El ex titular de la Secretaría de Gobernación dijo estas palabras al perredista Armando Ríos Piter al final de la cena que tuvieron. La última de Blake
Alejandro Sánchez- 1
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CIUDAD DE MÉXICO, 12 de noviembre.- A las nueve de la noche del jueves un funcionario del gobierno de Calderón bajó escoltado de una camioneta tipo Suburban sobre avenida Masaryk, en Polanco. Había trabajado todo el día y ni siquiera tuvo tiempo de probar bocado. “Podría devorarme una vaca entera ahora mismo”, dijo a uno de sus colaboradores. Era Francisco Blake Mora, secretario de Gobernación, se enfiló al restaurante argentino Puerto Madero para ordenar la última cena de su vida: 13 horas después perdería la vida al desplomarse el helicóptero en que viajaba.
Al restaurante entró acompañado de su mejor amigo desde hace más de 15 años: Juan Marcos Gutiérrez, el número dos de Gobernación. En una de las mesas los esperaba Armando Ríos Piter, coordinador del PRD en la Cámara de Diputados, quien dos días antes había acordado verse con Blake Mora en ese sitio. Iban a tratar asuntos de política, pero, como solía hacerlo, a manera de preámbulo en sus encuentros, primero habló de su familia.
—Mi esposa (Gloria Cossío) puso una regla desde que llegamos a la Ciudad de México: entre semana José Francisco (de ocho años) y Gloria (de once) deben irse a la cama a las ocho treinta de la noche, en punto, —contó un poco triste.
El mesero interrumpió la charla. Entregó las cartas. Blake Mora pidió un tequila reposado y ordenó una ensalada de lechugas, con vinagre balsámico, y una entraña término tres cuartos. El legislador pidió lo mismo.
—Mi hijo hoy estaba feliz porque fui a verlo a un festival en el colegio —dijo Ríos Piter.
—El mío me reclama, añadió Blake Mora, me dice: “Papi ¿Tú por qué trabajas tanto, si me has dicho que las jornadas son de ocho horas.”
La plática se fue por otros temas antes de entrar al asunto que los había llevado allí. El secretario hizo un recuento de su vida en la política desde hace más de 20 años, su paso como funcionario municipal, secretario de Gobierno en Baja California hasta 2010, su papel como diputado federal. Rió al recordar la anécdota en que la diputada Beatriz Paredes detuvo el reloj parlamentario en 2002 para aprobar el Presupuesto “en tiempo y forma” y no violar la ley.
La mesa contigua
En una mesa contigua estaba Manuel Añorve, presidente municipal de Acapulco. Se paró a saludarlo, comentaron el programa de Guerrero Seguro. Blake continuó la charla con Ríos Piter. Le dijo sentirse contento por su familia y por los amigos con los que le ha tocado trabajar juntos en los últimos años. Nombró a Juan Marcos; Rubén Alfonso Fernández, subsecretario de Enlace Legislativo, y José Óscar Vega.
El secretario no aceptó llamadas telefónicas durante la cena, pero no le molestó que el perredista sí contestara el teléfono; comprendió el papel de su acompañante en plena negociación presupuestal. La misma tolerancia había tenido por la mañana cuando se reunió con el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, con quien había tratado el mismo asunto para el que estaba esa noche, la última de su vida: buscar una salida negociada al movimiento de Martín Esparza, líder del Sindicato Mexicano de Electricistas.
Durante la cena cada uno volvió a pedir un tequila. El secretario dijo a Armando que por la mañana iría a Morelos y volvería en la tarde para encerrarse en su oficina y seguir hasta el domingo el tema electoral de Michoacán, pues hasta cierto grado mostró preocupación por la jornada electoral y los grupos violentos. Y al final se concentró en el tema del SME, escuchó algunas propuestas y quedó de reunirse el lunes con Ríos Piter y Ebrard. Unos minutos antes de las once de la noche salieron del restaurante.
—Nos vemos pronto mi hermano —se despidió el funcionario federal del perredista, luego de un abrazo.
Por la mañana del viernes, Armando recibió un mensaje en su BlackBerry: “¿Que murió el secretario de Gobernación?, —preguntó su compañera Leticia Quezada. El diputado sintió que se le aflojaron las piernas, estaba en un encuentro con el priista Emilio Chuayffet. Se desató el nudo de la corbata y se puso a redactar un mensaje.
“Subsecretario, ¿nuestro amigo está bien?”, escribió Armando Ríos Piter a Juan Marcos.
“No lo encontramos”, contestó.
Armando lo pensó dos veces, pero escribió directamente a la BlackBerry de José Francisco a las 11:46 de la mañana: “Secretario, ¿Estás bien?”. Armando, por un momento recuperó el aliento. El mensaje había sido recibido. “Mira, tiene la D (de recibido)”, dijo al reportero.
Lamentablemente, Blake Mora tenía más de una hora de muerto. El teléfono del funcionario fue lo único que se recuperó intacto del fatal accidente en que junto con él murieron otras siete personas.
Al restaurante entró acompañado de su mejor amigo desde hace más de 15 años: Juan Marcos Gutiérrez, el número dos de Gobernación. En una de las mesas los esperaba Armando Ríos Piter, coordinador del PRD en la Cámara de Diputados, quien dos días antes había acordado verse con Blake Mora en ese sitio. Iban a tratar asuntos de política, pero, como solía hacerlo, a manera de preámbulo en sus encuentros, primero habló de su familia.
—Mi esposa (Gloria Cossío) puso una regla desde que llegamos a la Ciudad de México: entre semana José Francisco (de ocho años) y Gloria (de once) deben irse a la cama a las ocho treinta de la noche, en punto, —contó un poco triste.
El mesero interrumpió la charla. Entregó las cartas. Blake Mora pidió un tequila reposado y ordenó una ensalada de lechugas, con vinagre balsámico, y una entraña término tres cuartos. El legislador pidió lo mismo.
—Mi hijo hoy estaba feliz porque fui a verlo a un festival en el colegio —dijo Ríos Piter.
—El mío me reclama, añadió Blake Mora, me dice: “Papi ¿Tú por qué trabajas tanto, si me has dicho que las jornadas son de ocho horas.”
La plática se fue por otros temas antes de entrar al asunto que los había llevado allí. El secretario hizo un recuento de su vida en la política desde hace más de 20 años, su paso como funcionario municipal, secretario de Gobierno en Baja California hasta 2010, su papel como diputado federal. Rió al recordar la anécdota en que la diputada Beatriz Paredes detuvo el reloj parlamentario en 2002 para aprobar el Presupuesto “en tiempo y forma” y no violar la ley.
La mesa contigua
En una mesa contigua estaba Manuel Añorve, presidente municipal de Acapulco. Se paró a saludarlo, comentaron el programa de Guerrero Seguro. Blake continuó la charla con Ríos Piter. Le dijo sentirse contento por su familia y por los amigos con los que le ha tocado trabajar juntos en los últimos años. Nombró a Juan Marcos; Rubén Alfonso Fernández, subsecretario de Enlace Legislativo, y José Óscar Vega.
El secretario no aceptó llamadas telefónicas durante la cena, pero no le molestó que el perredista sí contestara el teléfono; comprendió el papel de su acompañante en plena negociación presupuestal. La misma tolerancia había tenido por la mañana cuando se reunió con el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, con quien había tratado el mismo asunto para el que estaba esa noche, la última de su vida: buscar una salida negociada al movimiento de Martín Esparza, líder del Sindicato Mexicano de Electricistas.
Durante la cena cada uno volvió a pedir un tequila. El secretario dijo a Armando que por la mañana iría a Morelos y volvería en la tarde para encerrarse en su oficina y seguir hasta el domingo el tema electoral de Michoacán, pues hasta cierto grado mostró preocupación por la jornada electoral y los grupos violentos. Y al final se concentró en el tema del SME, escuchó algunas propuestas y quedó de reunirse el lunes con Ríos Piter y Ebrard. Unos minutos antes de las once de la noche salieron del restaurante.
—Nos vemos pronto mi hermano —se despidió el funcionario federal del perredista, luego de un abrazo.
Por la mañana del viernes, Armando recibió un mensaje en su BlackBerry: “¿Que murió el secretario de Gobernación?, —preguntó su compañera Leticia Quezada. El diputado sintió que se le aflojaron las piernas, estaba en un encuentro con el priista Emilio Chuayffet. Se desató el nudo de la corbata y se puso a redactar un mensaje.
“Subsecretario, ¿nuestro amigo está bien?”, escribió Armando Ríos Piter a Juan Marcos.
“No lo encontramos”, contestó.
Armando lo pensó dos veces, pero escribió directamente a la BlackBerry de José Francisco a las 11:46 de la mañana: “Secretario, ¿Estás bien?”. Armando, por un momento recuperó el aliento. El mensaje había sido recibido. “Mira, tiene la D (de recibido)”, dijo al reportero.
Lamentablemente, Blake Mora tenía más de una hora de muerto. El teléfono del funcionario fue lo único que se recuperó intacto del fatal accidente en que junto con él murieron otras siete personas.
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