06 noviembre, 2011

Paseo a trote de caballo por San Miguel de Allende

Más allá de los hoteles boutique y las galerías de arte, este lugar se recorre a todo galope, disfrutando de sus paisajes

Laura Llerena
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En el rancho Xocolotle, los caballerangos animan a los jinetes más atrevidos a galopar.


CIUDAD DE MÉXICO, 6 de noviembre.- A aproximadamente 30 minutos de San Miguel de Allende, el rancho Xocolotle aguarda con una sorpresa de aventura para hacerle saber a los visitantes que esta ciudad de Guanajuato, también ofrece actividades para los más osados.

Coyote Canyon Adventure es el nombre que recibe el entretenimiento en San Miguel de Allende, donde es posible realizar diversas actividades que van desde practicar rappel, pasear en bicicleta, cuatrimoto o caballo, y hasta sobrevolar el cielo en un globo aeroestático. Al final, es posible disfrutar de una comida ranchera y acampar bajo un cielo nocturno estrellado.

Esta vez, un recorrido de dos horas y media a lomo de caballo fue la opción para disfrutar del paisaje que ofrece esta zona de San Miguel de Allende, alejada de sus clásicas callejuelas con fachadas de colores.

En el rancho Xocolotle los pulmones se llenan de aire puro y el olor a hierba recién cortada se cuela por doquier.

Los caballerangos de este rancho, quienes se han dedicado a realizar cabalgatas desde hace más de diez años y tienen en este sitio su hogar, eligen el mejor caballo para los valientes jinetes, según el temperamento de cada persona, pues si bien los caballos están adiestrados para convivir con el ser humano y hacer este tipo de recorridos, hay unos más dóciles que otros, como el mío, uno bien portado, adecuado a mi poca experiencia y nervios de sobra.

Como en las películas

En hilera, cada jinete en su caballo, nos disponemos para iniciar la aventura. A la delantera va Jesús, uno de los caballerangos del rancho, quien guía a los paseantes, seguido de los jinetes más valientes dispuestos a cabalgar con él hasta donde su miedo comience a hacer de las suyas. Después, los menos osados, les seguimos el paso con un trote ligero. A nuestro lado, también va el señor Javier que tiene sus 60 años de vida en este rancho.

El paisaje, con su extenso territorio de llanos verdes, los acantilados de formas irregulares que se miran imponentes a lo lejos y el riachuelo que corre debajo del cañón, recuerdan las películas del Viejo Oeste.

A Carlos en cambio, uno de los jinetes que, por primera vez visita este lugar, un comercial de cigarros le llega a la mente.

Mientras avanzamos, Jesús canta al tono que prefiere, alguna canción ranchera ad hoc a nuestro paseo y alguien más se une a su letra, haciendo el recorrido más ameno.

Hay partes del camino por donde es necesario ir despacio, como cuando descendemos hacia el fondo del cañón, pues las rocas y la inclinación no lo permiten. En este tramo, los caballos se mueven con sumo cuidado para evitar resbalar. Al ver hacia un costado, por la orilla del cañón, el vértigo es inevitable.

En un principio varios nos oponemos a cabalgar y preferimos disfrutar del paisaje, sin prisa; pero una vez que llegamos al riachuelo y observamos el galope de los caballos que se adelantan en el camino, aunado a los gritos de alegría que sueltan los aventureros jinetes, decidimos intentarlo.

Nos sostenemos tan fuerte de la silla de montar que, al final, nos duelen las manos. El secreto para no despegarse de la silla y que el dolor al día siguiente no aparezca en las piernas, consiste en afianzarse bien al estribo de la misma, dice Jesús.

Con el galopar del caballo la adrenalina no se hace esperar. Es entonces cuando entendemos de lo que el señor Javier hablaba: “la libertad es lo que más me gusta de este sitio”, decía en un principio.

Luego de la travesía, una comida ranchera con frijoles, queso, unas tortas de papa y tortillas hechas a mano son la recompensa.

En este lugar también se puede visitar la zona arqueológica de la Cañada de la Virgen, de 16 hectáreas de terreno, en lo que fuera una hacienda de igual nombre. Son cuatro conjuntos de estructuras de patio hundido y pirámide, una calzada ceremonial y una laguna artificial. El sitio fue habitado entre los años 540 y 1050 de nuestra era, construido con cantera, basalto y toba en un altiplano rodeado de cañones y peñas.

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