“Prefiero un millón de voces críticas antes que el silencio de las dictaduras” Dilma Rousseff
Elegir el momento para una visita presidencial puede ser una labor
sumamente ingrata en este mundo tan impredecible y cambiante. Cuando la
fecha de viaje de un jefe de estado queda colocada en su agenda,
anunciada y conciliada con los anfitriones, por lo regular la vida se
encarga de rodearla de imprevistos. Los palacios de gobierno no logran
controlar el azar, ni tampoco prever esos acontecimientos sorpresivos
que enrarecen el escenario del arribo de un dignatario. Dilma Rousseff
bien que lo sabe. Su presencia en La Habana se coordinó durante semanas y
fue precedida incluso por la del canciller Antonio de Aguiar Patriota.
Todo parecía atado y bien atado: un cronograma rápido, eficiente,
protocolar, enfocado en temas económicos, que terminaría al abordar su
avión con destino a Haití. Pero algo se complicó.
Varios días antes de que la economista y política brasileña
aterrizara en el Aeropuerto José Martí, un joven cubano murió después de
una prolongada huelga de hambre. Los medios oficiales se lanzaron de
lleno a presentarlo como un delincuente común, aunque había sido
detenido en una marcha opositora por las calles de Contramaestre. El
discurso del poder se radicalizó y la temperatura política alcanzó esos
grados en lo que se manejan tan bien nuestros gobernantes. En ese
contexto, la recién concluida Conferencia del PCC se convirtió más en un
acto de reafirmación que de cambio, en una declaración de unidad en
lugar de apertura. Muchos de los que aguardaban por el anuncio de
transformaciones políticas de gran calado, se percataron de que el
evento fue más bien la última oportunidad perdida por la generación en
el poder. Un día después de su clausura, Raúl Castro -el secretario
general del único partido permitido- recibió a Dilma Rousseff, la otrora
guerrillera que hoy dirige un país con diversas fuerzas políticas y una
prensa muy crítica.
La agenda cubana de Dilma incluye repasar las obras constructivas del
puerto de Mariel y la posible concesión de un nuevo crédito bancario.
Brasil es nuestro segundo socio comercial en Latinoamérica. pero no se
trata sólo de una cuestión de recursos. En estos momentos al raulismo también
le urge ser legitimado por otros presidentes de la región. Así que por
estos días habrá sonrisas, manos estrechadas, compromisos de “amistad
eterna” y fotos, muchas fotos. Los activistas cívicos –por su parte-
intentarán un encuentro con la mujer que fue torturada y encarcelada
durante un gobierno militar, aunque existen muy pocas posibilidades de
que los reciba. Dilma Rousseff sí que conversará con Raúl Castro, estará
muy cerca de él justo en esta delicada coyuntura en que el azar la ha
colocado. Esperamos que no desaproveche la ocasión y sea consecuente con
la algarabía democrática, en lugar de optar por el silencio cómplice
ante una dictadura.
Fuente: Generacion Y (Cuba)
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