Luis Donaldo Colosio |
Discurso durante el acto conmemorativo del LXV Aniversario del PRI en el Monumento a la Revolución, el 6 de marzo de 1994.
Compañeras y compañeros de partido;
Compatriotas:
Aquí está el
PRI con su fuerza. Aquí está el PRI con sus organizaciones; está con su
militancia, está con la sensibilidad de sus mujeres y de sus hombres.
Aquí está el PRI con su recia vocación política. Aquí está el PRI para
alentar la participación ciudadana.
Aquí está el
PRI para mantener la paz y la estabilidad del país, para preservar la
unidad entre los mexicanos. Aquí está el PRI en pie de lucha. Aquí está
el PRI celebrando un año más de intensa actividad política.
Aquí está el
PRI que reconoce los logros, pero también el que sabe de las
insuficiencias, el que sabe de los problemas pendientes.
Aquí está el
PRI que reconoce que la modernización económica sólo cobra verdadero
sentido, cuando se traduce en mayor bienestar para las familias
mexicanas y que para que sea perdurable debe acompañarse con el
fortalecimiento de nuestra democracia. Esta es la exigencia que
enfrentamos y a ella responderemos con firmeza.
El PRI reconoce
su responsabilidad y ésta es de la mayor importancia para el avance
político de México. Los priístas sabemos que ser herederos de la
Revolución Mexicana es un gran orgullo, pero ello no garantiza nuestra
legitimidad política. La legitimidad debemos ganarla día con día, con
nuestras propuestas, con nuestras acciones, con nuestros argumentos.
Como Partido,
tuvimos un nacimiento que a todos nos enorgullece: el PRI evitó que
México cayese en el círculo vicioso de tantos países hermanos de
Latinoamérica, que perdieron décadas entre la anarquía y la dictadura.
La estabilidad,
la paz interna, el crecimiento económico y la movilidad social, son
bienes que hubieran sido inimaginables sin el PRI.
Pero nuestra
herencia debe ser fuente de exigencia, no de complacencia ni de
inmovilismo. Sólo los partidos autoritarios pretenden fundar su
legitimidad en su herencia. Los partidos democráticos la ganamos
diariamente.
Amigas y amigos del partido:
Surgimos de una
Revolución que hoy sigue ofreciendo caminos para las reivindicaciones
populares. A sus principios de democracia, de libertad y de justicia es a
los que nos debemos.
Los ideales de
la Revolución Mexicana inspiran las tareas de hoy. La Revolución
Mexicana, humanista y social, nos exige y nos reclama. La Revolución
Mexicana es todavía hoy nuestro mejor horizonte.
Encabezaremos
una nueva etapa en la transformación política de México. Sabemos que en
este proceso, sólo la sociedad mexicana tiene asegurado un lugar. Los
partidos políticos tenemos que acreditar nuestra visión.
En esta hora,
la fuerza del PRI surge de nuestra capacidad para el cambio, de nuestra
capacidad para el cambio con responsabilidad. Así lo exige la Nación.
Nuestra visión y
nuestra vinculación histórica con el gobierno nos aseguró la
oportunidad de participar en los grandes cambios del país. La fuerza del
gobierno fue en buena medida la fuerza de nuestro Partido. Pero hoy el
momento es otro: sólo nuestra capacidad, nuestra propia iniciativa,
nuestra presencia en la sociedad mexicana y nuestro trabajo, es lo que
nos dará fortaleza.
Nadie podrá
sustituir nuestro esfuerzo. Nadie podrá asegurarnos un papel en la
transformación de México si nosotros no luchamos por él, si nosotros no
lo ganamos ante los ciudadanos.
Quedó atrás la
etapa en que la lucha política se daba, esencialmente, hacia el interior
de nuestra organización y no con otros partidos. Ya pasaron esos
tiempos.
Hoy vivimos en
la competencia y a la competencia tenemos que acudir; para hacerlo se
dejan atrás viejas prácticas: las de un PRI que sólo dialogaba consigo
mismo y con el gobierno, las de un partido que no tenía que realizar
grandes esfuerzos para ganar.
Como un partido
en competencia, el PRI hoy no tiene triunfos asegurados, tiene que
luchar por ellos y tiene que asumir que en la democracia sólo la
victoria nos dará la estatura a nuestra presencia política.
Cuando el
gobierno ha pretendido concentrar la iniciativa política ha debilitado
al PRI. Por eso hoy, ante la contienda política, ante la contienda
electoral, el PRI, del gobierno, sólo demanda imparcialidad y firmeza en
la aplicación de la ley. ¡No queremos ni concesiones al margen de los
votos ni votos al margen de la ley!
No pretendamos
sustituir las responsabilidades del gobierno, pero tampoco pretendamos
que el gobierno desempeñe las funciones que sólo a nosotros, como
partido, nos corresponde desempeñar.
Hoy estamos
ante una auténtica competencia. El gobierno no nos dará el triunfo: el
triunfo vendrá de nuestro trabajo, de nuestro esfuerzo, de nuestra
dedicación.
Los tiempos de
la competencia política en nuestro país han acabado con toda presunción
de la existencia de un partido de Estado. Los tiempos de la competencia
política son la gran oportunidad que tenemos como partido para convertir
nuestra gran fuerza en independencia con respecto del gobierno.
Hoy somos la
opción que ofrece el cambio con responsabilidad. Somos la opción que
mejor conoce lo que se ha hecho. Que sabe de los resultados de sus
programas, de sus aciertos y de sus errores.
Somos la opción
capaz de conservar lo que ha tenido éxito y somos la opción de
encontrar nuevos caminos de solución para los problemas pendientes.
No entendemos
el cambio como un rechazo indiscriminado a lo que otros hicieron. Lo
entendemos como la capacidad para aprender, para innovar, para superar
las deficiencias y los obstáculos.
¡Cambiemos, sí!
¡Cambiemos! ¡Pero hagámoslo con responsabilidad, consolidando los
avances reales que se han alcanzado, y por supuesto, manteniendo lo
propio: nuestros valores y nuestra cultura!
¡México no
quiere aventuras políticas!. ¡México no quiere saltos al vacío!. ¡México
no quiere retrocesos a esquemas que ya estuvieron en el poder y
probaron ser ineficaces!. ¡México quiere democracia pero rechaza su
perversión: la demagogia!
Ofrecemos
cambio con rumbo y responsabilidad, con paz, con tranquilidad. Se
equivocan quienes piensan que la transformación democrática de México
exige la desaparición del PRI.
No hemos estado
exentos de errores, pero difícilmente podríamos explicar el México
contemporáneo sin la contribución de nuestro partido. Por eso, pese a
nuestros detractores y a la crítica de nuestros opositores, somos
orgullosamente priístas.
Debemos admitir que hoy necesitamos transformar la política para cumplirle a los mexicanos.
Proponemos la
reforma del poder para que exista una nueva relación entre el ciudadano y
el Estado. Hoy, ante el priísmo de México, ante los mexicanos, expreso
mi compromiso de reformar el poder para democratizarlo y para acabar con
cualquier vestigio de autoritarismo.
Sabemos que el
origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva
concentración del poder. Concentración del poder que da lugar a
decisiones equivocadas; al monopolio de iniciativas; a los abusos, a los
excesos. Reformar el poder significa un presidencialismo sujeto
estrictamente a los límites constitucionales de su origen republicano y
democrático.
Reformar el poder significa fortalecer y respetar las atribuciones del Congreso Federal.
Reformar el
poder significa hacer del sistema de impartición de justicia, una
instancia independiente de la máxima respetabilidad y certidumbre entre
las instituciones de la República.
Reformar el
poder significa llevar el gobierno a las comunidades, a través de un
nuevo federalismo. Significa también nuevos métodos de administración
para que cada ciudadano obtenga respuestas eficientes y oportunas cuando
requiere servicios, cuando plantea sus problemas, o cuando sueña con
horizontes más cercanos a las manos de sus hijos.
Estos son mis
compromisos con la reforma del poder. Es así como yo pienso que cada
ciudadano tendrá más libertades, más garantías, para que sus intereses
sean respetados; para gozar de seguridad y de una aplicación imparcial
de la ley.
Los priístas creemos en el cambio con responsabilidad.
Por eso es que
hemos hecho nuevas propuestas, que hemos asumido nuevas tareas. Por eso
es que convocamos - antes que nadie - a un debate entre los candidatos a
la Presidencia de la República.
Hemos alentado
acuerdos entre partidos; hemos planteado revisar el listado electoral;
hemos solicitado la participación de observadores en todo el proceso
electoral y la integración de un sistema de resultados oportunos.
Por eso es que también hemos resuelto dar transparencia a todos nuestros gastos.
Estamos por elegir candidatos a diversos cargos de elección popular.
Amigas y amigos:
Tenemos que
aprovechar este proceso para darle mayor fuerza a nuestra organización.
Todos los priístas tenemos una tarea que cumplir, todos tenemos una
responsabilidad que asumir.
No queremos
candidatos que, al ser postulados, los primeros sorprendidos en conocer
su supuesta militancia, seamos los propios priístas.
Asumimos todos
estos compromisos de reforma republicana, de reforma democrática y
federal; de reforma de los procedimientos y de su contexto; de reforma
interna del PRI.
Y lo hacemos
porque somos conscientes que la sociedad mexicana ha cambiado y que
demanda en consecuencia un cambio en las prácticas políticas. El PRI
participará con civilidad y con respeto a nuestro pluralismo en las
elecciones del 21 de agosto.
Como candidato
del PRI a la Presidencia de México reafirmo mi compromiso indeclinable
con la transformación democrática de México.
Que se entienda
bien: ese día sólo podrá haber un solo vencedor. Sólo es admisible el
triunfo claro, inobjetable, del pueblo de México.
Y para que el
pueblo de México triunfe el 21 de agosto, los partidos políticos - todos
- tendremos que sujetarnos a la ley y sólo a ella, sin ventajas para
nadie, sin prepotencias, sin abusos y sin arbitrariedades.
Por ello,
congruente con mi exigencia de una elección democrática, aspiro a que el
Congreso de la Unión decida las reformas electorales que procedan,
siempre a partir de los consensos que los partidos hemos venido
construyendo en el marco del Acuerdo por la Paz, la Justicia y la
Democracia, firmado el 27 de enero.
Aspiro a que
juntos ampliemos la autonomía y afiancemos la imparcialidad de nuestros
organismos electorales, a fin de que la voluntad popular y sólo ella,
determine los resultados de los comicios.
Confiabilidad,
certeza, regularidad y limpieza electorales no pueden seguir siendo sólo
aspiraciones, tienen que ser realidades que se impongan en las
conciencias de los ciudadanos. De ahí nuestro compromiso con la
participación de observadores en el proceso electoral.
La elección es
de la sociedad y por tanto no puede ser un asunto cerrado. Su
transparencia exige de la participación de observadores y no excluye que
de ella pueda darse el más amplio testimonio, tanto por parte de
nuestros ciudadanos como de visitantes internacionales. De ninguna
manera tenemos por qué mirar con temor a quienes desean conocer la
naturaleza de nuestros procesos democráticos.
Nuestras elecciones - y lo digo con pleno convencimiento - no tendrán vergüenzas qué ocultar.
El PRI estará
al frente del avance democrático de México, asumiendo sus
responsabilidades y respondiendo a las exigencias de la sociedad
mexicana.
En estos meses
de intensos recorridos por todo el país, de visita a muchas comunidades,
de contacto y diálogo con mi Partido y con la ciudadanía entera, me he
encontrado con el México de los justos reclamos, de los antiguos
agravios y de las nuevas demandas; el México de las esperanzas, el que
exige respuestas, el que ya no puede esperar.
Ese es el
México que nos convoca hoy; ese es el México que convoca a mi
conciencia; ese es el México al que habremos de darle seguridad, al que
habremos de darle rumbo en la nueva etapa del cambio.
Yo veo un
México de comunidades indígenas, que no pueden esperar más a las
exigencias de justicia, de dignidad y de progreso; de comunidades
indígenas que tienen la gran fortaleza de su cohesión, de su cultura y
de que están dispuestas a creer, a participar, a construir nuevos
horizontes.
Yo veo un
México de campesinos que aún no tienen las respuestas que merecen. He
visto un campo empobrecido, endeudado, pero también he visto un campo
con capacidad de reaccionar, de rendir frutos si se establecen y se
arraigan los incentivos adecuados.
Veo un cambio
en el campo; un campo con una gran vocación productiva; un campo que
está llamado a jugar un papel decisivo en la nueva etapa de progreso
para nuestro país.
Yo veo un
México de trabajadores que no encuentran los empleos ni los salarios que
demandan; pero también veo un México de trabajadores que se han sumado
decididamente al esfuerzo productivo, y a los que hay que responderles
con puestos de trabajo, con adiestramiento, con capacitación y con
mejores salarios.
Yo veo un
México de jóvenes que enfrentan todos los días la difícil realidad de la
falta de empleo, que no siempre tienen a su alcance las oportunidades
de educación y de preparación. Jóvenes que muchas veces se ven orillados
a la delincuencia, a la drogadicción; pero también veo jóvenes que
cuando cuentan con los apoyos, que cuando cuentan con las oportunidades
que demandan, participan con su energía de manera decisiva en el
progreso de la Nación.
Yo veo un
México de mujeres que aún no cuentan con las oportunidades que les
pertenecen; mujeres con una gran capacidad, una gran capacidad para
enriquecer nuestra vida económica, política y social. Mujeres en suma
que reclaman una participación más plena, más justa, en el México de
nuestros días.
Yo veo un
México de empresarios, de la pequeña y la mediana empresa, a veces
desalentados por el burocratismo, por el mar de trámites, por la
discrecionalidad en las autoridades. Son gente creativa y entregada,
dispuesta al trabajo, dispuesta a arriesgar, que quieren oportunidades y
que demandan una economía que les ofrezca condiciones más favorables.
Yo veo un México de profesionistas que no encuentran los empleos que los ayuden a desarrollar sus aptitudes y sus destrezas.
Un México de
maestras y de maestros, de universitarios, de investigadores, que piden
reconocimiento a su vida profesional, que piden la elevación de sus
ingresos y condiciones más favorables para el rendimiento de sus frutos
académicos; técnicos que buscan las oportunidades para aportar su mejor
esfuerzo.
Todos ellos son
las mujeres y los hombres que mucho han contribuido a la construcción
del país en que vivimos y a quienes habremos de responderles.
Yo veo un
México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada,
de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes
deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las
autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.
Veo a
ciudadanos angustiados por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen
mejores servicios y gobiernos que les cumplan. Ciudadanos que aún no
tienen fincada en el futuro la derrota; son ciudadanos que tienen
esperanza y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el
progreso.
Yo veo un
México convencido de que ésta es la hora de las respuestas; un México
que exige soluciones. Los problemas que enfrentamos los podemos superar.
Yo me propongo
encabezar un gobierno para responderle a todos los mexicanos. El cambio
con rumbo y con responsabilidad no puede esperar.
Manifiesto mi
más profundo compromiso con Chiapas. Por eso debemos escuchar todas las
voces, no debemos admitir que nadie monopolice el sentimiento de los
chiapanecos.
Expreso mi
solidaridad a todos aquellos chiapanecos que aun no han dicho su verdad,
a todos aquellos que tienen una voz que transmitir y a todos aquellos
que tienen una palabra que expresar.
Debemos de
asumir y debemos de decidir. Debemos de decidir si nos asumimos
plenamente como una sociedad plural o si concesionamos sólo a algunos la
interlocución de nuestros intereses.
Chiapas es un
llamado a la conciencia de todos los mexicanos. Pero nuestra propuesta
de cambio, no se limita a responderle solamente a Chiapas. Le queremos
responder a todos los mexicanos, a los de todos los pueblos, a los de
todos los barrios, a los de todas las comunidades.
Queremos
cumplirle a los chiapanecos, pero también a los mexicanos de la
Huasteca, a los de La Laguna, a los de la Montaña de Guerrero, a los de
la Sierra Norte de Puebla, a los de Tepito o a los de las barrancas de
Alvaro Obregón, aquí en el Distrito Federal; a los del puerto de Anapra,
en Ciudad Juárez, Chihuahua; a los de la Colonia Insurgentes, en
Guadalajara, Jalisco; o a los de San Bernabé, en Monterrey, Nuevo León.
Mi compromiso
es con todos los mexicanos; mi compromiso es luchar contra la
desigualdad y evitar crear nuevos privilegios de grupo o de región.
Los mexicanos ante el conflicto hemos ratificado nuestra unidad esencial bajo una bandera y nuestro ánimo de concordia.
Nuestras instituciones probaron su legitimidad y su eficacia. De la solución del conflicto, han salido fortalecidas.
Desde aquí
manifiesto mi reconocimiento al Ejército Mexicano por su patriotismo,
lealtad y entrega en la defensa del interés y la unidad nacionales.
Frente a
Chiapas los priístas debemos de reflexionar. Como partido de la
estabilidad y la justicia social, nos avergüenza advertir que no fuimos
sensibles a los grandes reclamos de nuestras comunidades; que no
estuvimos al lado de ellas en sus aspiraciones; que no estuvimos a la
altura del compromiso que ellas esperaban de nosotros.
Tenemos que
asumir esta autocrítica y tenemos que romper con las prácticas que nos
hicieron una organización rígida. Tenemos que superar las actitudes que
debilitan nuestra capacidad de innovación y de cambio.
Recuperemos
nuestra iniciativa, recuperemos nuestra fuerza, para representar las
mejores causas, para ofrecer los caminos de la paz, para responder ante
las injusticias.
Recuperemos
esos valores. Hagámoslo en esta campaña. Empecemos por afirmar nuestra
identidad, nuestro orgullo militante y afirmemos nuestra independencia
del Gobierno.
Es la hora de
un nuevo impulso económico; es la hora de crecer sin perder la
estabilidad financiera ni la estabilidad de precios. La economía, más
allá de las metas técnicas, tiene que estar al servicio de los
mexicanos.
Por eso, el
nuevo crecimiento económico tiene que ser distribuido con mayor equidad,
con empleos crecientes, con ingresos suficientes.
Que no nos
quepa la menor duda: México cerrará este siglo con una economía mucho
más fuerte. Existen las condiciones para hacerlo, la sociedad lo
demanda.
La tarea del crecimiento con estabilidad será de todos los mexicanos.
Es la hora de la confianza para todos, la de traducir las buenas finanzas nacionales, en buenas finanzas familiares.
Es la hora de
convertir la estabilidad económica en mejores ingresos para el obrero,
en mejores ingresos para el campesino, para el ganadero o para el
comerciante, para el empleado o para el oficinista, para el artesano o
el profesionista, para el intelectual y para las maestras y los maestros
de México.
Es la hora de
los apoyos efectivos y del impulso al esfuerzo que realizan las mujeres y
los hombres al frente de micro, pequeñas y medianas empresas. Que se
les lleve a superar sus dificultades, que se les apoye a ampliar sus
negocios con mejores tecnologías para que sean más competitivos en los
mercados.
Es la hora del
gran combate a la desigualdad, es la hora de la superación de la pobreza
extrema, es la hora de la garantía para todos de educación, de salud,
de vivienda digna. Esa es la reforma social de la que hablé en Huejutla.
Es la hora de
hacer justicia a nuestros indígenas, de superar sus rezagos y sus
carencias; de respetar su dignidad. Como lo dije en San Pablo Guelatao,
Oaxaca: es la hora de celebrar un nuevo pacto del Estado mexicano con
las comunidades indígenas.
Es la hora de
nuevas oportunidades para el campo de México, como lo comprometí en
Anenecuilco, Morelos. Es la hora de enfrentar con decisión y con firmeza
la pobreza, y mejorar los niveles de vida de los campesinos.
Es la hora de
que el Artículo 27 de la Constitución se exprese en bienestar, en
justicia, en libertad para los hombres del campo. Y es la hora de acabar
para siempre con todo vestigio de latifundio; es la hora de dar
certidumbre al ejido, a las tierras comunales y a la pequeña propiedad.
Es la hora de
impulsar la reforma agraria para nuestro tiempo. Es la hora de promover
más y mejor inversión en el campo; de alentar de manera mejor y más
eficaz, con libertad, la participación de los campesinos.
Es la hora de dar solución a los problemas de la cartera vencida en el campo, del crédito escaso y caro.
Es la hora de
asociar los esfuerzos de los productores; es la hora de constituir más
cajas de ahorro, más uniones de crédito y de poner en marcha nuevos
mecanismos de comercialización.
Es la hora de
las regiones de México, para aprovechar mejor los recursos, para
aprovechar mejor la capacidad y el talento de cada una de las
comunidades del país, de cada ciudad de nuestro país, de cada estado de
la República.
Un desarrollo
regional que abra las esperanzas de cada rincón de México, que canalice
recursos para mantener la infraestructura carretera, ferroviaria,
portuaria, hidráulica y energética.
Es la hora de
superar la soberbia del centralismo, como lo dije en Jalisco; de apoyar
decididamente al municipio. Es la hora de un nuevo Federalismo; es la
hora de dotar de mayor poder político y financiero, a nuestros estados,
como lo dije en Tabasco; es la hora de garantizar plenamente la
conservación de nuestros recursos naturales, de nuestro medio ambiente,
de nuestra ecología.
Es la hora de
una educación nacionalista y de calidad; es la hora de una educación
para la competencia; es la hora de nuestras escuelas, de nuestros
tecnológicos; es la hora de la universidad pública en México; es la hora
de la gran infraestructura para la capacitación de todos los mexicanos
que quieran progresar.
La educación es nuestra más grande batalla para el futuro. A ella destinaremos mayores recursos.
Es la hora de
reformar el poder, de construir un nuevo equilibrio en la vida de la
República; es la hora del poder del ciudadano. Es la hora de la
democracia en México; es la hora de hacer de la buena aplicación de la
justicia el gran instrumento para combatir el cacicazgo, para combatir
los templos de poder y el abandono de nuestras comunidades.
¡Es la hora de cerrarle el paso al influyentismo, a la corrupción y a la impunidad!
Es la hora de
la Nación. Es la hora de ser fuertes todos haciendo fuerte a México. Es
la hora de reafirmar valores que nos unen. Es la hora del cambio con
rumbo seguro para garantizar paz y tranquilidad a nuestros hijos.
La única
continuidad que propongo es la del cambio; la del cambio que conserve lo
valioso. Queremos un cambio con responsabilidad en el que no se olvide
ningún ámbito de la vida nacional; queremos un cambio democrático para
una mejor economía, para un mayor desarrollo social. Y hoy existen las
condiciones para lograrlo; la sociedad lo demanda.
Hoy queda claro
que los cambios no pueden ser ni marginales ni aislados. La vía del
cambio corre en igual sentido y en igual intensidad y urgencia por el
campo de la política, por el campo de la economía y del bienestar
social.
Con firmeza,
convicción y plena confianza, declaro: ¡Quiero ser Presidente de México
para encabezar esta nueva etapa de cambio en México!
Amigas y amigos; amigas y amigos:
Asumo el
compromiso de una conducción política para la confianza; una conducción
política responsable, para llevar a cabo los cambios que requerimos,
para cerrarle el paso a toda intención desestabilizadora, de
provocación, de crisis, de enfrentamiento.
Haremos de
nuestra capacidad de cambio el mejor argumento para convocar a la
confianza de los mexicanos, para garantizar la paz, para fortalecer
nuestra unidad.
Somos una gran Nación porque nos hemos mantenido básicamente unidos, pero con respeto a la pluralidad.
Queremos un
México unido, queremos un México fuerte, queremos un México soberano. Un
México de libertades, un México con paz, porque son amplios los cauces
de la democracia y de la justicia.
Hay sitio para todos en el México por el que luchamos afanosamente.
Soy un mexicano
de raíces populares. Soy un mexicano que ha recorrido en muchas
ocasiones nuestro país, que no cesa de maravillarse ante la gran
variedad y riqueza humana de nuestra patria y que no cesa tampoco de
advertir carencias y dolores.
Me apasiona
convivir, compartir, escuchar y comprender al pueblo al que pertenezco.
Aprendo diariamente de sus actitudes francas, de sus actitudes
sencillas.
Reitero que
provengo de una cultura del esfuerzo y no del privilegio. Como mis
padres, como mis abuelos, soy un hombre de trabajo que confía más en los
hechos que en las palabras. Pero por eso mismo, soy un hombre de
palabra, un hombre de palabra que la empeño ahora mismo para
comprometerme al cambio que he propuesto: un cambio con rumbo y con
responsabilidad.
El gran reclamo de México es la democracia. El país quiere ejercerla a cabalidad. México exige, nosotros responderemos.
Como Candidato a la Presidencia de la República, estoy listo también.
Demos nuestro mayor esfuerzo en ésta elección.
Vamos a echarle ganas.
No hay que bajar la guardia.
Vamos por la victoria.
Ganémosla con México y ganémosla para México.
¡Que viva el PRI!
¡Que viva México!
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