10 enero, 2012

Autoritarismo competitivo

por Gabriela Calderón de Burgos

Gabriela Calderón es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador).

Guayaquil, Ecuador— Después del colapso de la Unión Soviética se pensó que la democracia se propagaría al resto del mundo. No obstante, Steven Levitsky y Lucan Way argumentan en su libro Autoritarismo competitivo: Regímenes híbridos en después de la Guerra Fría (en inglés, Cambridge University Press, 2010) que “las transiciones no siempre condujeron a una democracia” y que lo que hay en varios países es un “autoritarismo competitivo”.


Levitsky y Way describen estos regímenes así: “son competitivos ya que los partidos de oposición utilizan las instituciones democráticas para luchar seriamente por el poder, pero no son democráticos porque la cancha de juego está considerablemente sesgada a favor de los que están en el poder”.
Por ejemplo, un gobierno podría utilizar recursos del Estado —edificios o automóviles públicos o la infraestructura de comunicación del Estado— para propósitos partidistas, como una campaña electoral. Un gobierno también puede utilizar el Estado para negarle a la oposición acceso a recursos. En Ucrania, los negocios que financiaban a la oposición muchas veces se convirtieron en el blanco de las autoridades tributarias. Este tipo de intimidación resulta en una inmensa disparidad de recursos para competir en las elecciones. En México, el PRI admitió haber gastado 13 veces más que lo que gastaron los dos partidos más importantes de la oposición durante la elección de 1994.
Los autores agregan que “En muchos regímenes autoritarios competitivos, los que gobiernan llenan con sus allegados al poder judicial, las comisiones electorales y otros árbitros nominalmente independientes y los manipulan mediante el chantaje, los sobornos y/o la intimidación”.
Después de la Guerra Fría, la promoción de la democracia muchas veces ha sido “electoralista”, es decir, enfocada casi exclusivamente en la existencia de elecciones con la participación de varios partidos mientras que se ha ignorado cuestiones como las libertades civiles y el Estado de Derecho. Fareed Zakaria dice que “Si un país celebra elecciones, Washington y el mundo tolerarán mucho del gobierno resultante…En una era de imágenes y símbolos, las elecciones son fáciles de filmar. (¿Cómo se transmite en televisión el Estado de Derecho?)”
Es importante notar que es dentro del estatismo que los regímenes autoritarios competitivos pueden prosperar. Levitsky y Way indican que “el control discrecional del Estado sobre la economía puede fortalecer la capacidad de quienes llegan al gobierno para prevenir o frustrar cualquier desafío de la oposición…Los gobernantes pueden ejercer control discrecional donde pueden utilizar frecuentemente al sistema tributario, el crédito, las licencias, las concesiones y los contratos del gobierno, y otras herramientas de política económica para castigar a sus opositores y recompensar a sus aliados”. Es bajo este tipo de gobierno que se desarrollarán las próximas elecciones en Ecuador.
Pero estos regímenes andan sobre una cuerda floja: tienen que elegir entre detener a la oposición incluso atacando de frente las instituciones democráticas (robándose unas elecciones o cerrando la asamblea) y sufrir el alto costo de ser abiertamente autoritarios o permitir que sigan su curso los procesos democráticos arriesgándose a perder el poder. Esto último acarrea considerables riesgos personales como la pérdida de riqueza y la persecución legal por actos de corrupción y violaciones de derechos humanos. Consideren el caso de Fujimori.

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