11 febrero, 2012

El primitivismo intelectual latinoamericano

El primitivismo intelectual latinoamericano

Las-venas-abiertasPor Manuel Hinds
El Diario de Hoy 
Yo tengo mucha fe en que las nuevas generaciones se liberarán de la mentalidad tercermundista que está en la raíz de nuestro atraso y logren desarrollar a este país. Estas generaciones están menos inclinadas a la polarización política y son más propensas al pragmatismo, que las generaciones anteriores. Hay un aspecto, sin embargo, que me sorprende cuando lo veo en muchos jóvenes: su vulnerabilidad a fantasiosas teorías de conspiración, promovidas por caracteres como el millonario productor de cine Michael Moore, el lingüista Noam Chomsky y Eduardo Galeano, autor de "Las venas abiertas de la América Latina".

Estos y similares caracteres mantienen que el mundo es un lugar controlado por unos cuantos capitalistas, que conspiran continuamente para que nadie progrese. De acuerdo a ellos, cualquier cosa que pasa en el mundo es atribuible a esa gigantesca conspiración. Desde el calentamiento global hasta la gran crisis económica que vive el mundo, son atribuibles no a errores colectivos sino a decisiones explícitas de estos plutócratas que controlan el mundo y que dicen, "hoy calentémoslo" o "ahora causemos una gran crisis económica", para extraerles la riqueza a los pobres del mundo. Es como un cuento de Batman.

A pesar del barniz moderno de Moore y Chomsky, su visión del mundo no es nueva ni moderna. Corresponde a las visiones de las tribus primitivas, que recurrían a dioses para explicar todo lo que ellos veían. Si caían rayos, era porque uno de estos dioses los tiraba; si había guerras, o plagas, o buenas o malas cosechas, era porque ellos conspiraban para causarlas. Tuvieron que pasar muchos siglos para que la ciencia se desarrollara y explicara lo que son los rayos y cómo se generan, no como consecuencia de conspiraciones sino de fenómenos naturales.
Esta manera de pensar en conspiraciones de seres sobrenaturales (porque sobrenaturales tienen que ser los que controlan todo en el mundo hasta el último detalle), ha sido característica de la región y de sus así llamados "intelectuales", que han mantenido por generaciones que no nos desarrollamos porque estos dioses no nos dejan hacerlo. Además de primitiva, esta visión es muy nociva, porque llena de impotencia al individuo y le provee una excusa para no esforzarse en su propio desarrollo. Vuelve a la gente ignorante y cínica.
Esta visión nos ha mantenido a la zaga mientras todos los demás se desarrollan. Cuando nos independizamos las dos revoluciones que formaron el mundo moderno estaban apenas comenzando: la democracia liberal y la revolución industrial. La primera generó los derechos individuales, el imperio de la ley y la libertad personal que es la base de toda creatividad. La segunda abrió el mundo a un proceso exponencial de desarrollo sin precedentes en la historia. Europa, Estados Unidos, Japón y los dominios británicos de ultramar (Canadá, Australia y Nueva Zelanda) se integraron a estas grandes corrientes en el primer siglo de nuestra independencia. Nosotros no.
En nuestro segundo siglo se industrializaron Singapur, Taiwan, Corea y Hong Kong. Nosotros seguimos estancados. Ahora lo están haciendo China e India. Y mientras todo el mundo se desarrolla, Latinoamérica no lo hace e insiste en que es imposible hacerlo porque sus gnomos inventados no lo permiten.
Intelectualmente, la historia es deprimente también. Es irónico que los "intelectuales" consideren que esas ideas les dan superioridad intelectual. No hay ni una sola universidad de habla castellana entre las 180 mejores del mundo. No hay grandes descubrimientos matemáticos o científicos atribuibles a la ciencia latinoamericana. Es en este campo donde podríamos demostrar que tenemos potencia intelectual, no creyendo en cuentos chinos de conspiraciones, que tratan de demostrar que es imposible desarrollarse mientras todos los que no creen en ellos se desarrollan y derrotan a la pobreza. Ojalá que los jóvenes se liberen de ese complejo de inferioridad que los hace creer que hay dioses que no dejan crecer al país.

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