14 diciembre, 2011

Se recibe cascajo (II)

No faltarán los fanáticos del pontífice del amor que argumentarán que la práctica del “basurero” es propia de todos los partidos.

Ricardo Alemán Ya en otro momento nos hemos referido a la poco saludable práctica de políticos y partidos que, de tanto en tanto, se convierten en receptores del lastre y los desechos de otras fuerzas partidistas.
En esa ocasión —el 10 de marzo de este año— titulamos igual que hoy el Itinerario Político, en referencia a que el PAN parecía recolectar desechos de la clase política.


Sin embargo, la vocación “basurero” del partido azul parece superada por la llamada izquierda, cuyo líder, mesías y candidato presidencial parece “pepenador” de desperdicios y miserias que envía al basurero la clase política.
Y por supuesto que no faltarán los fanáticos del pontífice del amor que argumentarán que la práctica del “basurero” es propia de todos los partidos.
Y, en efecto, tendrían razón, salvo por una sutil diferencia. ¿Cuál? Que en la mayoría de los partidos la recepción de cascajo es excepcional, mientras que en la izquierda progresista del amoroso AMLO la recepción de cascajo lo es todo. ¿Cómo que todo?
Sí, ya que, por absurdo que resulte, la Morena de AMLO no es partido político, tampoco una doctrina o ideología y menos un proyecto social surgido desde la organización de base.
No, el “sancocho” chabacano de AMLOVE es una grosera estructura autoritaria, vertical y nada democrática, construida desde lo más alto de la concepción monárquica de López Obrador y que, por todo eso, no tiene otro motor que “el poder por el poder”.
¿O alguien sabe de las asambleas democráticas para seleccionar dirigentes distritales, municipales, estatales y nacionales de la Morena de AMLOVE? Nadie puede demostrar un gramo o un milímetro de cultura democrática en esa estructura sobre la que montó López Obrador su “Proyecto Alternativo de Nación”.
Y tampoco nadie puede identificar como “de izquierda”, y menos “progresista”, la inexistente doctrina o ideología sobre la que se edificó la Morena.
¿Y por qué no existe un basamento democrático, doctrinario, ideológico en la Morena y en las ambiciones presidenciales de AMLO? Pues por eso, porque lo que menos le importa a AMLO es respetar una ideología, una cartilla de principios y las reglas elementales de la democracia. ¿Por qué?
Porque AMLO es su propia doctrina, ideología, jefe y —en un extremo descocado— es el único sol en torno al que gravita el universo completo.
En realidad el llamado “mesías tropical” se cree la encarnación de todas las deidades, los principios y las doctrinas. Y, para el tabasqueño, la democracia y las leyes son un estorbo, inventado por seres inferiores; esos que se codean con los mortales y falibles; que hacen trampa a cada paso, a los que corroe la ambición presidencial y, claro, la sed de poder.
Según el propio AMLO, su pelaje no es de esa clase; lo suyo es la túnica del rey sol; la verdad absoluta, la razón única, el único iluminado y capaz de sacar al país de la bancarrota, a los pobres de su pobreza y —faltaba más— a las ratas de sus nidos.
Y, por todo lo anterior, el padre de la “Morena amorosa” no requiere ideologías, menos, doctrinas, y tampoco reglas democráticas. Basta con su palabra y su empeño para que la humanidad completa se convierta en reino de amor y moralina.
Pero que nadie se equivoque —y ¡ay! de aquel que se atreva a cuestionar el dogma del rey sol—, el nuevo mesías no debe ser tocado ni con el pétalo de una crítica, de lo contrario, furibundos aparecerán los modernos templarios que, blandiendo la pureza del mesías, insultarán y amenazarán al blasfemo.
Y, como queda claro, para un proyecto mesiánico como ése, no se requieren políticos prestigiados, con futuro propio y capital vigente. No, para esa moderna empresa, ejemplo de democracia y congruencia con las mejores causas de la política, se requiere el maleable cascajo de todos los partidos: basurero de los desechos de la clase política.
¿Por qué AMLO prefiere desechos políticos? Porque quienes integran ese cascajo son capaces de todo —de la sumisión absoluta— por un hueso: una candidatura a un puesto de elección popular. ¿Y qué creen? Pues sí, que AMLO no requiere demócratas ni tampoco, mujeres y hombres con ideas propias.
No, requiere su propio ejército de incondicionales que, al mejor estilo del viejo PRI, sólo sean capaces de levantar la mano, el dedo y responder: “¡Sí, señor..!”
¿O alguien cree que son demócratas, honestos y “progresistas” los señores Dante Delgado, Alberto Anaya, Manuel Bartlett, René Bejarano, Claudia Sheinbaum, Dolores Padierna… y otros generales de AMLO? Al tiempo.

No hay comentarios.: