14 diciembre, 2011

¿Qué ha fallado en la Unión Monetaria Europea?

GONZALO BERNARDOS

Hace un año era impensable, hoy es una probabilidad. El euro está en peligro y no es descartable que desaparezca. Afortunadamente, el riesgo de desaparición continúa siendo reducido, aunque no despreciable. La fragilidad de la Unión Monetaria Europea (UME) se debe principalmente a: un erróneo diseño institucional, unos principios económicos equivocados y una desacertada gestión de la actual crisis.
            El diseño institucional obliga a adoptar por unanimidad las decisiones más importantes. En algunas ocasiones, su refrendo por los Parlamentos de todos los países miembros hace extremadamente lenta la respuesta a cualquier nuevo desafío económico. Un ejemplo es la ampliación del Fondo de Estabilidad Financiera. La negociación empezó en marzo, en la actualidad aún quedan flecos por pulir.


            Los principios económicos en los que se sustenta la UME fueron ideados por financieros e impuestos por Alemania. Son principalmente dos: una inflación casi inexistente y un déficit público muy reducido. Para garantizar la consecución del primero, se creó un banco central que tenía como principal y casi única misión explícita la estabilidad de precios. Con la finalidad de cumplir el segundo, se puso en marcha el Pacto de Estabilidad y Crecimiento que limitaba el déficit al 3% del PIB.
            No se dio importancia a variables claves en la economía real, tales como el nivel de paro o la necesidad de financiación exterior, ni tampoco a la sostenibilidad de los modelos de crecimiento económico, ya que los mercados financieros consideran que son aspectos secundarios en relación a los anteriores.
            Dichos principios auguraban una edad dorada para la banca de inversión en Europa. Así, una inflación muy reducida hace más atractiva la Bolsa. Un escaso déficit presupuestario comporta una pequeña nueva oferta de deuda pública y permite la comercialización de una elevada cuantía de deuda privada a unos bajos tipos de interés. Una gran paradoja aparecía: el endeudamiento público es malo, el privado bueno.
            La deuda privada, y no la pública, es la culpable de la actual crisis. No es  nueva, sino la prolongación de la iniciada en el verano de 2007. Para impedir una espectacular recesión, el remedio tradicional, aquél que funciono en la década de los 30, indica que se debe realizar una política de gran y continuada expansión de la demanda por parte del sector público. El BCE no lo ha hecho porque ha sido creado para reducirla. Los diferentes gobiernos únicamente en 2009, pues, posteriormente, la guardiana de la ortodoxia financiera (Angela Merkel)  les ha obligado a efectuar una gran austeridad. El resultado: una crisis que va más y un proyecto histórico (la UME) en trance de desaparición.

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