por Carlos Rodríguez Braun
Carlos Rodríguez Braun es doctor en Ciencias Económicas por la
Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia del
Pensamiento Económico en la misma universidad.
Los habituales reproches antibritánicos a raíz de la cumbre
“refundadora” de Europa me hicieron recordar la frase más polémica de Margaret Thatcher: “no hay tal cosa como la sociedad”. Bob Low aclaró en la revista Standpoint el origen de la frase, que apareció en una entrevista en Woman’s Own
en 1987. Esto dijo la señora Thatcher: “Hemos atravesado un periodo
donde a demasiados niños y a demasiada gente se les ha hecho pensar de
esta forma: ‘¡tengo un problema, la labor del Estado es resolverlo!’. O
‘¡tengo un problema, conseguiré un subsidio para resolverlo!’. O ‘¡No
tengo vivienda, el Estado debe dármela!’. Al hacer eso trasladan sus
problemas a la sociedad, y ¿quién es la sociedad? No existe tal cosa. Lo
que existe son hombres y mujeres individuales, existen las familias. No
hay Estado que pueda hacer nada sino es a través de las personas, y las
personas se preocupan primero de sí mismas”.
Fue tal la rechifla que provocó esta declaración que en sus memorias
Thatcher puntualizó que quiso decir que “la sociedad no es una
abstracción…sino una estructura viva de individuos, familias, vecinos y
asociaciones voluntarias”. Low dice que ella no inventó la frase, que
corresponde al escritor David Lodge en su novela de 1962 Ginger, You’re Barmy. Ambos la utilizan en contextos parecidos, defendiendo la autonomía individual y previniendo contra los intentos de hacernos a todos subordinados del Estado.
Ahora reflorece en Europa la vieja fantasía de que el Estado es la
solución, y no el problema, aunque debe cambiar de forma, y “ceder
soberanía” a escala nacional para trasladarla a escala europea. Desde
luego, ceder soberanía al soberano, al pueblo, a la sociedad, eso nunca,
como veremos con el recorte de libertades, en el que no darán un paso
atrás los socialistas de todos los partidos. Hablan con arrobo de la
“Europa social” como hablan siempre de cosas sociales, y siempre en
sentido elogioso, pero, aunque “social” tenga muchos significados o se
utilice en contextos y para objetivos diferentes, existe un hilo
conductor capaz de hilvanarlos. Los que en España y Europa dan la
tabarra con lo social no lo hacen al tuntún, porque en el fondo de las
acepciones hay siempre una fundamental: el poder. En efecto, para
entender qué quiere decir derecho social, justicia social, gasto social o
Europa social, conviene sustituir “social” por “político”.
Y por ese motivo cabe encender las alarmas, y respaldar a Margaret
Thatcher en su recelo frente a la idea de sociedad, una idea que cuando
se concreta no lo hace en mujeres y hombres libres, en sus derechos,
contratos e instituciones. Cuando se concreta no se refiere a la gente
libre sino al intervencionismo de sus autoridades,
también las de Europa. Todo recelo es poco si por sociedad entendemos la
coacción legítima, porque la identificación entre política y sociedad
civil tiende a socavar derechos y libertades de modo más o menos
apreciable.
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