23 diciembre, 2011

La teocracia secular

La teocracia secular

Secular TheocracyPor David Theroux
Los fundamentos y el absurdo de la tiranía moderna


La Parte 1 de este artículo fue publicada originalmente en To the Source. La Parte 2 será publicada en enero de 2012.
Parte 1:
Vivimos en un mundo cada vez más secularizado de masivos y penetrantes Estados-naciones en los cuales la religión tradicional, especialmente el cristianismo, es considerada inoportuna e incluso un peligro real, sobre la base de una supuesta historia de intolerancia y “violencia religiosa”. Esto lo hallamos en la mayor parte de los ámbitos “públicos”, incluidas las instituciones educativas, las empresas, el gobierno, el bienestar social, el transporte, los parques y la recreación, la ciencia, el arte, las relaciones exteriores, la economía, el entretenimiento y los medios de comunicación. Una esfera pública secularizada y vigilada por el gobierno es vista como algo que ofrece un ámbito neutral, racional, libre y seguro, que impide que las fuerzas “irracionales” de la religión generen conflictos y oscuridad. Y se nos dice que el verdadero progreso requiere expandir esta esfera haciendo retroceder siempre a la religión hacia los rincones más remotos de la sociedad donde tiene poca o ninguna influencia. En síntesis, los Estados Unidos modernos se han convertido en una teocracia secular con la religión cívica de la política nacional (nacionalismo) ocupando el ámbito público en el cual el gobierno ha reemplazado a Dios.

Para el renombrado académico y escritor cristiano C.S. Lewis, esta visión era fatalmente errónea moral, intelectual y espiritualmente, produciendo el surgimiento del Estado total, la guerra total, y los mega-genocidios del siglo XX. Para Lewis, el cristianismo ofrecía una cosmovisión veraz y coherente aplicable a todas las aspiraciones y esfuerzos humanos: “Creo en el cristianismo como creo que ha salido el sol, no sólo porque lo veo, sino porque por él veo todo lo demás”. (The Weight of Glory) [1]
En su libro, The Discarded Image, Lewis reveló que para los cristianos medievales, no existía una división entre lo sagrado y lo secular y que esta unificada y teopolítica cosmovisión de esperanza, alegría, libertad, justicia, y el propósito de la entrañable gracia de Dios les permitió descubrir los principios objetivos del derecho natural de la ética, la ciencia y la teología, produciendo un inmenso florecimiento humano. [2] Lewis describió a la ley natural como un estándar objetivo, cohesivo e interconectado de la conducta correcta:
Esto a lo que he denominado por conveniencia el Tao, y que otros pueden llamar derecho natural o moral tradicional o los primeros principios de la razón práctica o las primeras banalidades, no es uno entre una serie de posibles sistemas de valor. Es la única fuente de todos los juicios de valor. Si es rechazada, todos los valores son rechazados. Si algún valor es retenido, ella es retenida. El esfuerzo por refutarla y plantear un nuevo sistema de valores en su lugar es contradictorio en sí mismo. Nunca ha habido, y nunca habrá, un juicio de valor radicalmente nuevo en la historia del mundo. Los que pretenden ser sistemas nuevos o (como ahora los llaman) “ideologías”, consisten todos de fragmentos del propio Tao. Arrancados arbitrariamente de su contexto en el todo y luego llevados a la locura en su aislamiento, aún así deben al Tao y sólo a él la validez que poseen. Si mi deber para con mis padres es una superstición, también lo es mi deber con la posteridad. Si la justicia es una superstición, entonces también lo es mi deber para con mi país o mi raza. Si la búsqueda del conocimiento científico es un valor real, entonces también lo es la fidelidad conyugal. (The Abolition of Man) [3]
Y en su reciente libro, The Victory of Reason, Rodney Stark ha demostrado además “¿Cómo el cristianismo condujo a la libertad, el capitalismo, y el éxito de Occidente”. [4] Del mismo modo, y antes del surgimiento del Estado-nación secular en los EE.UU., Alexis de Tocqueville documentó en su obra de 1835, La democracia en América, la notable flexibilidad, vitalidad y cohesión de la libertad basadas en el cristianismo en la sociedad estadounidense con las empresas, iglesias y sociedades de socorro, los contratos y otras instituciones y comunidades privadas. [5]
En su libro, The Myth of Religious Violence: Secular Ideology and the Roots of Modern Conflict, William Cavanaugh señala de manera similar que para San Agustín y el mundo antiguo, la religión no era un ámbito distinto separado de lo secular. El origen del término “religión” (religio) procedía de la antigua Roma (re-ligare, volver a enlazar o vincular) como una seria obligación de una persona según el derecho natural (“religio para mí"), no sólo en un santuario, sino también en los juramentos cívicos y rituales familiares que la mayoría de los occidentales de hoy considerarían seculares. En la Edad Media, Tomás de Aquino veía además a la religio no como un conjunto de creencias privadas sino como una devoción hacia la excelencia moral en todos los ámbitos. [6]
Sin embargo, en el Renacimiento, la religión era vista como un impulso “privado”, distinto de la política, la economía y la ciencia “seculares”. [7] Esta visión “moderna” de la religión inició la declinación de la iglesia como la práctica pública y comunal de la virtud de la religio. Y durante la Ilustración, John Locke había distinguido entre la “fuerza externa” de los funcionarios civiles y la “persuasión interior” de la religión. Creía que la harmonía civil requería una estricta división entre el Estado, cuyos intereses son “públicos”, y la iglesia, cuyos intereses son “privados”, liberando por consiguiente a la esfera pública de lo puramente secular. Para Locke, la iglesia es una “sociedad voluntaria de hombres”, pero la obediencia al Estado es obligatoria. [8]
El subsiguiente surgimiento del Estado moderno que reclama un monopolio de la violencia, la legislación, y la lealtad del público dentro de un determinado territorio dependió ya sea de la absorción de la iglesia en el Estado o del hecho de relegar a la iglesia a un ámbito privado. Como señala Cavanaugh:
La clave de este movimiento es la aseveración de que los asuntos de la iglesia son la religión. La religión debe aparecer, por lo tanto, no como con lo que la iglesia se queda una vez que ha sido despojada de la relevancia terrenal, sino como el esfuerzo humano eterno y esencial al que las acciones de la iglesia siempre deberían haber estado confinadas.... A raíz de la Reforma, los príncipes y reyes tendieron a afirmar su autoridad sobre la Iglesia en sus reinos, como en la Alemania de Lutero y la Inglaterra de Enrique VIII.... La nueva concepción de la religión ayudó a facilitar la transición a la dominación del Estado sobre la iglesia al distinguir a la religión interior de las disciplinas corporales del Estado. [9]
Para figuras de la Ilustración como Jean-Jacques Rousseau que desechaban el derecho natural, la “religión cívica” como la de los regímenes democráticos “es una nueva creación que confiere el carácter sagrado a las instituciones y símbolos democráticos”. [10] Y en sus influyentes escritos, Edward Gibbon y Voltaire afirmaron que las guerras de religión en los siglos XVI y XVII eran “el último suspiro de la barbarie y el fanatismo medieval antes que la oscuridad fuese disipada”. [11] Gibbon y Voltaire consideraban que después de que la Reforma dividió a la cristiandad por motivos religiosos, los católicos y protestantes comenzaron a matarse unos a otros por más de un siglo, demostrando el inherente peligro de la religión “pública”. La supuesta solución fue el Estado moderno, en el cual las lealtades religiosas fueron subvertidas y el Estado se aseguró un monopolio de la violencia. A partir de entonces, el fanatismo religioso sería doblegado, uniendo a todos en la lealtad al Estado secular. Sin embargo, este es un infundado “mito de la violencia religiosa”. La relación entre la construcción del Estado y la guerra ha sido bien documentada, como señaló el historiador Charles Tilly: “La guerra hizo al Estado, y el Estado hizo la guerra”. [12] En el período propiamente dicho de la construcción del Estado europeo, la causa más seria de la violencia y el factor central en el crecimiento del Estado fue el intento de recaudar impuestos de un populacho poco dispuesto con las elites locales resistiendo los esfuerzos de la edificación del Estado de los reyes y emperadores. El punto es que el surgimiento del Estado moderno no era en absoluto la solución a la violencia de la religión. Por el contrario, la absorción de la iglesia por el Estado que comenzó mucho antes de la Reforma fue crucial para el surgimiento del Estado y las guerras de los siglos XVI y XVII.
Sin embargo, Voltaire distinguió entre la “religión del Estado” y la “religión teológica” de la cual “Una religión de Estado no puede causar jamás disturbio alguno. Esto no es cierto respecto de la religión teológica; es la fuente de todas las sandeces y disturbios imaginables; es la madre del fanatismo y la discordia civil; es enemiga de la humanidad”. [13] Lo que Rousseau proponía en su lugar era complementar a la religión puramente “privada” del hombre con una religión civil o política pensada para vincular al ciudadano con el Estado: “En cuanto a ese hombre que, después de haberse comprometido públicamente a los artículos de fe del Estado, actúa en cualquier ocasión como si no creyese en ellos, déjese que su castigo sea la muerte. Ha cometido el más grande de todos los crímenes: Ha mentido en presencia de las leyes”. [14]
Como resultado de ello, la Ilustración puso en marcha lo que se ha convertido en la teocracia secular de hoy día que es autoritaria e hipócrita no solo por su negación de una condena moral de la violencia secular, sino por su exaltación de la violencia como altamente encomiable.

No hay comentarios.: