Saul
Alinsky, el autor de “Rules for Radicals” (“Reglas para radicales”) es
considerado uno de los provocadores más representativos del siglo XX. El
término “Alinskista” se ha convertido en un epíteto banal para la
derecha. Muchos políticos conservadores habitualmente vinculan a Barack
Obama con Alinsky.
Pero Obama y Alinsky ni se conocieron. Alinsky murió de un ataque al
corazón en 1971, cuando Barack Obama tenía alrededor de 11 años de edad y
vivía en Yakarta u Honolulu. Luego de una profunda investigación no
hemos logrado descubrir ni una sola referencia de Obama a Alinsky. Un
breve ensayo de Obama fue incluido en un libro que titularon “Después de Alinsky: Organización Comunitaria en Illinois”. El informe concluye:
“La organización enseña como ninguna otra cosa la belleza y la fuerza
de la gente común. Por medio de los cánticos en la iglesia y las
charlas en las escalinatas y por medio de los cientos de historias
individuales de quienes vienen desde el sur buscando algún trabajo
remunerado para que sus familias sobrevivan y pierdan a algunos de sus
niños en las drogas y vean a otros obtener títulos y conseguir puestos
de trabajo a los que sus padres nunca podrían aspirar. A través de estas
historias y canciones acerca de esperanzas frustradas y del poder de la
persistencia, de fealdad y de lucha, de sutileza y de carcajadas, es
que los organizadores pueden ir dándole forma a un sentido de comunidad,
no sólo para los demás, sino para sí mismos”.
Típico de Obama y mucho más lírico que Alinsky.
Alinsky fue un anti-comunista agresivo, anti-gran gobierno, populista
con un sano desprecio por los Demócratas. Que aparentemente se sentiría
más como en casa en el movimiento del Partido del Té que en el Partido
Demócrata. Jacques Maritain, mentor del Papa Pablo VI y redactor
prominente de la Declaración Universal de Derechos Humanos afirmó que
Alinsky fue “uno de los pocos hombres verdaderamente grandes de nuestro
siglo”.
Dejando de lado la tradición popular, Rules for Radicals no
fue dedicado a Lucifer, sino a Irene – mujer y alma gemela de Saúl.
Alinsky consideró a la dignidad humana como el mayor bien. En la página
122 de Reglas para radicales, afirma: “Cuando respetamos la
dignidad de las personas, aprendemos que no se les puede negar el
elemental derecho a participar plenamente de la resolución de sus
propios problemas. El auto respeto surge solamente en aquellas personas
que tienen un papel activo en la resolución de sus propias crisis y que
no se sienten impotentes, pasivas, como títeres que se benefician de los
servicios públicos o privados”.
A Alinsky debe entendérselo como parte de “la izquierda no
socialista”, tal como lo describió su biógrafo Sandy Horwitt. Alinsky
nos recuerda mucho a Thomas Paine y como tal, fue un enemigo acérrimo de
los leninistas.
Obama no es Alinsky. ¡Ojalá lo fuera!
Uno de los principales sucesores de Alinsky es Arnie Graf. En privado
Mark Shields describe a Graf como perteneciente “al salón de la fama de
la justicia social”. Graf instruyó brevemente al joven Barack Obama,
según recuerdos compartidos recientemente con este columnista (algunos
de los cuales fueron registrados por Will Englund del National Journal).
En 1986, el joven Barack Obama llegó a una capacitación nacional,
realizada en California por la organización del legado de Alinsky, la
Industrial Areas Foundation. Asistieron más de 100 jóvenes. Graf era uno
de los capacitadores y llegó a tener tres conversaciones personales con
Obama.
La primera fue acerca de crecer en el seno de una familia
interracial. La propia esposa de Graf es afroamericana y habían criado
conjuntamente a sus dos niños con gran éxito. Obama preguntó con gran
interés cómo estaba criando Graf a sus hijos, y cómo los niños entendían
su identidad racial.
El propio Obama, por supuesto, había crecido en culturas (Hawaii e
Indonesia) – sin polarización racial entre blancos y negros y, cuando a
los 11 años aterrizó en Kansas, cursó su pre-escolar y la escuela
secundaria con muy pocos afro-americanos.
Ambas familias, la familia judía ortodoxa de Graf y la familia de
Carolina del Norte de su esposa, vieron con buenos ojos a su matrimonio.
Como dice Graf, sus nietos de etnias mixtas cuentan con “un abrazo
amoroso de parte de ambas familias”. Obama tiene una visión de cómo las
cosas fueron distintas para él.
La siguiente conversación con Obama tuvo que ver con el Movimiento
por los Derechos Civiles (cumpleaños de cuya gran figura, el Dr. Martin
Luther King, celebramos el pasado 15 de enero). Obama era demasiado
joven para participar. Pero Graf, formaba parte del grupo desde los 19
años de edad. Graf compartió sus experiencias con Obama.
Finalmente, un breve debate entre Obama y Graf fue su diálogo de
despedida. Existen diferencias significativas entre la política de un
movimiento, la organización comunitaria, y el hecho de ser parte del
sistema. Obama le comunicó a Graf que él no estaba interesado en
convertirse en un organizador. Tenía la esperanza de llegar a ser un
gran abogado de derechos civiles o un juez.
Obama eligió ser un líder político y no un líder comunitario. Sin
embargo pueden encontrarse algunos ecos del trabajo de Alinsky en el
bando de Obama. El manual de capacitación del equipo de campaña de Obama
fue escrito principalmente por Marshall Ganz, de Harvard (quien también
había inyectado esos principios a la campaña de Dean). Uno de los
organizadores de Alinsky fue el gran Fred Ross, quien a su vez entrenó a
Ganz y escribió un intrépido manual de formación. Ése fue el modelo
para el manual del equipo de Obama.
Graf, quien no ha vuelto a ver a Obama, hace hincapié en el enorme
respeto que se han ganado los Americanos por haber elegido a un
presidente afro-americano. Esto no es poca cosa. Sin embargo, lamenta
que Obama tuvo “un momento Roosevelt” en el que podría haber producido
una verdadera transformación y no lo hizo.
A Graf también lo indigna el protagonismo que Obama les ha dado a
fervientes libertarios tales como Immalt, Geithner, Summers y demás
titanes de las finanzas. Graf considera que la primacía del capitalismo
financiero en una cultura no es una situación equilibrada. Y que el
presidente podría haber puesto (y, de ser re-electo, todavía podría) al
mercado, a la ciudadanía y a los sectores del Estado en una situación
más balanceada. Algunas de sus críticas acerca de Wall Street nos
recuerdan la famosa observación de Adam Smith: “Cuando la gente de un
mismo oficio se reúne, incluso con motivos de alegría y diversión,
siempre la conversación termina en una conspiración contra el público, o
en alguna artimaña para aumentar los precios de sus productos”.
La izquierda no socialista, más que culpar a los empresarios, los
admira, muy especialmente a los fabricantes. Graf ofrece una distinción
entre capitalismo productivo (industria manufacturera) y capitalismo
depredador (dedicado a la liquidación de activos). Graf parece
inclinarse más hacia el populista conservador que al libertario o al
socialista, impulsado por una ética de elaboración de protocolos que
aumenten la productividad, y con ello, la demanda de puestos de trabajo
más cualificados y mejores pagos, sin incrementar los impuestos, el
costo de la mano de obra, o el costo de otros insumos.
Y todo ello sin los controles del gobierno federal. Graf considera
que tenemos la oportunidad de alejarnos de la noción de que la economía,
fundamentalmente, es el sector financiero. El cree que una educación
subvencionada, vocacional y basada en universidades comunitarias, podría
ser una clave importante para una economía con un sector privado
vibrante – y por eso les da todo su apoyo.
En mi columna habitual he señalado las diferencias entre lo propuesto
por las distintas tribus de la izquierda: señalando la labor
“humanitaria populista” de la izquierda étnica (y si, también
comunitaria) en contraposición a la “nomenklatura” doctrinaria elitista
de izquierda. La actitud de Graf nos muestra claramente dicha hipotética
distinción.
Graf no es se opone ni al capitalismo, ni a Wall Street. Se opone a
la oligarquía, al igual que la auténtica derecha de libre mercado. La
idea descabellada de que los populistas humanitarios de izquierda y la
derecha hagan causa común contra los grupos privilegiados de Wall Street
y Washington… en una cruzada por la igualdad de oportunidades y que una
creciente ola a lo Kennedy sacará a flote todos los barcos… no resulta
entonces imposible.
¿Y si eso sucede?
Memo al Presidente Obama: Arnie Graf seguramente lo aceptaría de
nuevo como alumno… y lo pondría en una profesión mucho más digna que la
de mero presidente: una en la que pudiera inculcar el auto respeto… en
las personas que juegan un papel activo en la resolución de sus propios
problemas para que no se sientan impotentes, pasivos, como títeres que
se benefician de los servicios públicos o privados.
* Ralph Benko es asesor económico Senior del American Principles
Project, es columnista de la Revista Forbes y es editor de la página The Gold Standard Now del Lehrman Institute. Traducción al español de Dayi Sedano.
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