UNA VIVIENDA destruida en noviembre del 2010 en un barrio de Ciudad Mier, cuyos habitantes huyeron despavoridos en el 2010 por la ola de violencia narco.
CHRISTOPHER SHERMAN
AP
CIUDAD MIER -- Los colegiales volvieron a recrearse en la plaza del pueblo donde el año pasado pistoleros de grupos narcotraficantes incendiaron una estación policial y descuartizaron a un hombre.
Al anochecer, la gente del pueblo juega vóleibol en la plaza situada frente al edificio policial, cuya fachada de piedra había sido quemada pero que ahora está restaurada. Las plantas se ven acicaladas y las calles que otrora retumbaban por las balaceras ahora están tranquilas y limpias. Ciudad Mier ha comenzado a verse como el “pueblo mágico” del que hablan los folletos turísticos.
Pero la mayoría de los negocios han cerrado y no se ven muchos vehículos por las calles, que a menudo son patrulladas por camiones del Ejército. El alcalde calcula que un tercio de la población de Mier de 8,000 habitantes no ha regresado. La mayoría sigue aterrorizada por los nueve meses que les tocó vivir, con tiroteos en las calles, matanzas y desapariciones, que les hicieron abandonar el pueblo hace un año.
“Cuando vives una experiencia en carne propia, la gente se queda con esa imagen”, expresó el alcalde Alberto González Peña. “A veces es difícil borrarla”, agregó.
La confianza en Mier, o la falta de ésta, se ha convertido en un verdadero examen para la política de seguridad del presidente Felipe Calderón en su esfuerzo por pacificar el territorio que ha sido invadido por grupos de narcotraficantes en un conflicto que ha dejado unos 40.000 muertos a nivel nacional.
Un batallón de 653 soldados llegó en octubre y recorrió las calles precedido por una banda militar cuando el ejército de México despachó su primer “cuartel móvil”, una iniciativa que apela a los militares para restablecer el control de áreas violentas.
Muchos residentes saludaron a los soldados y portaban carteles expresando su agradecimiento. La Secretaría de Defensa dijo en aquel entonces que las nuevas fuerzas “sin lugar a dudas generarían confianza y calma” y restablecerían la normalidad.
Se proyectan establecer unidades similares en otros puntos del violento norte.
Sin embargo, hasta el momento, el Ejército ha traído seguridad, pero no confianza. Todos saben que los soldados no se quedarán en el lugar para siempre.
Mier está situado junto a un camino que une territorios controlados por grupos de narcotraficantes rivales, los Zetas y el cartel del Golfo, y se ha convertido en un ejemplo de la estrategia de Calderón de usar a los militares para restablecer el orden, destacó Samuel Logan, director ejecutivo de Southern Pulse, una firma de análisis de riesgos especializada en el crimen organizado de América Latina.
Logan dice que la estrategia es insostenible porque la presencia temporal del ejército no puede sustituir una política civil permanente.
Ahora al iniciar su último año en la presidencia, “Calderón tiene que hacer algo”, destacó el experto. “Y va a verse obligado a movilizar más de estas unidades desplazables por un lado y a demostrar que busca una solución más permanente y una mejor capacitación de las fuerzas policiales” por el otro.
México ha recurrido cada vez más a sus fuerzas militares para imponer la ley debido a que sus reiteradas campañas de limpieza no han logrado eliminar la corrupción y la falta de profesionalismo existentes en las filas policiales del país, que ha menudo están infiltradas por el crimen organizado.
Al anochecer, la gente del pueblo juega vóleibol en la plaza situada frente al edificio policial, cuya fachada de piedra había sido quemada pero que ahora está restaurada. Las plantas se ven acicaladas y las calles que otrora retumbaban por las balaceras ahora están tranquilas y limpias. Ciudad Mier ha comenzado a verse como el “pueblo mágico” del que hablan los folletos turísticos.
Pero la mayoría de los negocios han cerrado y no se ven muchos vehículos por las calles, que a menudo son patrulladas por camiones del Ejército. El alcalde calcula que un tercio de la población de Mier de 8,000 habitantes no ha regresado. La mayoría sigue aterrorizada por los nueve meses que les tocó vivir, con tiroteos en las calles, matanzas y desapariciones, que les hicieron abandonar el pueblo hace un año.
“Cuando vives una experiencia en carne propia, la gente se queda con esa imagen”, expresó el alcalde Alberto González Peña. “A veces es difícil borrarla”, agregó.
La confianza en Mier, o la falta de ésta, se ha convertido en un verdadero examen para la política de seguridad del presidente Felipe Calderón en su esfuerzo por pacificar el territorio que ha sido invadido por grupos de narcotraficantes en un conflicto que ha dejado unos 40.000 muertos a nivel nacional.
Un batallón de 653 soldados llegó en octubre y recorrió las calles precedido por una banda militar cuando el ejército de México despachó su primer “cuartel móvil”, una iniciativa que apela a los militares para restablecer el control de áreas violentas.
Muchos residentes saludaron a los soldados y portaban carteles expresando su agradecimiento. La Secretaría de Defensa dijo en aquel entonces que las nuevas fuerzas “sin lugar a dudas generarían confianza y calma” y restablecerían la normalidad.
Se proyectan establecer unidades similares en otros puntos del violento norte.
Sin embargo, hasta el momento, el Ejército ha traído seguridad, pero no confianza. Todos saben que los soldados no se quedarán en el lugar para siempre.
Mier está situado junto a un camino que une territorios controlados por grupos de narcotraficantes rivales, los Zetas y el cartel del Golfo, y se ha convertido en un ejemplo de la estrategia de Calderón de usar a los militares para restablecer el orden, destacó Samuel Logan, director ejecutivo de Southern Pulse, una firma de análisis de riesgos especializada en el crimen organizado de América Latina.
Logan dice que la estrategia es insostenible porque la presencia temporal del ejército no puede sustituir una política civil permanente.
Ahora al iniciar su último año en la presidencia, “Calderón tiene que hacer algo”, destacó el experto. “Y va a verse obligado a movilizar más de estas unidades desplazables por un lado y a demostrar que busca una solución más permanente y una mejor capacitación de las fuerzas policiales” por el otro.
México ha recurrido cada vez más a sus fuerzas militares para imponer la ley debido a que sus reiteradas campañas de limpieza no han logrado eliminar la corrupción y la falta de profesionalismo existentes en las filas policiales del país, que ha menudo están infiltradas por el crimen organizado.
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