La colusión entre los bancos de Wall Street y los organismos que supuestamente deben de vigilarlos hace que criminales de cuello blanco gozen de total impunidad y mientras que cientos de miles de personas van a la cárcel por cosas como fumar una planta, ninguno de los ejecutivos de Wall Street, que roban miles de millones de dólares, pisa la prisión
El escritor Matt Taibbi, uno de los pocos escritores que ha expuesto la mafia de Wall Street en los medios del mainstream, cuenta que preparando su más reciente artículo para Rolling Stone estaba en un bar con un ex investigador del Senado quien, tomando una cerveza, le dijo “Todo está jodido y nadie va a la cárcel. Ahí tienes toda tu historia. No tienes que ni siquiera escribir el resto. Sólo escribe eso”.
Es posible que esa impunidad rampante que caracteriza al mundo de los grandes bancos y sus ejecutivos no sólo sea una de las causas principales por las cuales constantemente, y sin mostrar el más mínimo escrupulo, se crean complejos instrumentos financieros para enriquer a una élite y sumir a los ciudadanos de clase media y baja en crisis económicas como la que vivimos en el 2008, es posible que esto sea una de las causas principales, a fin de cuentas, de la pobreza, desigualdad y enfermedad que asola al planeta. La mafia que opera en Wall Street es a fin de cuentas la mafia de mafias (capo de capos) y se extiende a negocios como el de las drogas, las armas y las farmacéuticas.
“Nadie va a la cárcel. Ese podría ser el mantra de la era de la crisis financiera”, dice Taibbi. Una era que vio a a casi todos los bancos importantes y compañías financieras de Wall Street involucrados en obscenos escándalos que empobrecieron a millones de personas y colectivamente destruyeron cientos de miles de millones de dólares, hasta billones de dólares de la riqueza del mundo -y nadie fue a la cárcel. O sólo Bernie Madoff, el famoso embaucador cuyas víctimas, y ahí esta su caída, fueron otras gentes ricas. El mismo Madoff ha dicho que los bancos sabían que estaba operando un esquema Ponzi, que no había forma que no lo supieran (en realidad todo el sistema era o es un esquema Ponzi).
Lehman Brothers escondió miles de millones de dólares de sus inversionistas.
Bank of America mintió sobre sus enormes bonos, ocultando 5.8 mil millones de dólares en estas gratificaciones como parte de su toma de Merrill Lynch.
Goldman Sachs ocultó a sus clientes cómo había armado las hipotecas tóxicas hechas para perder que estaba vendiendo. Este banco de inversión fue multado 550 millones de dólares pero ninguno de sus ejecutivos fue a la cárcel. Incluyendo a Fabrice “Fabulous Fab” Tourre quien durante una junta con las “víctimas” a las que les iban a vender este producto financiero envío un mail a un amigo en el que se burlaba de sus clientes y describía el producto como “surreal”.
El director de derivados de la aseguradora AIG, Joe Cassano, le aseguró a los inversionistas que no perderían ni un sólo dólar sabiendo que AIG, la aseguradora más grande del mundo, iba a a colapsar. La Financial Crisis Inquiry Commission declaró que los ingresos de AIG fueron intencionalmente sobrevaluados por 3.6 mil millones de dólares.
El director de Lehman Dick “El Gorila” Fuld convientemente no dio a conocer 263 millones de dólares en compensaciones.
Citigroup escondió cerca de 40 mil millones de dólares en perdidas de sus inversionistas. En julio pasado el SEC se arregló con Citi por 75 millones de dólares.
Pese estas multimillonarias violaciones, ningún miembro de estos bancos está en la cárcel. Es más, las personas que cometieron estos crímenes, cuando fueron multados por ser sorprendidos defraudando a sus accionistas, usaron el dinero de los accionistas para pagar la cuenta de la justicia. Después de la crisis del 2008, orquestada en buena medida por las siniestras operaciones de Wall Street, el gobierno de Estados Unidos dio, como parte del rescate financiero, 700 mil millones de dólares a los bancos del dinero de los contribuyentes. Sólo porque eran demasiado importantes y “demasiado grandes para dejar caer”. De esta forma concretando el robo más grande de la historia.
El problema es que, si bien existen varias agencias supuestamente vigilando a Wall Street, ningún organismo tiene poder para perseguir criminalmente a Wall Street (además de que es difícil trazar una lína entre dónde empiezan estas agencias semiprivadas como la Reserva Federal o el Commodity Futures Trading Commission y los bancos de Wall Street). El organismo federal que supuestamente tiene la mayor responsabilidad en vigilar a Wall Street es la Securities and Exchange Commission (SEC). Esta agencia independiente del gobierno federal está encargada de vigilar la venta de acciones bajo información privilegiada (el llamado insider trading), así como negocios que violan las regulaciones impuestas a compañías públicas que cotizan en la bolsa -lo que generalmente sucede es que estas compañías ocultan información de sus accionistas o del público que busca comprar acciones. Pero el SEC tampoco tiene poder para perseguir criminalmente, tiene que reportar al Deapartamento de Justicia.
Mientras que el SEC depende del Departamento de Justicia para iniciar acción legal, el Departamneto de Justicia necesita de los expertos del SEC para perseguir criminales en estos rubros ya que estos crímenes involucran complejos instrumentos financieros que requieren que los fiscales sean expertos en finanzas. Esto es algo que Wall Street sabe y por esos los funcionarios del SEC son sobornados o se les da entrada posteriormente a posciones en los bancos con salarios que jamás imaginarían haber ganado, como es el caso de su actual director.
“El sistema de justicia no sólo es pésimo castigando a los criminales financieros, en realidad ha evolucionado a convertirse en un mecanismo para proteger a los criminales financieros”, escribe Taibbi.
Lynn Turner, un ex directivo del SEC, dice de manera oscura: “Creo que es una equivocación asumir que siquiera tenemos una agencia de impartición de justicia en lo que se refiere a Wall Street”.
Garry Aguirre, un ex investigador del SEC, incluso fue despedido por intentar investigar el caso de John Mack, ahora director de Morgan Stanley, quien todo indica utilizó información privilegiada para que su amigo Art Samberg de la nada empezara a comprar una oscura compañía llamada Heller, que días después fue “imprevistamente” comprada por General Electric, cosechando una ganancia de 18 millones de dólares por una hora de trabajo.
La SEC luego tuvo que pagarle 750 mil dóilares por despido injustifiocado a Aguirre, pero ni Mack ni Samberg fueron tocados.
El mismo Aguirre el año pasado asistiendo a una conferencia de impartición de la ley financiera en Nueva York detectó el oscuro engranaje que permite a esta mafia operar. Al fijarse en la lista de los 1500 asistentes, Aguirre descubrió que buena parte de ellos habían trabajado tanto para el gobierno o los organismos regulatorios como representando a los bancos de Wall Street, borrando la frontera entre la iniciativa privada y el sector público (algo que Mussolini definía como fascismo). No se trata de los policías persiguiendo a los ladrones, sino de un cóctel de amigos y colegas que constantemente cambian de bando y se pasan el sombrero.
El actual direcor del SEC Robert Khuzami fue consejero antes del Deutsche Bank , donde había sido contratado por el ex director de la SEC Dick Walwer y fue recomendado para su cargo por el senador predilecto de Wall Street, Chuck Schumer.
En la conferencia Khuzami dijo que se estaría formando una nueva iniciativa de cooperación con el fin de motivar a que los reprsentantes legales de los ejecutivos de Wall Street se acercaran al SEC para reportar algún tipo de fraude y obetner información si serían perseguidos criminalmente. En otras palabras el SEC anunció que serviría como intermediario entre ellos y el Departamento de Justicia para negociar sus multas e impedir pasar tiempo en prisión.
Quizás lo más escandoloso es que mientras no se persigue criminalmente a nadie en Wall Street, en los últimos años ha aumentado en Estados Unidos el 77% de los procesos criminales contra inmigrantes ilegales y tan solo el año pasado fueron arrestadas 50,383 personas por posesión de marihuana solo en Nueva York. Esta cifra rebasa, de acuerdo a un estudio realizado por la Drug Policy Alliance, a todos los arrestos que se concretaron por la misma causa a lo largo de 18 años (1978-1996). Sin duda, es un buen negocio ser un criminal de cuello blanco; los ejecutivos de la mafia de Wall Street pueden estar tranquilos cuando caminan por las calles: toda la policía está ocupada buscando detener a personas que fuman marihuana, mientras ellos lavan impúnemente el dinero de las drogas en sus fortalezas bancarias y se van a dormir con sus paracaídas de oro.
Taibbi dice que una de las cosas que permiten esta impunidad es que para la mayoría de las personas los crímenes financieros no parecen ser reales; no son como cuando alguien asalta una licorería y muestra una escopeta. Pero estos crímenes son mucho peores, son crímenes intelectuales -cínicos- realizados por personas que no tienen una estricta necesidad económica y afectan a millones de personas. La mafia de Wall Street opera bajo este razonamiento: Robemos lo que podamos y luego desafiemos a las víctimas a que intenten reclamar su dinero a través de esta burocracia que tenemos cautiva.
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