Ambos presidentes deberán tomar medidas radicales dada la gravedad de los problemas económicos que enfrentan.
Ángel VerdugoComo cada 12 años, los procesos electorales para elegir Presidente en México y Estados Unidos, coinciden. Tanto allá como aquí, en estos meses, nos encontramos en el periodo previo a la definición del candidato de cada partido; si bien para algunos las “primarias” de allá son similares a nuestras precampañas, la realidad es otra.
Los procesos electorales en ambos países, difieren de manera significativa; no únicamente en la parte previa a la definición de los candidatos sino en el manejo global del proceso, su financiamiento, así como la forma de elegir al Presidente en cada país.
Al margen de esas diferencias y algunas coincidencias, quiero comentar una característica que tiene que ver, no con los procesos y su soporte legal, sino con las personas que buscan ser candidatos a la Presidencia, tanto en México como en Estados Unidos.
Esta vez, a la coincidencia temporal se une otra que nos hermana: el futuro complicado de ambos países y las deficiencias estructurales —que en muchos casos son parecidas por no decir iguales—. Si quisiere buscar una figura fácil de entender para describir el futuro de ambos países —al menos en la esfera económica—, diría que en ambos “el futuro se ve negro”.
Las dificultades que los próximos presidentes enfrentarán y a las cuales deberán buscarles solución —a partir de diciembre de 2012 en México y enero de 2013 en Estados Unidos—, muy posiblemente no tienen comparación con la magnitud de lo enfrentado en ambos países en los últimos 50 o 60 años. Esto se explica porque las soluciones reales y efectivas de muchos problemas se fueron posponiendo una y otra vez; a medida que la complejidad de los mismos se hacía mayor y el margen de maniobra se reducía, el destino nos alcanzaba.
Esta vez, no hay para dónde hacerse; ambos presidentes deberán tomar medidas radicales dada la gravedad de los problemas económicos que enfrentan ambos países; la elusión —durante años— de la responsabilidad política de gobernantes y legisladores, muy posiblemente dé paso a medidas impopulares entre amplios grupos sociales en ambos países.
Ahora bien, ¿si la situación arriba descrita reflejare bien la realidad, por qué alguien en sus cinco sentidos y sensato desearía ser Presidente? ¿Qué andaría mal en su cabeza, para hacer a un lado el buen juicio y lanzarse en pos de un objetivo que en modo alguno le sería favorable, dada la severidad de los problemas a enfrentar?
La ambición por el poder, ¿es tan fuerte que hace perder el juicio a una persona sensata? Con tal de alcanzarlo —para su uso y disfrute—, ¿son capaces de prometer “la luna y las estrellas” para lograr el voto y llegar a la Presidencia? Esto que vemos hoy —aquí y en Estados Unidos—, es lo que ven los franceses, verán los italianos y han visto estos meses los españoles.
¿Significa lo anterior, que para buscar la Presidencia
—en México, Estados Unidos, Francia, Italia y España— se requiere estar “medio zafado”? ¿Será éste el requisito ineludible para todo aquél que quiera hoy, ser Presidente en esos países y en muchos otros más?
Creo que no es así; sin embargo, ¿qué esperan obtener a cambio de “su sacrificio”, los que triunfarán en esas carreras que parecen de locos? ¿Cosquillas en su ego, reconocimiento social y pasar a la historia? Desearía que, al menos en México, así fuere pero, al margen de sus deseos y ante los resultados anteriores —aconseja el sentido común—, cuidemos muy bien los recursos públicos.
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