El filtro noticioso de los Castro
Por Mary Anastasia O'Grady
Por ley, las compañías de inversión que
ofrecen análisis del mercado están obligadas a revelar posibles
conflictos de intereses que podrían influir en sus informes. Imaginemos
si los medios de comunicación se vieran obligados a hacer lo mismo con
las notas presentadas desde el interior de la dictadura militar de Cuba.
Su advertencia aclaratoria podría decir lo siguiente: "Este informe fue
preparado bajo coacción psicológica, amenazas de la pérdida de
credenciales periodísticas, el encarcelamiento o la expulsión del país, y
mientras era espiado durante las 24 horas del día, los siete días de la
semana".
El turismo, también conocido como
"intercambio cultural", desde Estados Unidos a la isla está en aumento,
lo que lleva a algunos observadores a concluir que la dictadura es más
amable y gentil que antes. Sin embargo, todos los visitantes, y aquellos
con los que mantienen contactos en Cuba, son cuidadosamente vigilados
como lo fueron durante los primeros días de la revolución. En el mundo
de las noticias, los periodistas no están autorizados a viajar
libremente por el país y está prohibido dañar la imagen del gobierno de
Castro. Los castigos podrían ser severos.
Esta realidad salió a colación la semana
pasada cuando nos enteramos de la muerte de otro disidente a manos del
régimen. Wilman Villar Mendoza, de 31 años, que fue arrestado en
noviembre, había estado en huelga de hambre por al menos 50 días. Su
encarcelamiento había sido parte de una ola de represión estatal más
amplia que el gobierno había llevado a cabo por más de un año, en medio
de un creciente número de manifestaciones públicas, realizadas en
particular por los jóvenes.
Sin embargo, aunque los anuncios de Raúl
Castro sobre la "reforma" acapararon los titulares de de los diarios y
la televisión de todo el mundo, apenas oímos hablar de Villar Mendoza o
del movimiento de resistencia al que pertenecía.
Los apologistas del status quo dirían
que el movimiento democrático de Cuba no es noticia, porque el número de
cubanos que se rebelarían si fueran alentados a hacerlo es
insignificante. Pero si Cuba es una isla de conformidad, ¿por qué los
hermanos Castro van a tales extremos para hacer de los disidentes como
Villar Mendoza un ejemplo y presionar a oficinas locales de noticias a
que ignoren la represión? Hay una razón por la que los periodistas que
quieren permanecer en el país saben que es mejor encontrar otra cosa de
la cual escribir.
El caso de Villar Mendoza era
especialmente difícil de difundir porque vivía en la provincia oriental
de Santiago de Cuba. Oriente es una de las zonas donde hay más
represión, tal vez porque es donde históricamente se han originado los
levantamientos en Cuba. Ahora, a pesar del estricto control, vuelve a
convertirse en el foco de las protestas antigubernamentales, unidas por
la coalición conocida como Alianza Democrática Oriental. Pero dado que
allí no hay embajadas y los periodistas no pueden salir de La Habana sin
permiso, la magnitud de la rebelión no es reconocida en el exterior.
La historia ha salido a la luz gracias a
la labor de los periodistas independientes y los defensores de los
derechos humanos de Cuba, que operan con muy pocos recursos y con gran
riesgo personal. Cuando pueden pasar por debajo del radar, utilizan
teléfonos celulares y en ocasiones computadoras. Ellos informaron que
Villar Mendoza fue golpeado y arrestado el 14 de noviembre, por su
participación en una marcha pacífica en su ciudad natal de
Contramaestre. Diez días después, en un juicio sumario, fue condenado a
cuatro años de prisión. Cuando se le negó una apelación, de nuevo sin el
debido proceso, el joven inició una huelga de hambre. Sus carceleros en
la prisión de Aguadores respondieron desnudándolo, enviándolo a una
celda de aislamiento y negándole el agua. Villar Mendoza contrajo
neumonía y murió de sepsis.
Dada la historia, esta versión suena
plausible y cobra credibilidad tras los intensos esfuerzos del régimen
por controlar los daños. Los Castro dicen que Villar Mendoza era un
delincuente común. Este es un procedimiento típico: de hecho, el régimen
afirma que en las cárceles de Cuba no hay presos políticos, tan sólo
criminales.
Vicente Botín, un ex corresponsal en
Cuba para la televisión española, describe lo difícil que es informar la
verdad desde la isla en su libro "Funerales de Castro", publicado en
2009. Recuerda a los lectores que en 1997 Fidel Castro expulsó a un
periodista francés por escribir que las gallinas cubanas no cumplían las
cuotas de huevos impuestas por el gobierno. En 2007, el régimen retiró
las credenciales a tres corresponsales extranjeros, del periódico
Chicago Tribune, la BBC de Londres y el diario mexicano El Universal,
por falta de "objetividad". "Los tres periodistas fueron elegidos como
chivo expiatorio para advertir a sus colegas de la prensa extranjera de
los peligros que corren si su 'objetividad' no coincide con la del
gobierno", señala Botín.
A Sebastián Martínez Ferraté no le fue
tan bien. En 2008 utilizaba una cámara oculta para documentar la
epidemia de la prostitución infantil en Cuba y el programa se emitió en
España. Cuando regreso a la isla, en 2010, fue arrestado y condenado a
17 años de prisión. España sólo recientemente negoció su liberación.
Como explica Botín, el régimen tiene su
manera de asegurarse de que los periodistas sepan que están siendo
vigilados y ninguno se hace ilusiones respecto a la libertad de prensa
en Cuba. Sin embargo, es probable que cuando los extranjeros ven las
"noticias" sobre la isla, por mera costumbre, depositen su confianza en
el mensajero. Tal vez, las organizaciones periodísticas deberían
comenzar a colocar la advertencia aclaratoria.
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