La teocracia secular
Los fundamentos y el absurdo de la tiranía moderna
La Parte 1 de este artículo fue publicada originalmente en To the Source. La Parte 2 será publicada en enero de 2012.
Parte 1:
Vivimos en un mundo cada vez más
secularizado de masivos y penetrantes Estados-naciones en los cuales la
religión tradicional, especialmente el cristianismo, es considerada
inoportuna e incluso un peligro real, sobre la base de una supuesta
historia de intolerancia y “violencia religiosa”. Esto lo hallamos en la
mayor parte de los ámbitos “públicos”, incluidas las instituciones
educativas, las empresas, el gobierno, el bienestar social, el
transporte, los parques y la recreación, la ciencia, el arte, las
relaciones exteriores, la economía, el entretenimiento y los medios de
comunicación. Una esfera pública secularizada y vigilada por el gobierno
es vista como algo que ofrece un ámbito neutral, racional, libre y
seguro, que impide que las fuerzas “irracionales” de la religión generen
conflictos y oscuridad. Y se nos dice que el verdadero progreso
requiere expandir esta esfera haciendo retroceder siempre a la religión
hacia los rincones más remotos de la sociedad donde tiene poca o ninguna
influencia. En síntesis, los Estados Unidos modernos se han convertido
en una teocracia secular con la religión cívica de la política nacional
(nacionalismo) ocupando el ámbito público en el cual el gobierno ha
reemplazado a Dios.
Para el renombrado académico y escritor
cristiano C.S. Lewis, esta visión era fatalmente errónea moral,
intelectual y espiritualmente, produciendo el surgimiento del Estado
total, la guerra total, y los mega-genocidios del siglo XX. Para Lewis,
el cristianismo ofrecía una cosmovisión veraz y coherente aplicable a todas
las aspiraciones y esfuerzos humanos: “Creo en el cristianismo como
creo que ha salido el sol, no sólo porque lo veo, sino porque por él veo
todo lo demás”. (The Weight of Glory) [1]
En su libro, The Discarded Image,
Lewis reveló que para los cristianos medievales, no existía una
división entre lo sagrado y lo secular y que esta unificada y
teopolítica cosmovisión de esperanza, alegría, libertad, justicia, y el
propósito de la entrañable gracia de Dios les permitió descubrir los
principios objetivos del derecho natural de la ética, la ciencia y la
teología, produciendo un inmenso florecimiento humano. [2] Lewis
describió a la ley natural como un estándar objetivo, cohesivo e
interconectado de la conducta correcta:
Esto a lo que he denominado por conveniencia el Tao, y que otros pueden llamar derecho natural o moral tradicional o los primeros principios de la razón práctica o las primeras banalidades, no es uno entre una serie de posibles sistemas de valor. Es la única fuente de todos los juicios de valor. Si es rechazada, todos los valores son rechazados. Si algún valor es retenido, ella es retenida. El esfuerzo por refutarla y plantear un nuevo sistema de valores en su lugar es contradictorio en sí mismo. Nunca ha habido, y nunca habrá, un juicio de valor radicalmente nuevo en la historia del mundo. Los que pretenden ser sistemas nuevos o (como ahora los llaman) “ideologías”, consisten todos de fragmentos del propio Tao. Arrancados arbitrariamente de su contexto en el todo y luego llevados a la locura en su aislamiento, aún así deben al Tao y sólo a él la validez que poseen. Si mi deber para con mis padres es una superstición, también lo es mi deber con la posteridad. Si la justicia es una superstición, entonces también lo es mi deber para con mi país o mi raza. Si la búsqueda del conocimiento científico es un valor real, entonces también lo es la fidelidad conyugal. (The Abolition of Man) [3]
Y en su reciente libro, The Victory of Reason, Rodney Stark ha demostrado además “¿Cómo el cristianismo condujo a la libertad, el capitalismo, y el éxito de Occidente”.
[4] Del mismo modo, y antes del surgimiento del Estado-nación secular
en los EE.UU., Alexis de Tocqueville documentó en su obra de 1835, La democracia en América,
la notable flexibilidad, vitalidad y cohesión de la libertad basadas en
el cristianismo en la sociedad estadounidense con las empresas,
iglesias y sociedades de socorro, los contratos y otras instituciones y
comunidades privadas. [5]
En su libro, The Myth of Religious Violence: Secular Ideology and the Roots of Modern Conflict,
William Cavanaugh señala de manera similar que para San Agustín y el
mundo antiguo, la religión no era un ámbito distinto separado de lo
secular. El origen del término “religión” (religio) procedía de
la antigua Roma (re-ligare, volver a enlazar o vincular) como una seria
obligación de una persona según el derecho natural (“religio
para mí"), no sólo en un santuario, sino también en los juramentos
cívicos y rituales familiares que la mayoría de los occidentales de hoy
considerarían seculares. En la Edad Media, Tomás de Aquino veía además a
la religio no como un conjunto de creencias privadas sino como una devoción hacia la excelencia moral en todos los ámbitos. [6]
Sin embargo, en el Renacimiento, la
religión era vista como un impulso “privado”, distinto de la política,
la economía y la ciencia “seculares”. [7] Esta visión “moderna” de la
religión inició la declinación de la iglesia como la práctica pública y
comunal de la virtud de la religio. Y durante la Ilustración,
John Locke había distinguido entre la “fuerza externa” de los
funcionarios civiles y la “persuasión interior” de la religión. Creía
que la harmonía civil requería una estricta división entre el Estado,
cuyos intereses son “públicos”, y la iglesia, cuyos intereses son
“privados”, liberando por consiguiente a la esfera pública de lo
puramente secular. Para Locke, la iglesia es una “sociedad voluntaria de
hombres”, pero la obediencia al Estado es obligatoria. [8]
El subsiguiente surgimiento del Estado
moderno que reclama un monopolio de la violencia, la legislación, y la
lealtad del público dentro de un determinado territorio dependió ya sea
de la absorción de la iglesia en el Estado o del hecho de relegar a la
iglesia a un ámbito privado. Como señala Cavanaugh:
La clave de este movimiento es la aseveración de que los asuntos de la iglesia son la religión. La religión debe aparecer, por lo tanto, no como con lo que la iglesia se queda una vez que ha sido despojada de la relevancia terrenal, sino como el esfuerzo humano eterno y esencial al que las acciones de la iglesia siempre deberían haber estado confinadas.... A raíz de la Reforma, los príncipes y reyes tendieron a afirmar su autoridad sobre la Iglesia en sus reinos, como en la Alemania de Lutero y la Inglaterra de Enrique VIII.... La nueva concepción de la religión ayudó a facilitar la transición a la dominación del Estado sobre la iglesia al distinguir a la religión interior de las disciplinas corporales del Estado. [9]
Para figuras de la Ilustración como
Jean-Jacques Rousseau que desechaban el derecho natural, la “religión
cívica” como la de los regímenes democráticos “es una nueva creación que
confiere el carácter sagrado a las instituciones y símbolos
democráticos”. [10] Y en sus influyentes escritos, Edward Gibbon y
Voltaire afirmaron que las guerras de religión en los siglos XVI y XVII
eran “el último suspiro de la barbarie y el fanatismo medieval antes que
la oscuridad fuese disipada”. [11] Gibbon y Voltaire consideraban que
después de que la Reforma dividió a la cristiandad por motivos
religiosos, los católicos y protestantes comenzaron a matarse unos a
otros por más de un siglo, demostrando el inherente peligro de la
religión “pública”. La supuesta solución fue el Estado moderno, en el
cual las lealtades religiosas fueron subvertidas y el Estado se aseguró
un monopolio de la violencia. A partir de entonces, el fanatismo
religioso sería doblegado, uniendo a todos en la lealtad al Estado
secular. Sin embargo, este es un infundado “mito de la violencia
religiosa”. La relación entre la construcción del Estado y la guerra ha
sido bien documentada, como señaló el historiador Charles Tilly: “La
guerra hizo al Estado, y el Estado hizo la guerra”. [12] En el período
propiamente dicho de la construcción del Estado europeo, la causa más
seria de la violencia y el factor central en el crecimiento del Estado
fue el intento de recaudar impuestos de un populacho poco dispuesto con
las elites locales resistiendo los esfuerzos de la edificación del
Estado de los reyes y emperadores. El punto es que el surgimiento del
Estado moderno no era en absoluto la solución a la violencia de la
religión. Por el contrario, la absorción de la iglesia por el Estado que
comenzó mucho antes de la Reforma fue crucial para el surgimiento del
Estado y las guerras de los siglos XVI y XVII.
Sin embargo, Voltaire distinguió entre
la “religión del Estado” y la “religión teológica” de la cual “Una
religión de Estado no puede causar jamás disturbio alguno. Esto no es
cierto respecto de la religión teológica; es la fuente de todas las
sandeces y disturbios imaginables; es la madre del fanatismo y la
discordia civil; es enemiga de la humanidad”. [13] Lo que Rousseau
proponía en su lugar era complementar a la religión puramente “privada”
del hombre con una religión civil o política pensada para vincular al
ciudadano con el Estado: “En cuanto a ese hombre que, después de haberse
comprometido públicamente a los artículos de fe del Estado, actúa en
cualquier ocasión como si no creyese en ellos, déjese que su castigo sea
la muerte. Ha cometido el más grande de todos los crímenes: Ha mentido
en presencia de las leyes”. [14]
Como resultado de ello, la Ilustración
puso en marcha lo que se ha convertido en la teocracia secular de hoy
día que es autoritaria e hipócrita no solo por su negación de una
condena moral de la violencia secular, sino por su exaltación de la
violencia como altamente encomiable.
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