El aparato de propaganda del régimen
estadounidense ha difundido en el orbe la imagen de que Estados
Unidos es la víctima mundial del tráfico de narcóticos mientras las
autoridades de ese país fingen combatirlo.
¿Cómo es que la nación más poderosa
del mundo en el plano económico y militar es impotente para derrotar
al narcotráfico? La respuesta es clara. El narcotráfico es aliado
perfecto de Estados Unidos.
El narcotráfico dota al régimen de
Estados Unidos de un flexible mecanismo de control interno, da
pretextos para presionar a otras naciones, en especial
latinoamericanas, y fortalece la economía estadounidense al exportar
inflación mediante el lavado de dinero.
Decomisos ocasionales de narcóticos,
arrestos espectaculares de jefes del narcotráfico, tiroteos con
muertos, imágenes conmovedoras de jóvenes adictos y robos violentos
relacionados con las drogas son sólo parte del espectáculo con
actores reales montado por la propaganda del régimen de Washington.
Antes que en combatir al
narcotráfico, el régimen de Estados Unidos está muchísimo más
interesado en prevenir una revuelta interna. Según publicaciones
especializadas, existen al menos unos 50 grupos armados opositores
al régimen de Washington. Quizás algunos de esos grupos fueron
creados por las autoridades para infiltrar lo que perciben como la
amenaza interior.
El régimen en Washington sabe que una revuelta en
Estados Unidos sumiría al país en un conflicto faccional y étnico de
una violencia e impetuosidad extraordinarias debido a la
proliferación de armamento entre la población y al carácter
cosmopolita de la ciudadanía. Los horrores y tristezas del reciente
conflicto en Bosnia-Herzegovina serían empequeñecidos ante los que
ocurrirían en una eventual guerra interna en Estados Unidos.
Mientras en América Latina los conflictos armados
internos han tendido a solucionarse, salvo en Colombia y Perú, en
Estados Unidos las acciones de aparente terrorismo han arreciado en los
últimos tiempos.
El atentado con bomba contra un edificio
gubernamental en Oklahoma en 1995, la sublevación del dirigente pseudo
religioso David Koresh en Waco, Texas, y otros sucesos similares exaltan
el descontento de sectores de la sociedad estadounidense contra el
régimen de Washington. Con esta panorámica, la jerarquía de gobierno en
Washington puede estar más preocupada en no combatir al narcotráfico en
el interior y tolerar que los "empresarios de los narcóticos" tengan la
iniciativa de someter a la población mediante las adicciones.
En México, territorio de tránsito de la
droga a Estados Unidos, los conquistadores españoles fomentaron como
estrategia de dominio el consumo de la bebida embriagante llamada pulque
entre los jóvenes aztecas, a quienes les estaba prohibido beberlo.
El narcotráfico no es un fenómeno nuevo
en Estados Unidos. Desde antes de Eliot Ness y los intocables, los jefes
del hampa traficaban narcóticos y alcohol en su país. En tiempos más
recientes, en la década pasada, el régimen de Estados Unidos se alió a
narcotraficantes para vender droga entre sus habitantes para adquirir
recursos a fin de armar y financiar una fuerza que combatiera al
gobierno
sandinista de Nicaragua.
En política exterior, el narcotráfico se
convirtió en el pretexto ideal de Washington para entrometerse en los
asuntos internos de otros países, en especial latinoamericanos, e
intentar someterlos a sus designios. El narcotráfico fue el pretexto
sustituto de la guerra contra el comunismo que Estados Unidos "libró" en
el continente, o sea el nuevo mecanismo de presión para el control de
las naciones latinoamericanas.
En las últimas dos décadas, el aparato de
propaganda de Washington pintó los conflictos armados en Centroamérica
como un pleito entre Washington y Moscú y no como sucesos originados por
la desigualdad y la opresión en los estados afectados, es decir
Nicaragua, Guatemala y El Salvador.
La llamada "certificación" o aprobación
de la lucha antinarcóticos que Estados Unidos otorga a los países es
parte del espectáculo macabro de Washington para espantar a los
gobiernos que padecen corrupción y anemia democrática en el continente.
En el plano económico, el narcotráfico
beneficia a Estados Unidos a través del lavado de dinero, ya que los
narcotraficantes dejan droga y se llevan millonadas de dólares, pero
cargan al mismo tiempo con inflación de ese país. Estados Unidos riega
inflación en sus miles de millones de dólares que circulan en el mundo.
Según expertos estadounidenses, el
narcotráfico mundial representa un comercio al año por 500 mil millones
de dólares, que sobrepasa en 42 por ciento la permanencia de 350 mil
millones de dólares que circulan fuera de Estados Unidos.
Michael Gallant Smith
es Periodista mexicano.
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