Durante gran parte del año, el ejecutivo manufacturero británico Will Tyler ha examinado con atención los problemas de la zona euro y agradece que Gran Bretaña sea haya mantenido al margen. Ahora, cuando la crisis del bloque económico empieza a arrastrar a los países europeos que no comparten el euro, Tyler cuestiona el valor de la membrecía en este club.
Muchas empresas de las economías europeas que conservan sus monedas—como Suecia, Gran Bretaña y un buen número de países de Europa Oriental y que representan alrededor de un cuarto del PIB de la Unión Europea— albergan las mismas dudas.
La razón principal es simple. La zona euro absorbe alrededor de la mitad de sus exportaciones combinadas. Sin embargo, la volatilidad cambiaria extrema, una mayor incertidumbre política y económica y los signos de interrogación en torno de los países que aspiraban a unirse al bloque monetario también están pasando factura.
Incluso países como Gran Bretaña y Suecia han tenido que pagar una parte de la cuenta de los rescates de la zona euro mediante sus contribuciones al Fondo Monetario Internacional, préstamos bilaterales y uno de los principales fondos de rescate de la Unión Europea. En el caso de la atribulada Gran Bretaña, eso se traduce en una exposición crediticia del orden de los 13.570 millones de libras esterlinas, unos US$21.600 millones.
"Me complace que [Gran Bretaña] permaneciera al margen de la zona euro, porque no queríamos estar sujetos a los vaivenes de otras economías", señaló Tyler, presidente ejecutivo de Octink, fabricante de productos para eventos de marketing. "Pero lo que descubrimos es que eso no marca ninguna diferencia ahora", añade.
Muchos políticos británicos nunca han mirado con buenos ojos a la zona euro, pero las empresas no han tenido la misma precaución. Vodafone Group PLC, el mayor operador de telefonía móvil del mundo por ingresos, realiza más de dos tercios de sus negocios en el continente y anunció en mayo una rebaja contable por US$9.800 millones ligada al menor valor de sus operaciones en España, Italia, Irlanda, Grecia y Portugal para el año finalizado el 31 de marzo.
Desde las empresas que venden repuestos a la gigantesca industria automotriz de la zona euro, a los húngaros que venden caracoles a Francia, las empresas más pequeñas, que en general carecen de la diversificación de las más grandes, se han visto muy afectadas.
"En comparación con el volumen visto hace dos o tres años, ha habido una caída de entre 35% y 40% en las ventas de caracoles, y una disminución de los precios de venta de entre 20% y 22%", señala Istvan Pacs, presidente de una cámara húngara de criadores de caracoles.
Los países europeos que no son parte de la zona euro pueden controlar sus propias tasas de interés y naciones como Suecia, Dinamarca y Gran Bretaña han servido como refugio de los inversionistas. A pesar de contar con uno de los mayores déficits fiscales del mundo, los rendimientos de la deuda pública británica están entre los más bajos de la UE, mientras que los de Suecia son los más bajos.
Sin embargo, esto ha disparado algunas monedas. Desde marzo de 2009, la corona sueca ha subido alrededor de 23% frente al euro.
"La corona fuerte ha hecho que las ganancias que damos a conocer parezcan diferentes a lo que yo, como presidente ejecutivo, siento que estamos logrando desde el punto de vista de las operaciones", explicaba Lars Nyberg, presidente ejecutivo de la empresa de telecomunicaciones sueca TeliaSonera, en una reciente entrevista.
La volatilidad del euro se está transformando en un gran dolor de cabeza. La semana pasada, Peter Mathews, comerciante de chatarra, canceló acuerdos debido a que la moneda común se movía tan de prisa que su empresa, Black Country Metals Ltd., estaba en dificultades para ofrecer presupuestos oportunos a sus clientes.
Las dificultades del euro están avivando las preocupaciones en algunas naciones de Europa del Este que querían unirse al bloque monetario, en tanto que políticos de países como Polonia y Hungría se preguntan si su ingreso es algo conveniente. Esto es visto como una mala noticia, incluso en Gran Bretaña, un país tradicionalmente escéptico del euro.
James Robson, director de la empresa química británica Exwold Technology, quiere expandirse en Europa del Este y le preocupa que la región no adopte el euro. "Tenía grandes esperanzas de que la adopción del euro facilitara el comercio con ellos y el acceso al crédito a las empresas de allí", señala.
Las empresas tienen una preocupación mayor: que los problemas de la zona euro afecten la percepción de la región en su conjunto. Una reciente encuesta realizada por la organización German Marshall Fund en Estados Unidos halló que 51% de los estadounidenses creía que los países asiáticos eran más importantes para ellos que los de la UE, en un giro en relación con la encuesta anterior, cuando 54% de los entrevistados veían a los europeos como más importantes.
Mientras la crisis acapara los titulares de la prensa, la ya frágil confianza de los consumidores europeos se ha desplomado. A mediados de año, el indicador de la confianza del consumidor danés se ubicaba en 3, mientras que ahora se halla en -6,6, señaló Niels Roenholdt, economista en Jyske Bank.
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