28 enero, 2012

Desánimo entre 2.600 líderes mundiales en Davos

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Mañana empieza en la localidad suiza de Davos la tradicional reunión anual de líderes políticos, económicos y empresariales de todo el mundo. Este año se batirán todos los records, con la presencia de más de 2.600 participantes. Pero también se batirán las marcas en cuanto al pesimismo reinante. Desánimo y desconfianza respecto al futuro es la clave que parece presidir el encuentro, que será inaugurado por la canciller de Alemania, Angela Merkel.

 
Según la encuesta de confianza para los próximos doce meses, que responden periódicamente 345 expertos registrados en el World Economic Forum, el 54% considera posible una disrupción política a lo largo de 2012, frente al 36% que lo consideraba posible hace apenas tres meses. Es una muestra más del ambiente pesimista que se respira entre los líderes mundiales y que será confirmado hoy mismo en la presentación del Informe sobre Perspectivas Mundiales del Fondo Monetario Internacional. La semana pasada se filtró un primer borrador que confirmaba la recesión económica en la Unión Europea; la segunda en menos de dos años.
Con ese espíritu están llegando hoy a la estación de esquí de Davos 40 jefes de Estado o de Gobierno de otros tantos países, junto a 1.600 economistas y miembros de las más prestigiosas universidades del mundo y 1.000 representantes de grandes empresas y entidades financieras. Un auténtico ejército de personas acostumbrados a hacer pronósticos y tomar decisiones que afectan al bienestar del mundo.
Entre los ponentes de este año destacan el secretario de Estado del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geitner, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, la directora ejecutiva del FMI, Christine Lagarde, el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick y presidentes de importantes ancos y empresas multinacionales.
El tema propuesto para el debate es: "La gran transformación: trazando nuevos modelos". Un asunto sugerente, sobre el que los asistentes planean sacar conclusiones acerca de los ejes sobre los que debe girar la transformación política, económica y social que necesita un mundo de más de 7.000 millones de habitantes interconectados por la tecnología y que se ha tenido que enfrentar a la mayor crisis económica conocida.
En los papeles preliminares para la discusión, que circulan ya por internet, se habla de un nuevo equilibrio entre las economías desarrolladas (en recesión la mayoría de ellas) y los países en vías de desarrollo, que tienen que hacer frente al nuevo papel que les ha tocado vivir, sin olvidarse de los peligros inflacionarios y de posibles burbujas a medio plazo.
Asisten a la reunión altos representantes de 19 de los países que conforman el G-20, un grupo que ha sido incapaz de trazar esos nuevos modelos de crecimiento económico y coexistencia de distintos valores sociales, sobre los que se pretende debatir en Davos. En su agenda de trabajo figura el debate sobre los riesgos globales que planean sobre el mundo en estos días: económicos, medioambientales, geopolíticos, corporativos y tecnológicos.
Este ambiente me recuerda a principios de los noventa, en que tuve la suerte de asistir varios años a las reuniones de Davos, como enviado especial de este periódico. Año a año se iba anticipando una crisis inevitable, cuyas causas (y, por supuesto, las consecuencias) eran conocidas, pero pasaban las reuniones sin que se pusieran de acuerdo en cómo hacer frente a los problemas.
Ni los grandes bloques económicos, ni los propios miembros de alguno de ellos (especialmente los países europeos) fueron capaces de plantear políticas globales para atajar la crisis de los noventa. Y ahora está sucediendo lo mismo. Con el agravante de que la crisis actual tiene mucha mayor trascendencia y sus resultados pueden ser demoledores.
Las reuniones de como verdad absoluta y se aprueban medidas conjuntas que ayuden a la reactivación económica, para que la recesión dure lo menos posible. Esperemos que el ambiente pesimista de estos días ayude a los políticos europeos a poner los pies en la tierra.

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