20 enero, 2012

El narcotráfico en América Latina*

Por Adalberto Santana

1304702683911-SANTANA.pngDoctor en Estudios Latinoamericanos. Director del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM.





Se debe enfrentar el narcotráfico como un mal que está dañando a la humanidad, pero solidariamente, sin subordinación alguna.
LEOPOLDO  ZEA
Introducción.
El fenómeno del narcotráfico ha sido uno de los problemas más relevantes en el escenario de la historia reciente de América Latina, y en particular de su relación con Estados Unidos. Durante la última década del siglo XX en los inicios de la primera del nuevo milenio, en la agenda de dichos países aparece de manera destacada la lla­mada "guerra contra las drogas".


El narcotráfico también figura en la década de los noventa como un tema que ha cobrado una inusitada atención en distintos secto­res sociales y políticos. Durante muchos años el asunto de las dro­gas había estado reservado casi exclusivamente a expertos de salud u organismos públicos dedicados al combate de la delincuencia.
En cambio en nuestros días se plantea el problema como una cuestión propia de la seguridad nacional.[1] En diversos países lati­noamericanos se solía reconocer en términos generales que el fenó­meno del narcotráfico era una amenaza a la soberanía nacional y a la seguridad del Estado, pero en las versiones actuales dicha con­cepción se ha ampliado. Actualmente el concepto se expande.
El ex secretario general al de las Naciones Unidas, Boutros Ghali, incluye en­tre las nuevas dimensiones de seguridad: el crecimiento incontrolado de la población, el peso de la deuda externa, las barreras al comercio internacio­nal, las drogas y la disparidad entre ricos y pobres, poniendo especial aten­ción a los problemas ecológicos y al surgimiento de nuevas enfermedades ("la sequía y la enfermedad pueden diezmar sin piedad como las armas de la guerra“).[2]
Así, el acento en la seguridad —en la visión de diversos gobiernos de América Latina y en el análisis en determinados círculos acadé­micos—, ha hecho que este problema comenzara a dejar de interpre­tarse como exclusivo del campo delictivo. Hoy se examina cada vez más como un objeto de análisis con claras connotaciones políticas, económicas, sociales y culturales.
Se puede afirmar que el narcotráfico se presenta como un nue­vo y complejo problema político que padece la región latinoameri­cana. A su vez, en ese contexto dicho fenómeno resulta una extraor­dinaria fuente alterna de acumulación de riquezas. Como tal, para su realización es indispensable que su desarrollo se dé al margen del orden político, jurídico y social establecido. De esa manera pa­ra alcanzar plenamente sus fines y objetivos, esto es, obtener la ma­yor ganancia económica posible, requiere quebrantar el marco le­gal, social y moral de las sociedades donde opera y se reproduce. Por lo mismo, el narcotráfico necesita recurrir a la extorsión, la co­rrupción y la impunidad para reproducir las condiciones de su pro­pio funcionamiento.
Esta hace que el tema, desde mi punto de vista, requiera ser estu­diado ubicando claramente los elementos que le dan sentido y orien­tación a una actividad que produce y fomenta el comercio de una se­rie de mercancías (llamadas drogas ilegales), que circulan en una economía subterránea o sumergida. Me refiero a lo que llama Ma­nuel Castells "la reestructuración regional del negocio de la droga".[3]
Un espacio vital para el desenvolvimiento de esta actividad y co­mercio clandestino que se origina en los países latinoamericanos son los mercados de las naciones desarrolladas, principalmente Estados Unidos. En ese país se genera una nueva forma de acumula­ción de capital. Ahí la demanda de drogas y sus enormes ganancias se convierten en el factor determinante que estimula e impulsa al narcotráfico latinoamericano. En México, Centro, Sudamérica y el Caribe, se encuentran los lugares en los que se cultivan, procesan y trafican grandes cantidades de drogas que se destinan al mercado mundial. En esas mismas áreas operan algunas de las principales redes dedicadas al comercio  de drogas que penetran el mercado, convirtiendo por tanto a buen número de naciones de esa región en puntos neurálgicos del tránsito ilícito de estupefacientes.
Se puede comprobar que en diversas naciones de la región el fe­nómeno del narcotráfico emerge como una expresión medular del rumbo de sus economías, y de una u otra manera ha impactado por su fuerza económica a determinadas esferas del poder político lati­noamericano. Si bien el fenómeno del narcotráfico en América La­tina es bastante complejo por la diversidad de variantes que presen­ta, en estas páginas se abordará el tema a partir de un aspecto fundamentalmente condicionante. Esto es, se ubicará en el centro de este estudio y análisis al consumo de drogas. En particular, al consumo corno el elemento motor.
Se parte de un hecho histórico, político y económico que mues­tra que la demanda de drogas que se origina en determinados sec­tores de Estados Unidos y en los países desarrollados, es en última instancia, el pivote central que estimula la oferta latinoamericana de drogas.
Considero que la premisa de la demanda de drogas en una eco­nomía de consumo, como la que nos ha tocado vivir a filies del si­glo XX y en los comienzos del tercer milenio, es un rasgo propio del desarrollo capitalista de nuestro tiempo. A mi parecer el consumo de drogas en el mundo, y particularmente en los países desarrolla­dos —como ocurre en Estados Unidos— es lo que ha impulsado una nueva forma de acumulación de capital en un mundo y un merca­do globalizados. Las drogas, en esa mundialización de la economía, figuran como una nueva mercancía. En la era de la globalización han emergido como un soma, real y concreto. El "mundo feliz" que nos describía Aldous Huxley, ya está presente en una forma más cruda en la realidad contemporánea del centro y la periferia mun­dial. En esa novela de ciencia ficción las drogas figuran, como un recurso fundamental para la dominación y el sometimiento al siste­ma preponderante. Es decir, aparecen como un recurso político de la sujeción al orden. En nuestros días se piensa que el consumo de drogas en su fase industrial y mercantilizada es una nueva forma de esa subordinado".
Las drogas en nuestra era figuran como una mercancía con de­terminadas particularidades que son exportadas desde nuestra re­gión por organizaciones empresariales clandestinas La particulari­dad actual en comparación con el consumo de drogas de otros tiempos es que estas sustancias se han vuelto un referente de la so­ciedad de consumo de los países desarrollados, en tanto que en la vida económica y política de América Latina la droga y el narcotrá­fico se han tornado en una fuente de riquezas pero también en un medio por el cual determinados sectores sociales han encontrado una alternativa para conectarse con determinados círculos del po­der político.
Millones de dólares provenientes de la producción, tráfico y co­mercio de drogas han llegado a diversos actores latinoamericanos involucrados en esa lucrativa empresa: políticos, policías, militares, empresarios, artistas, etc. En un periodo relativamente corto se ha formado un nuevo segmento de la burguesía con característica:, propias: rica, poderosa y violenta. El gran capital acumulado por las drogas se queda en los principales centros de consumo; en particu­lar en Estados Unidos, donde su gobierno ejerce una serie de pre­siones (como la certificación) contra los países latinoamericanos y otros del Tercer Mundo, responsabilizándolos por la enorme oferta de drogas que saturan el mercado. Esta política oculta la doble mo­ral de una sociedad de consumo, en la cual las drogas adquieren un papel fundamental para el ejercicio de las formas de control social en lo interno, y político-militar en lo externo (región latinoamerica­na y otras del Asia y África).
El narcotráfico figura como un tema central en la agenda de la relación América Latina-Estados Unidos sobre todo a partir del fin de la guerra fría cuando se convirtió, junto con el terrorismo, en la nueva amenaza a la seguridad nacional, pero también del llamado nuevo mundo globalizado.
Así, el narcotráfico latinoamericano figura a fines del siglo XX y a principios del XXI como un novedoso mecanismo de poder eco­nómico y político en la región, que le brinda al sistema capitalista, prevaleciente en gran parte de los países latinoamericanos, un nue­vo perfil. La producción y el comercio de drogas que se desarrolla desde nuestra región y cuyo propósito central es exportar sus mer­cancías al mercado del llamado Primer Mundo es un elemento que permite comprender de manera más amplia la dinámica en la que están inmersas nuestras actuales formaciones sociales.
A nuestra América, a lo largo de la historia y de la división inter­nacional del trabajo, se le ha asignado el papel de productora de materias primas para el mercado mundial. Hoy en día esa situación se ha modificado sustancialmente. Por la lógica del desarrollo y la división del mercado mundial capitalista, la tarea de producir y ex­portar mercancías demandadas por ese mercado -debido al consu­mo- y por otras economías primermundistas, es lo que ha condicio­nado en nuestra región el desarrollo de la producción de las llamarlas drogas ilegales

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