará el valor monetario legislado, ni la prostitución de la riqueza y el robo institucionalizado por decretos criminales de poder arbitrario.
Para preservar el respeto entre individuos, nunca se podrá legislar la educación, ni como gratuita, porque esta es una mentira que obliga a la ciudadanía a pagar por un servicio malísimo un precio carísimo, ni será obligatoria, ya que la coerción es el enemigo mortal de la cultura y la civilización, y, en efecto, es esclavitud. Los padres de familia tendrán la voz y el voto máximo en la educación de sus hijos, y consecuentemente será de ellos la responsabilidad, en tanto que para todos los demás será un privilegio ayudar a sus prójimos a elevar la cultura.
El cimiento de la paz es el respeto a los derechos de los individuos, pero ojalá se entienda que un derecho es lo que hacemos valer todos con nuestro compromiso y la compasión de cada uno.
*Integrante del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.
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