13 enero, 2012

La elección de la señora Wallace


Pablo Hiriart

Con su candidatura a Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Isabel Miranda de Wallace tomó una de las decisiones más importantes de su vida: eligió entrar a la política activa. Eso trae consecuencias.
De ahora en adelante todo lo que diga, las críticas y los elogios que formule, pasarán por el tamiz de su etiqueta partidista.
 



La señora Miranda de Wallace, tan estimada por un servidor, se lanzó a la contienda electoral por el partido en el poder. Y ella era una importante voz de la sociedad frente a ese poder. Ahora está del lado del poder.


En su campaña criticará la impunidad que existe en el Distrito Federal y la mala calidad de los ministerios públicos en la administración perredista. Tendrá razón.


Criticará a gobernadores priistas por su tardanza en profesionalizar las policías, evaluar a sus agentes y culpar a la federación de todos sus males en materia de seguridad. También tendrá razón.


Pero esa crítica, razonable y compartible, habrá perdido peso moral: la mueve un interés partidista y un propósito electoral.


Nada hay de ilegítimo en lo anterior, pero no podrá arrogarse la representación de la ciudadanía agraviada por la criminalidad y la negligencia de las autoridades porque ella va como candidata del partido que gobierna el país.


Su llegada a la candidatura del PAN al Distrito Federal fue obra de una decisión cupular. Ella se la debe al poder. Al mismo que le reclamaba negligencia ante la ola criminal que nos azota.


El PAN está en su derecho de postular por dedazo a la señora Miranda de Wallace y dejar sentados en una curul o en una banqueta a los que trabajaron durante tres años para alcanzar esa candidatura.


Se trata de un asunto interno de Acción Nacional y mientras cumplan con sus reglas, nadie les puede impugnar tal decisión.


Hasta ahí todo está bien. Pero que no vengan a decirnos que ellos sí son democráticos para elegir a sus candidatos y que los demás partidos no.


En la designación de Isabel Miranda no hubo elección interna, ni una encuesta indicativa ni tampoco un acuerdo político entre los aspirantes. Eso lo permiten los estatutos del PAN y tampoco hay nada de ilegal en ello.


Sin embargo su discurso de que ellos preferían perder tiempo en una elección interna con tal de oír la voz de su militancia, no era verdad.


La sociedad ha perdido a una luchadora por los derechos de los ciudadanos ante la clase política.


Ojalá que hayamos ganado a una política eficiente para que siga sirviendo a la comunidad, ahora desde el otro lado del mostrador.


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