Pablo Hiriart
Pues sí, Beltrones tenía razón en cuando menos
tres puntos fundamentales que hoy gravitan en su partido y en el gobierno:
Elba, Moreira y reformas.
Para el ex presidente del Senado, Elba Esther
Gordillo no encarna
ninguna idea de renovación ni de modernidad, sino todo lo
contrario.
Para decirlo en palabras que usé cuando se
anunció la alianza: era incomprensible que Peña Nieto se presentara como el
abanderado del cambio si llegaba a las elecciones del brazo de Elba Esther
Gordillo.
El interés de la profesora es ganar espacios políticos, repartir
puestos públicos entre sus incondicionales y estar cerca del poder.
Cuando así convenga a sus intereses, tomará distancia y volteará la espalda.
Al PRI le quería cobrar carísimo esa alianza forjada
en la dirigencia de Humberto Moreira, y que sin duda contó con el respaldo de
Enrique Peña Nieto.
Se equivocaron con Elba Esther. No son los
primeros, aunque tal vez sean los últimos.
El presidente del PRI en esta época electoral
era Emilio Gamboa, no Moreira.
La juventud y la astucia verbal del ex
gobernador de Coahuila no eran suficientes para dirigir al principal partido
del país.
Mucho menos era carta de presentación su
facilidad para retar y provocar al Presidente de la República.
Los manejos económicos del erario de su estado,
con una deuda estratosférica, no
corresponden a una idea de modernidad, sino que reflejan la manera de gobernar
del priismo populista que hoy anida, mayoritariamente, en otro
partido.
Los lazos de Moreira con Elba Esther Gordillo,
sumado al populismo económico con que gobernó su estado, ponen en riesgo la
credibilidad del PRI, abren un flanco enorme por donde torpedear a Peña Nieto,
y arriesgan incluso la estabilidad del gobierno de su hermano Rubén.
La prudencia era la carta adecuada, pero se optó
por la confrontación. Se equivocaron con Moreira.
Y ahora, por la crisis económica internacional y
la sequía que demanda recursos públicos para atender necesidades urgentes,
habría sido de gran utilidad tener una reforma fiscal como la propuso
Beltrones.
Tal vez no igual, modificada, discutida, pero no
una reforma congelada como es el caso.
La propuesta, que llevaba incluso el respaldo
del PRD en el Senado, ponía IVA parejo en 15 por ciento. Tres por ciento se le
devolvía al contribuyente al presentar su declaración mensual. Así se
garantizaba que todos pagáramos impuestos, especialmente quienes más consumen.
En esa reforma se incorporaba una canasta básica
totalmente exenta de IVA, para no lastimar a más de 25 millones de mexicanos
que viven en pobreza alimentaria.
Se equivocaron al congelarla, y la deberán
reactivar después de las elecciones.
Los hechos, ni modo, ahí están.
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