Expertos consultados por Excélsior acusan que la situación de los rarámuri es señal de la ineficacia de programas sociales
Laura Toribio- 1
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Una festividad rarámuri. Especialistas señalan que se necesitan
programas sociales que ayuden a estos grupos, porque el atraso que
padecen es de décadas Fotos Archivo Excélsior
CIUDAD DE MÉXICO, 29 de enero.- Sólo
por nacer rarámuri, en la Sierra Tarahumara, un niño tiene tres veces
más riesgo de morir antes de los cinco años que aquel que llega al mundo
en el Distrito Federal, Guadalajara o cualquier otra zona urbana. Su
posibilidad de adquirir una discapacidad que lo acompañe de por vida,
además, se incrementa.
“Hoy sabemos que si naces en una comunidad indígena marginada eso determina tu esperanza de vida, que puede llegar a ser hasta diez años menor que la de un niño que vive en una zona urbana”, advirtió el director general del Centro de Estudios e Investigación en Desarrollo y Asistencia Social, AC (CEIDAS), Mario Luis Fuentes.
Lo peor es que a pocos meses de que termine el sexenio esta realidad no se ha podido revertir, lo que evidencia un rotundo fracaso en la política social, de acuerdo con expertos consultados por Excélsior.
“El emblemático caso de la Sierra Tarahumara pone de manifiesto que los programas federales, estatales y municipales implementados hasta el momento han sido incapaces de resolver un problema de enorme complejidad. Mitigan la parte más aguda, pero no resuelven las condiciones de los más desprotegidos”, acusó Mario Luis Fuentes.
Tan es así que todavía hoy los niños indígenas tienen tres veces más riesgo de morir por diarrea, desnutrición o anemia en comparación con un niño de la población general, según el Programa Nacional de Salud 2007-2012.
Estas desigualdades, reconoce la Secretaría de Salud (Ssa), son reflejo de un acceso diferencial a diversos bienes y servicios básicos dentro de los que se incluyen, por supuesto, los servicios de salud, y diferencias importantes en la calidad de atención.
“No es nada nuevo, es una realidad histórica, y con casos como el de la Tarahumara queda evidenciada una vez más, toda la exclusión y la discriminación que las comunidades indígenas sufren en todo el país.
“Y ante ello hay que tener claro que no necesitamos únicamente de programas paliativos, o que se improvisen en casos de emergencia, debemos tener definitivamente una política que sea integral, que ataque el problema de raíz”, señaló la coordinadora del Observatorio de Política Social y Derechos Humanos de Incide Social, Ximena Maroto.
Revisión a fondo
Mientras, el titular del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), Ricardo Bucio Mújica, dijo que la situación actual que enfrentan los habitantes de la etnia rarámuri deja ver la desigualdad en el acceso al desarrollo que vive éste y la mayoría de los pueblos indígenas en el país, agravada por la peor sequía de los últimos 70 años y la situación de violencia que azota a la zona.
“Para comunidades tan marginadas y tan excluidas del desarrollo, como es el pueblo rarámuri, evidentemente las opciones que tienen las personas para elegir un proyecto de vida son muy limitadas y esta distinción que existe entre pueblos indígenas y no indígenas es injusta, es desventajosa, e inequitativa, pero a pesar de ello no hay una perspectiva de intervención del Estado de manera integral.
“Hay, más bien, un déficit en las políticas públicas, porque no hemos visto, no sólo en los últimos años, sino en las últimas décadas, que se revierta la desigualdad”, indicó.
Esto se traduce, explicó Bucio, en que esas poblaciones no tienen posibilidad de un nivel de vida adecuado, de ejercer derechos ecónomicos, políticos, civiles, de salud y educación. Y eso es también discriminación, porque “nacen ya con una desventaja enorme en la vida”.
“¿Dónde está, por ejemplo, Arranque parejo en la Vida, o el Seguro para una Nueva Generación?, cuestionó Mario Luis Fuentes, de CEIDAS, quien determinó que el caso de la Sierra Tarahumara ha demostrado que éstos y otros programas no han logrado igualar las condiciones de los niños en todo el país, sin importar el
lugar en donde nazcan.
Por eso, el riesgo de niños indígenas de morir antes de cumplir un año de vida es 1.7 veces más alto que el del resto de los niños mexicanos. Este peligro aumenta a 2.5 veces en población preescolar, de acuerdo con la Ssa.
Esto tiene una explicación: todos los niños indígenas, por lo regular, nacen fuera de las unidades de salud, con ayuda de una partera, y son producto de embarazos que carecen de una atención prenatal.
“Habría que ver las evaluaciones de los programas federales, estatales y municipales, porque cuando hablas de que el impacto de estos problemas entre los habitantes marcan destino de vida, la enorme deficiencia de los programas no pueden verse más que como un fracaso.
“Hay que hacer una revisión a fondo de la política social para los más vulnerados, en este caso, los indígenas, y reconocer que hay un problema de diseño, de complementación, y coordinación, porque el asunto va más allá de resolver la coyuntura”, urgió Mario Luis Fuentes.
Mantienen albergues en la sierra Tarahumara
El secretario de Desarrollo Social (Sedesol), Heriberto Félix Guerra, informó que la dependencia tiene 118 albergues ubicados a lo largo de la Sierra Tarahumara, donde se atiende a los habitantes de la zona en sus necesidades de agua y alimentos.
“La sequía ha impactado fuertemente a las comunidades ubicadas en la Sierra Tarahumara, y principalmente al pueblo rarámuri, a quienes puedo asegurar que absolutamente nadie va a quedar excluido de la ayuda humanitaria, porque es un programa totalmente independiente”, sostuvo el funcionario federal.
De gira de trabajo por San Luis Potosí, recordó que los objetivos de la Estrategia Integral para la Atención de la Sequía en México son muy claros: “Que a nadie que lo requiera le falten agua ni alimentos”.
Durante su visita de trabajo de dos días, en que estuvo acompañado por los gobernadores de Durango, Jorge Herrera, y de San Luis Potosí, Fernando Toranzo, Félix Guerra entregó agua y paquetes alimentarios a las comunidades de mayor vulnerabilidad por la sequía de ambas entidades, predominantemente indígenas y rurales.
El funcionario supervisó la entrega de ayuda humanitaria en las comunidades indígenas y rurales de Llano Grande y Huazamota, en el municipio de Mezquital, Durango, donde comió y pernoctó con los pobladores huicholes, tepehuanes, mexicanos y coras.
Posteriormente, el titular de la Sedesol se trasladaría a La Hincada, en Guadalcázar, San Luis Potosí.
Monitoreo
El 27 de enero pasado, el secretario de Salud (Ssa), Salomón Chertorivski, aseguró que la sequía en la región Tarahumara no ha generado afectaciones en la salud de la población rarámuri, pues no existen focos rojos que muestren la propagación de diarreas u otro tipo de infecciones.
Al funcionario se le cuestionó sobre el estimado elaborado por la UNAM de que 2.5 millones de personas están en riesgo de padecer hambruna a causa de los estragos por la situación climática, a lo que respondió que esos riesgos existen, pero la labor del gobierno federal es evitarlos y por ello se han enviado grupos de médicos para la atención oportuna de la gente que presente cuadros diarréicos, anemia o desnutrición.
“Al día de hoy no hay ningún foco rojo, estamos en el seguimiento y están los problemas tradicionales de esas comunidades, dolorosísimos problemas tradicionales, pero no hay brotes infecciosos”, aseguró.
Sin embargo, añadió que están en vigilancia plena de todos los riesgos epidemiológicos y sanitarios, es decir, “cuidar que el agua esté en condiciones óptimas, cuidar que los alimentos estén en buenas condiciones y que lleguen a sus destinos”, dijo.
“Hoy sabemos que si naces en una comunidad indígena marginada eso determina tu esperanza de vida, que puede llegar a ser hasta diez años menor que la de un niño que vive en una zona urbana”, advirtió el director general del Centro de Estudios e Investigación en Desarrollo y Asistencia Social, AC (CEIDAS), Mario Luis Fuentes.
Lo peor es que a pocos meses de que termine el sexenio esta realidad no se ha podido revertir, lo que evidencia un rotundo fracaso en la política social, de acuerdo con expertos consultados por Excélsior.
“El emblemático caso de la Sierra Tarahumara pone de manifiesto que los programas federales, estatales y municipales implementados hasta el momento han sido incapaces de resolver un problema de enorme complejidad. Mitigan la parte más aguda, pero no resuelven las condiciones de los más desprotegidos”, acusó Mario Luis Fuentes.
Tan es así que todavía hoy los niños indígenas tienen tres veces más riesgo de morir por diarrea, desnutrición o anemia en comparación con un niño de la población general, según el Programa Nacional de Salud 2007-2012.
Estas desigualdades, reconoce la Secretaría de Salud (Ssa), son reflejo de un acceso diferencial a diversos bienes y servicios básicos dentro de los que se incluyen, por supuesto, los servicios de salud, y diferencias importantes en la calidad de atención.
“No es nada nuevo, es una realidad histórica, y con casos como el de la Tarahumara queda evidenciada una vez más, toda la exclusión y la discriminación que las comunidades indígenas sufren en todo el país.
“Y ante ello hay que tener claro que no necesitamos únicamente de programas paliativos, o que se improvisen en casos de emergencia, debemos tener definitivamente una política que sea integral, que ataque el problema de raíz”, señaló la coordinadora del Observatorio de Política Social y Derechos Humanos de Incide Social, Ximena Maroto.
Revisión a fondo
Mientras, el titular del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), Ricardo Bucio Mújica, dijo que la situación actual que enfrentan los habitantes de la etnia rarámuri deja ver la desigualdad en el acceso al desarrollo que vive éste y la mayoría de los pueblos indígenas en el país, agravada por la peor sequía de los últimos 70 años y la situación de violencia que azota a la zona.
“Para comunidades tan marginadas y tan excluidas del desarrollo, como es el pueblo rarámuri, evidentemente las opciones que tienen las personas para elegir un proyecto de vida son muy limitadas y esta distinción que existe entre pueblos indígenas y no indígenas es injusta, es desventajosa, e inequitativa, pero a pesar de ello no hay una perspectiva de intervención del Estado de manera integral.
“Hay, más bien, un déficit en las políticas públicas, porque no hemos visto, no sólo en los últimos años, sino en las últimas décadas, que se revierta la desigualdad”, indicó.
Esto se traduce, explicó Bucio, en que esas poblaciones no tienen posibilidad de un nivel de vida adecuado, de ejercer derechos ecónomicos, políticos, civiles, de salud y educación. Y eso es también discriminación, porque “nacen ya con una desventaja enorme en la vida”.
“¿Dónde está, por ejemplo, Arranque parejo en la Vida, o el Seguro para una Nueva Generación?, cuestionó Mario Luis Fuentes, de CEIDAS, quien determinó que el caso de la Sierra Tarahumara ha demostrado que éstos y otros programas no han logrado igualar las condiciones de los niños en todo el país, sin importar el
lugar en donde nazcan.
Por eso, el riesgo de niños indígenas de morir antes de cumplir un año de vida es 1.7 veces más alto que el del resto de los niños mexicanos. Este peligro aumenta a 2.5 veces en población preescolar, de acuerdo con la Ssa.
Esto tiene una explicación: todos los niños indígenas, por lo regular, nacen fuera de las unidades de salud, con ayuda de una partera, y son producto de embarazos que carecen de una atención prenatal.
“Habría que ver las evaluaciones de los programas federales, estatales y municipales, porque cuando hablas de que el impacto de estos problemas entre los habitantes marcan destino de vida, la enorme deficiencia de los programas no pueden verse más que como un fracaso.
“Hay que hacer una revisión a fondo de la política social para los más vulnerados, en este caso, los indígenas, y reconocer que hay un problema de diseño, de complementación, y coordinación, porque el asunto va más allá de resolver la coyuntura”, urgió Mario Luis Fuentes.
Mantienen albergues en la sierra Tarahumara
El secretario de Desarrollo Social (Sedesol), Heriberto Félix Guerra, informó que la dependencia tiene 118 albergues ubicados a lo largo de la Sierra Tarahumara, donde se atiende a los habitantes de la zona en sus necesidades de agua y alimentos.
“La sequía ha impactado fuertemente a las comunidades ubicadas en la Sierra Tarahumara, y principalmente al pueblo rarámuri, a quienes puedo asegurar que absolutamente nadie va a quedar excluido de la ayuda humanitaria, porque es un programa totalmente independiente”, sostuvo el funcionario federal.
De gira de trabajo por San Luis Potosí, recordó que los objetivos de la Estrategia Integral para la Atención de la Sequía en México son muy claros: “Que a nadie que lo requiera le falten agua ni alimentos”.
Durante su visita de trabajo de dos días, en que estuvo acompañado por los gobernadores de Durango, Jorge Herrera, y de San Luis Potosí, Fernando Toranzo, Félix Guerra entregó agua y paquetes alimentarios a las comunidades de mayor vulnerabilidad por la sequía de ambas entidades, predominantemente indígenas y rurales.
El funcionario supervisó la entrega de ayuda humanitaria en las comunidades indígenas y rurales de Llano Grande y Huazamota, en el municipio de Mezquital, Durango, donde comió y pernoctó con los pobladores huicholes, tepehuanes, mexicanos y coras.
Posteriormente, el titular de la Sedesol se trasladaría a La Hincada, en Guadalcázar, San Luis Potosí.
Monitoreo
El 27 de enero pasado, el secretario de Salud (Ssa), Salomón Chertorivski, aseguró que la sequía en la región Tarahumara no ha generado afectaciones en la salud de la población rarámuri, pues no existen focos rojos que muestren la propagación de diarreas u otro tipo de infecciones.
Al funcionario se le cuestionó sobre el estimado elaborado por la UNAM de que 2.5 millones de personas están en riesgo de padecer hambruna a causa de los estragos por la situación climática, a lo que respondió que esos riesgos existen, pero la labor del gobierno federal es evitarlos y por ello se han enviado grupos de médicos para la atención oportuna de la gente que presente cuadros diarréicos, anemia o desnutrición.
“Al día de hoy no hay ningún foco rojo, estamos en el seguimiento y están los problemas tradicionales de esas comunidades, dolorosísimos problemas tradicionales, pero no hay brotes infecciosos”, aseguró.
Sin embargo, añadió que están en vigilancia plena de todos los riesgos epidemiológicos y sanitarios, es decir, “cuidar que el agua esté en condiciones óptimas, cuidar que los alimentos estén en buenas condiciones y que lleguen a sus destinos”, dijo.
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