Dora Fernández
Cuando en el Master de Comercio Exterior de la Universidad de Barcelona le preguntaron a Renhaig cuál era el objetivo de su vida, este compañero de aula, respondió: Ser millonario. Porque esa es la meta de los jóvenes chinos. Sus padres y abuelos, de origen humilde, trabajaron y ahorraron para educarlo y aunque está orgulloso de su cultura, tiene muy claro que sólo el dinero le dará posición.
El pertenece a la generación de hijos únicos, porque para la sociedad china, la mujer es una ciudadana de segunda clase. Aunque también las mujeres compiten por su propio espacio. Esa idea podría explicar la conducta de la gente frente al inhumano atropello que sufrió una y otra vez la pequeña Yue Yue, de 2 años, y todo el mundo vía internet comprobó la frialdad e indiferencia de sus compatriotas. Además, el transportista comentó que prefería su muerte, para ahorrar costos.
¿Acaso este suceso es la radiografía de la potencia que impresiona al mundo? Es difícil creer que una cultura ancestralmente espiritual que rinde culto a sus ancianos, esté tan desprovista de valores. No podemos creer que sus ciudadanos actúen como seres robotizados, despojados de sensibilidad hacia la condición humana. Haciendo tabla rasa de los derechos humanos. O es que las pérdidas y ganancias son el leitmotiv de sus existencias o tal vez la clave de su ascenso.
A pesar de la crisis que amenaza a los países desarrollados, China es una potencia en auge, cuya paridad de poder adquisitivo se ha multiplicado. Según la Economist Intelligence Unit (EIU 2006), su Producto Interno Bruto podría alcanzar el 19.4 por ciento del producto mundial en 2020, superando a Estados Unidos. Pablo Bustelo, citando a Poncet 2006, especula que en el año 2050 podría llegar al 21.8 por ciento.
Una de sus fortalezas la constituyen sus 1.340 millones de habitantes. Pero en el 2015 China se tendrá que enfrentar al envejecimiento de su población, y en ese caso, se verá obligada a alentar la inmigración de la gente del campo hacia las ciudades. Esto podría crearle problemas: quienes trabajan en la urbe ganan en salario el triple que la gente del área rural.
China es presionada por la industrialización y esto se refleja en la dependencia energética, que en el año 2009 llegó a 6,930 millones de barriles de petróleo al día. La Agencia Internacional de Energía proyecta que en el 2020 se multiplicará a 10.1 mbd. Según Wu Libo, catedrático de la Universidad de Fudan, ellos deberían usar energías alternativas.
Además, el alza de los salarios repercutirá en los precios de los productos finales, pero Asia todavía es el principal proveedor de manufacturas o ensamblaje de componentes y productos intermedios del orbe. Su máquina de producción no se detiene y aunque su modelo político es cuestionable, han logrado sacar de la pobreza a 400 millones de personas. Sus técnicos están conscientes de que para mantenerse en la cúspide están obligados a sofisticar su industria e incrementar su participación en servicios.
Los chinos viven del comercio, lo prueban sus estadísticas, pero sus métodos no son éticos, por ello el Senado norteamericano aprobó un proyecto de ley que les afectaría al posibilitar al gobierno estadounidense la aplicación de aranceles de compensación a los productos de países que subsidien sus exportaciones mediante la subvaluación de su moneda. Este tema causa escozor a los orientales, pero competir con ellos es imposible, dado el manejo del yuan, los subsidios y la intervención estatal en las empresas. No existe respeto por la propiedad intelectual y sus socios deben aportar tecnología a cambio de acceso a su mercado. Sin embargo, Estados Unidos también sabe que Pekín es un mal necesario y que esta ley sólo es una escaramuza para quien avala sus acreencias.
A pesar de las diferencias culturales y políticas de la economía china, el gobierno norteamericano está obligado a conciliar, acudir a la OMC, quizás podría ser una salida diplomática, tal como lo sugirió en una nota The Economist. Habría que tomar en cuenta que en esa nación es donde prevalece el adagio “no importa el color del gato, lo que importa es que cace ratones”.
El pertenece a la generación de hijos únicos, porque para la sociedad china, la mujer es una ciudadana de segunda clase. Aunque también las mujeres compiten por su propio espacio. Esa idea podría explicar la conducta de la gente frente al inhumano atropello que sufrió una y otra vez la pequeña Yue Yue, de 2 años, y todo el mundo vía internet comprobó la frialdad e indiferencia de sus compatriotas. Además, el transportista comentó que prefería su muerte, para ahorrar costos.
¿Acaso este suceso es la radiografía de la potencia que impresiona al mundo? Es difícil creer que una cultura ancestralmente espiritual que rinde culto a sus ancianos, esté tan desprovista de valores. No podemos creer que sus ciudadanos actúen como seres robotizados, despojados de sensibilidad hacia la condición humana. Haciendo tabla rasa de los derechos humanos. O es que las pérdidas y ganancias son el leitmotiv de sus existencias o tal vez la clave de su ascenso.
A pesar de la crisis que amenaza a los países desarrollados, China es una potencia en auge, cuya paridad de poder adquisitivo se ha multiplicado. Según la Economist Intelligence Unit (EIU 2006), su Producto Interno Bruto podría alcanzar el 19.4 por ciento del producto mundial en 2020, superando a Estados Unidos. Pablo Bustelo, citando a Poncet 2006, especula que en el año 2050 podría llegar al 21.8 por ciento.
Una de sus fortalezas la constituyen sus 1.340 millones de habitantes. Pero en el 2015 China se tendrá que enfrentar al envejecimiento de su población, y en ese caso, se verá obligada a alentar la inmigración de la gente del campo hacia las ciudades. Esto podría crearle problemas: quienes trabajan en la urbe ganan en salario el triple que la gente del área rural.
China es presionada por la industrialización y esto se refleja en la dependencia energética, que en el año 2009 llegó a 6,930 millones de barriles de petróleo al día. La Agencia Internacional de Energía proyecta que en el 2020 se multiplicará a 10.1 mbd. Según Wu Libo, catedrático de la Universidad de Fudan, ellos deberían usar energías alternativas.
Además, el alza de los salarios repercutirá en los precios de los productos finales, pero Asia todavía es el principal proveedor de manufacturas o ensamblaje de componentes y productos intermedios del orbe. Su máquina de producción no se detiene y aunque su modelo político es cuestionable, han logrado sacar de la pobreza a 400 millones de personas. Sus técnicos están conscientes de que para mantenerse en la cúspide están obligados a sofisticar su industria e incrementar su participación en servicios.
Los chinos viven del comercio, lo prueban sus estadísticas, pero sus métodos no son éticos, por ello el Senado norteamericano aprobó un proyecto de ley que les afectaría al posibilitar al gobierno estadounidense la aplicación de aranceles de compensación a los productos de países que subsidien sus exportaciones mediante la subvaluación de su moneda. Este tema causa escozor a los orientales, pero competir con ellos es imposible, dado el manejo del yuan, los subsidios y la intervención estatal en las empresas. No existe respeto por la propiedad intelectual y sus socios deben aportar tecnología a cambio de acceso a su mercado. Sin embargo, Estados Unidos también sabe que Pekín es un mal necesario y que esta ley sólo es una escaramuza para quien avala sus acreencias.
A pesar de las diferencias culturales y políticas de la economía china, el gobierno norteamericano está obligado a conciliar, acudir a la OMC, quizás podría ser una salida diplomática, tal como lo sugirió en una nota The Economist. Habría que tomar en cuenta que en esa nación es donde prevalece el adagio “no importa el color del gato, lo que importa es que cace ratones”.
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