16 diciembre, 2011

Los mexicanos que no pueden escapar de la violencia narco

En la década del 90, miles de habitantes de Veracruz emigraron al norte de México, especialmente a Ciudad Juárez, en busca de mejores oportunidades de trabajo. Pero la violencia del narcotráfico los obligó a volver a sus hogares, donde supuestamente reinaba la paz y la seguridad. Hoy, el terror de la guerra narco los ha perseguido hasta el propio estado sureño.
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La violencia narco sigue expandiéndose por todo el territorio nacional - AP
TERROR EN CIUDAD JUÁREZ

Rafael Echevarría tenía un empleo estable en una fábrica, una vivienda modesta y suficiente dinero para llevar ocasionalmente a su familia a comer a un restaurante de McDonald's.

Llevaba una buena vida hasta que la guerra de las drogas estalló en Ciudad Juárez. A eso se sumaron dos robos en los que los ladrones ingresaron a su casa, un grupo de extorsionadores lanzó una amenaza a la escuela donde estudiaba su hija y quienes al final atacaron a disparos el autobús de la institución.

Cuando comenzaron los disparos, Valeria, de seis años, se lanzó al piso, rompiéndose un diente. Le salió tanta sangre de la boca que sus padres pensaron que la niña había recibido un tiro.

Al día siguiente, Echevarría, su esposa y sus dos hijos abordaron un vuelo de regreso al sureño Veracruz, su estado natal. Algo similar han hecho otras 1.600 personas que alguna vez emigraron al norte en busca de empleo en las "maquiladoras" (plantas extranjeras de ensamblaje) y que luego regresaron al sur en busca de seguridad.

VIOLENCIA EN VERACRUZ

El gobierno del estado de Veracruz pagó los vuelos y garantizó a los refugiados de la guerra del narcotráfico que tendrían empleos, educación y vivienda. En aquel momento, los Echevarría pensaron que aquella era la única solución, pero la violencia los siguió hasta Veracruz.

Las ofensivas militares contra los cárteles de las drogas y las disputas entre las distintas organizaciones criminales han llevado la guerra a zonas otrora tranquilas. Un año después de su huida, los Echevarría no sólo se vieron atrapados de nuevo en una oleada de violencia, sino que siguen sin recibir la ayuda prometida.

En Ciudad Juárez, los Echevarría tenían una casa y una camioneta. En Veracruz han debido empeñar sus aparatos electrónicos y mudarse a una humilde casa de concreto para pagar sus gastos. El sacrificio de la solvencia para tener seguridad resultó infructuoso.

La familia figura entre los miles de mexicanos que forman la diáspora de la violencia del narcotráfico que parece extenderse y desplazarse en vez de cesar, mientras más de 45.000 efectivos combaten a los cárteles y varios recuentos apuntan a una cifra de más de 40.000 muertos.

MUDANZAS OBLIGATORIAS


Sondeos recientes de la firma Parametría encontraron que 1,6 millones de mexicanos se han mudado por la violencia de las drogas desde 2006. Un estudio del Centro de Observación de Desplazados Internos, con sede en Ginebra, calculó el número en 230.000 en 2010 y estimó que la mitad de esa cifra huyó a Estados Unidos.

Otro estudio, del demógrafo Rodolfo Rubio en el Colegio de la Frontera Norte, señala que 200.000 personas han emigrado de Ciudad Juárez a otras ciudades estadounidenses entre 2007 y 2010. Muchos de los afectados son trabajadores o pobres que no pueden salir del país.

EMIGRACIÓN AL NORTE


Veracruz es un húmedo estado costero tropical, pero también cuenta con zonas montañosas. En su suelo se cultiva lo mismo el café que la caña de azúcar. Se le conoce por la belleza de sus paisajes, sus cultivos ricos y su concurrido puerto homónimo, uno de los más grandes de México.

Sin embargo, fue la falta de oportunidades en la zona lo que llevó a miles de veracruzanos al norte desde la década de 1990, cuando las maquiladoras comenzaron a reclutar a obreros de ensamblaje con salarios y prestaciones superiores a los que se ofrecen en promedio en el resto de México.

Para 2008, la guerra del narcotráfico había acabado con la paz. Dos cárteles rivales, el de Juárez y el de Sinaloa, comenzaron a pelear por el control del lucrativo corredor para llevar estupefacientes a Estados Unidos. El índice anual de homicidios se incrementó casi al doble, de 1.600 en 2008 a 3.100 en 2010.

El presidente Felipe Calderón ordenó el emplazamiento de miles de soldados para enfrentar a los cárteles y envió luego a la Policía federal para que patrullara las calles.

LOS ZETAS

Veracruz ha sido durante mucho tiempo un punto en la ruta por la que transitan drogas y migrantes desde el sur. Durante años, estuvo dominado por el Cártel del Golfo, que colaboraba con una banda de sicarios formada por ex miembros de fuerzas especiales del Ejército, Los Zetas.

Cuando el estado y el puerto eran controlados por una sola organización, había menos violencia, pero a comienzos de 2010, Los Zetas se escindieron del Cártel del Golfo y desencadenaron una lucha atroz en el estado de Tamaulipas, fronterizo con Estados Unidos y ubicado al norte de Veracruz.

Este año, una ofensiva del gobierno para detener esos enfrentamientos hizo que la violencia se propagara también a Veracruz.

El derramamiento de sangre empeoró en los últimos meses, cuando un tercer cártel, supuestamente alineado con el capo más buscado y poderoso de México, Joaquín "El Chapo" Guzmán, llegó a Veracruz en busca de controlar las operaciones del narcotráfico.

Los resultados de esta lucha entre organizaciones distintas quedaron a la vista de los veracruzanos en septiembre, cuando un grupo de hombres embozados interrumpió el tránsito a la hora en que era más intenso, para arrojar 35 cadáveres estrangulados en una de las principales avenidas del puerto.

¿Podrá México en algún momento superar esta triste realidad? ¿Terminará alguna vez la guerra narco, no sólo entre cárteles, sino también entre el gobierno y el crimen organizado?

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