05 febrero, 2012

El PAN agoniza

El PAN se juega mucho más que la candidatura presidencial.
- Posible una segunda vuelta entre Vázquez Mota y Cordero.

Ricardo Alemán
El día de hoy puede resultar histórico para el Partido Acción Nacional; histórico porque pudiera convertirse en candidata presidencial una mujer; histórico porque se podría llevar a cabo el “milagro de los votos”, si es que al final se impone como candidato presidencial el señor Ernesto Cordero, e histórico porque podríamos estar viendo y viviendo la agonía del PAN; la fuerza política que hizo un apostolado de la cultura y la práctica democráticas.


Y es que contrario a ese apostolado que por décadas enarboló el partido azul, lo cierto es que la elección que hoy lleva a cabo —para seleccionar a su candidato presidencial— se ha convertido en uno más de los vergonzosos espectáculos de la antidemocracia y la ambición sin límite que —también en temporadas electorales— nos regalan partidos como el PRI o el PRD.
No es novedad, y no sorprendería a nadie si en un proceso electoral interno del PRI o de las llamadas izquierdas se denuncia acarreo, compra de votos, cooptación de simpatizantes, voto corporativo y la entrega de dádivas a cambio de la preferencia electoral. No es extraño que el partido amarillo y/o el tricolor terminen sus elecciones internas en medio del escándalo y el cochinero promovidos por las partes en disputa.
Pero no, la sorpresa es que todas esas viejas prácticas que hicieron imbatible al PRI —y que en su momento eran parte de la crítica cotidiana que lanzaban los azules hacia los tricolores— hoy son denunciadas como práctica común entre los precandidatos presidenciales del PAN. Y es tal el escándalo que se podría decir que, en efecto, el PAN ganó el poder presidencial, pero para ello debió perder el partido. ¿Por qué?
Porque lo cierto es que el PAN, como lo conocieron sus militantes hasta hace un par de décadas, ya no existe. En lugar del partido lleno de apóstoles de la democracia, hoy vemos un partido que se desmorona en medio de una lucha descarnada, sin cuartel y sin reglas elementales, en busca del poder que significa ser candidato presidencial del partido en el poder.
¿Quién gana y quién pierde?
Y frente a un escenario de crisis extrema, como ese, parece absurdo formular la pregunta elemental y obligada —de ¿quién va a ganar y quién va a perder?—, ya que a estas alturas, ya iniciado el proceso de votación, no hay nada para nadie. ¿Por qué? Porque nadie sabe, a ciencia cierta, cuántos son los panistas militantes y adherentes que podrían votar; nadie sabe, a plenitud, donde están esos militantes y si ya hoy saben dónde depositarán su voto, si tienen la intención de votar, si tienen a un preferido…
Y es que nadie sabe, bien a bien, el tamaño de la trampa que han desarrollado unos y otros, y si los operadores del fraude electoral del PAN tienen las habilidades necesarias para garantizar la efectividad de las maniobras tramposas. En pocas palabras, se podría decir que no hay nada para nadie. A estas alturas, lo mismo se podría hablar de una elección de tres tercios que de la victoria aplastante de la señora Vázquez Mota y hasta de un ligero triunfo de Santiago Creel.
Sin embargo, si por un momento confiamos en las encuestas —que en los meses recientes se han levantado y difundido—, el triunfo debía ser para la señora Josefina Vázquez Mota, la candidata que lleva más de 50% de la aceptación entre militantes y adherentes, y un porcentaje parecido o superior en el caso de la población abierta.
Justificar lo injustificable.
Pero ahí es donde aparece el problema; la duda es si las encuestas son confiables; si los métodos desarrollados lograron reflejar el estado de ánimo de esa comunidad poco conocida y nada predecible que es la militancia y la adherencia del PAN. Por eso la pregunta. ¿Qué nivel de certeza tienen las encuestas, si nadie sabe —bien a bien—, dónde están los militantes y los adherentes, cuál es la preferencia mayoritaria? Lo cierto es que podríamos estar ante una elección totalmente inédita e impredecible.
En la primera hipótesis —que las encuestas sean confiables para el caso del proceso interno del PAN—, la noche de hoy, el panismo estaría celebrando la elección de su primera candidata presidencial. Incluso, no pocos especulan que ya no sería necesaria una segunda vuelta, ya que los números serían de tal contundencia que nada tendrían que hacer los adversarios de la señora Josefina Vázquez Mota.
En la segunda hipótesis, que resulten exitosas las estrategias tramposas que puso en marcha el candidato —y que el “delfín presidencial” derribe a la señora Vázquez Mota de la punta de las preferencias—; estaríamos no sólo ante la confirmación del fracaso cultural del PAN, sino de la muerte del partido azul como se le conoció por más de media década. ¿Por qué? Porque el partido azul habría sucumbido a lo más cuestionable de las prácticas del viejo PRI.
Y es que el problema que aparece —en ese escenario— es un problema mayor. ¿Cómo van a justificar los hombres del Presidente y de su candidato un resultado tan inesperado?, ¿cómo van a explicar las muchas evidencias de trampas, maniobras y cochinero en general?, ¿cómo explicar lo inexplicable?, serían las grandes preguntas. Y la respuesta de los muchos malquerientes del partido azul y del presidente Calderón —y de buena parte de la sociedad en general— sería de estricto sentido común: que al final de cuentas, el presidente Calderón y sus operadores lograron imponer a Ernesto Cordero como candidato presidencial del PAN. Claro, mediante trampas y chanchullos.
Segunda vuelta.
Sin embargo, existe un tercer escenario, nada despreciable. Si bien algunos observadores pronostican una elección atípica —en donde no hay nada para nadie el mismo día de la contienda—, también ven la posibilidad de que se produzca una elección a tres tercios. El tercio mayor para la señora Vázquez Mota, el segundo tercio para el “delfín presidencial”, Ernesto Cordero, y el tercer tercio, acaso el menor, para Santiago Creel.
En esta hipótesis, no pocos observadores ven a Santiago Creel fuera de la contienda, en tanto que pasarían a la segunda vuelta, en ese orden, Josefina Vázquez Mota y Ernesto Cordero. Y aquí es donde aparece la nuez del asunto. Frente a esa hipotética conformación, de una segunda vuelta entre Vázquez Mota y Cordero, el papel del derrotado sería fundamental.
Santiago Creel podría ser el fiel de la balanza, sea a favor de Cordero, sea a favor de Vázquez Mota. Y si existe congruencia, dejaría fuera al “delfín” presidencial.
La moneda está en el aire. Y el PAN se juega mucho más que la candidatura presidencial; se juega su vida. Al tiempo.

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