16 diciembre, 2011

1968; 1971; 2011

Martín Moreno
Desde hace 40 años no se asesinaba, en México, a estudiantes. De Tlatelolco a San Cosme y a la Autopista del Sol. Del Ejército en 1968, a los Los Halcones de 1971. Ayer, Díaz Ordaz y Luis Echeverría. Hoy, el gobernador Ángel Aguirre. La historia se repite, como tragedia y farsa, pero lleva la marca de la represión, la brutalidad y la muerte.


La sangre estudiantil ha vuelto a manchar al país.
¿Que Gabriel Echeverría de Jesús y Jorge Alexis Herrera Pino pertenecían al ala radical de la Escuela Normal de Ayotzinapa? Sí. ¿Que hacían de la protesta su manera de hacerse escuchar? También. ¿Que bloqueaban caminos y autopistas? Cierto. Pero nada, absolutamente nada, justifica que hayan sido muertos a balazos.
Echeverría de Jesús recibió un balazo en el cuello; Herrera Pino, en la cabeza. Asesinados por protestar. “Quien les tiró no era ningún principiante, porque a los dos les tiraron en la cabeza”, aseguró Javier Monroy, integrante del Taller de Desarrollo Comunitario (Tadeco).
Sí, quien o quienes jalaron del gatillo, querían matar a Gabriel y a Jorge Alexis. De eso no hay duda. Fulminarlos. ¿Defensa propia? Hasta hoy se ha descartado, ya que no hay pruebas que demuestren que los estudiantes iban armados, como lo dijo inicialmente el hoy destituido procurador de Justicia de Guerrero, Alberto López Rosas. Mentiroso.
Y en medio de los muertos, la disputa política, el agravio del poder enlutando aún más, con su insensibilidad, a dos familias que perdieron a sus hijos.
De un lado, el gobierno de Guerrero, encabezado por el priista disfrazado de perredista Ángel Aguirre señala  a elementos de la Policía Federal como presuntos responsables de haber disparado.
Pero un video de la SSP deslindó a los agentes federales de la agresión y reveló que agentes ministeriales de Guerrero fueron quienes lo hicieron.
“Se dio un fuego cruzado entre agentes federales y policías locales”, aseguró Javier Monroy. Quien haya sido. El resultado fue que, 40 años después de aquella tarde asesina del Jueves de Corpus en San Cosme —cuando los “halcones” de Echeverría mataron a decenas de estudiantes—, y a 43 años de Tlatelolco 1968 —cuando el Ejército de Díaz Ordaz acribilló a quienes protestaban en la Plaza de las Tres Culturas—, la represión oficial volvió a aparecer, cobrando vidas estudiantiles.
Al gobierno de Ángel Aguirre le importa más, en estos momentos, el “control de daños”, que dar el pésame a las familias Echeverría y Herrera Pino. “Tengo la conciencia tranquila… y aquí seguimos”, dijo el tránsfuga del PRI. Vaya cachaza. Defiende su sobrevivencia política mientras a unos kilómetros velan a los muertos.
“Si no mataron a un perro…”, le responde doña María Azucena de Jesús, madre de Gabriel.
A los políticos se les mide en la adversidad. Aguirre ya sabe que no es lo mismo retratarse con Sophia Loren y Alain Delon, que enfrentar una revuelta social. “Yo no ordené disparar”, alega. No se necesita una orden directa para matar. Malo, si lo hizo. Pésimo, si al gobernador de Guerrero nadie le hace caso y se dispara contra estudiantes, suponiendo que Aguirre no lo ordenó así. De las dos formas queda mal parado.
Aguirre despidió al procurador de Justicia, al secretario de Seguridad Pública y al subsecretario de Gobierno. ¿Y? ¿Se van a su casa a comer pavito y abrir regalos? Ayer, 11 agentes de Guerrero fueron remitidos a la PGR ¿Y los altos mandos?
No vayan a salir con que Gabriel y Jorge Alexis se suicidaron.
Aguirre podrá quedarse en el cargo, aunque lo saludable sería que pidiera licencia mientras se investigan estos asesinatos.
Las protestas en Guerrero, el DF, Tlaxcala… y hasta en Chile, arreciaron por los asesinatos de Gabriel y de Jorge Alexis. Y no van a cesar. Será una bola de nieve. Van por la renuncia del gobernador Aguirre. Ya lo veremos. Aunque eso sería lo de menos.
Era lo que nos faltaba: asesinar a estudiantes.

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