Martín Moreno
El crimen organizado ha decidido atemorizar a los votantes. Por eso es obligado preguntar: ¿Quién mandó matar a Guzmán Romero? ¿Por qué? ¿Quién se beneficia con este crimen?
A once días de las elecciones en Michoacán —donde la hermana presidencial, Luisa María Cocoa Calderón, se perfila como ganadora y primera gobernadora michoacana—, nadie duda de la herencia que recibirá el sucesor (a) de Leonel Godoy: un estado acorralado por el narcotráfico, sitiado en varios municipios y azotado por violencia fuera de control.
El de Godoy —en cuanto a seguridad— fue un gobierno fallido. El perredista cerró los ojos ante lo evidente: el empoderamiento del narco que devoró casi todo, incluido a su medio hermano, Julio César, compadre de La Tuta, cercano a los mañosos, prófugo de la justicia. Godoy se dedicó más a culpar a periodistas que a combatir al narco. Y allí están las consecuencias.
¿Por qué y para qué asesinar a Guzmán Romero, un hombre respetado y querido no sólo por el presidente Calderón, sino por todos los habitantes de La Piedad y los michoacanos en general?
Para dar un golpe directo al corazón del Presidente y de su partido, el PAN, a once días de las elecciones. Si los asesinos calcularon que ejecutando a Guzmán se provocaría la derrota blanquiazul, al lanzar el mensaje de “no queremos que gane el PAN”, erraron. Hoy, la indignación por la muerte del alcalde seguramente se traducirá en votos a favor de La Cocoa.
1) Por venganza contra Guzmán Romero, quien se había negado a remover a sus directores de Seguridad Pública. El 23 de marzo pasado fue asesinado José Luis Guerrero Morales, cercano a Guzmán y jefe de seguridad en funciones. En su lugar fue designado un mando federal, contra quien ya se registró un atentado.
2) Para enturbiar las elecciones del próximo 13 de noviembre, atemorizar a los ciudadanos, inhibir el voto y reventar la elección. ¿A quién beneficia este clima de terror? No, por supuesto, a La Cocoa y al PAN, ya que llevan la delantera en las encuestas. ¿A quién, entonces, le reditúa esta ejecución? ¿Al PRI, que está a la baja en la contienda? ¿Al PRD, casi perdedor? ¿A los narcos, para ganar en río revuelto?
¿Quién ordenó la muerte de Guzmán Romero?
1) Debilitada La Familia Michoacana con la detención del Chango Méndez y la supuesta muerte de Nazario Chayo Moreno —quien sigue vivo, hemos insistido en esta columna—, son Los Caballeros Templarios los que han retomado la plaza. De acuerdo a lo declarado por Mario Buenrostro, abogado detenido por servir a La Familia, a Nazario “no lo mataron… Nazario es el jefe de Los Caballeros Templarios”. Hasta hoy, el gobierno no ha aclarado esta versión.
2) La disputa por La Piedad —declarada ya zona de focos rojos por el procurador de Justicia de Michoacán, Jesús Montejano— se une a otros tres puntos conflictivos: Tanhuato, Yurécuaro y Ecuandureo, debido a que el cártel nuevo de Jalisco, al mando de Rubén Oseguera El Mencho, pelea por dominar la zona del Bajío michoacano, ante el debilitamiento de La Familia. Su lucha ahora es contra Los Caballeros Templarios.
El gobierno estatal ubica seis zonas de alto riesgo para las elecciones del día 13. Entre ellas: Arteaga, Tumbiscatío y La Huacana.
¿Con qué confianza saldrán los votantes michoacanos si, a once días de los comicios, un alcalde respetado, eficaz y querido, fue ejecutado a la vista de todos? Sin escolta, Guzmán fue presa fácil.
Michoacán es, hoy, un estado cercado por la criminalidad, con un gobierno fallido del PRD encabezado por Leonel Godoy, que seguramente pagará en las urnas su innegable fracaso. Godoy la hizo. Silvano Aureoles la paga.
El recuento publicado ayer en Excélsior estremece, aterra: desde 2008, han sido asesinados 32 presidentes municipales. ¿Cuántos de estos crímenes han sido aclarados? Uno. O dos. Nada más.
Cierto: es una de las aristas dolorosas de la guerra contra el narco.
Pero es más que condenable lo afirmado ayer por el candidato del PRD a la gubernatura, Silvano Aureoles, quien en momentos de luto para La Piedad, acusó a La Cocoa de “hipócrita” por sus lágrimas públicas ante la muerte de Guzmán. “Se quieren hacer víctimas y sacar provecho político”, dijo.
Mal Aureoles, desesperado por la derrota inminente, sin mostrar un ápice de sensibilidad o humanidad ante el asesinato de un alcalde y que, en vez de mostrar grandeza y asistir al velorio de Guzmán, prefirió ofender y, además, descalificar encuestas.
Por eso pierden. Por insensibles. Por soberbios.
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