11 febrero, 2012

Venezuela: el gran día

Primarias_12FPor Alvaro Vargas Llosa
Este domingo se celebrarán por fin las elecciones internas de la oposición venezolana, que no son internas porque tienen derecho a voto, como sucedió en Argentina en su momento, todos los que quieran. Los sondeos juran que el gobernador del estado Miranda, será el vencedor y que una oposición férreamente unida bajo su mando se enfrentará a Hugo Chávez en las presidenciales del 7 de octubre. Pero ni siquiera es esto lo primero que se debe resaltar, sino la extraordinaria lección que han dado al mundo los miembros de la Mesa de la Unidad Democrática, como se llama a la sombrilla que cobija a los demócratas de ese país, en teoría desde 2008 pero el práctica desde 2010.

Las elecciones han sido plurales porque en ella está representado un espectro que va de la derecha autoritaria de estilo 'fujimorista', el modelo que representa Diego Arria, hasta el populismo democrático de Pablo Pérez, pasando por el liberalismo de María Corina Machado, la socialdemocracia de Henrique Capriles, y el sindicalismo de Pablo Medina. Los debates así lo han demostrado una y otra vez.
Han sido ejemplarmente civilizadas porque todos han rivalizado sin perder de vista, ni por un instante, que es mucho más lo que los une que lo que los divide, que en política los medios justifican los fines y no al revés, y que en ese embrión de democracia de alto nivel está la Venezuela con que aspiran a reemplazar lo que tienen ahora.
Han sido honorables porque, a diferencia del autócrata que tienen enfrente, casi todos los contendores han sido explícitos con respecto a lo que quieren hacer y han exhibido coherencia, es cierto que algunos con bastante más sindéresis y elocuencia que otros, entre lo que pensaban y lo que decían.
Y han sido admirables por el valor que han exhibido los participantes. Ser candidato contra Hugo Chávez es solicitar el ingreso en prisión o el pasaporte al exilio, como lo saben los antecesores de este grupo de aspirantes a convertirse en abanderado o abanderada de la oposición (el último, Manuel Rosales, está asilado en Perú). En el caso del favorito, Capriles, el riesgo no es ir sino volver a la cárcel, pues ya Chávez lo encerró en 2004 durante cuatro meses (traté, en un viaje a Venezuela por aquel entonces, de ingresar a visitarlo a la DISIP, la sede del sicariato político venezolano, con apoyo de su familia, pero estaba totalmente impedido de comunicarse con el mundo exterior).
A lo largo de estos meses los venezolanos han podido apreciar algo que seguramente habían olvidado: que la política no tiene que ser una rama del gangsterismo; que las opciones para su país no están monopolizadas por el deprimente statu quo; que libertad, democracia y Estado de Derecho no son palabras vacías de contenido, y que el gran referente exterior no es la isla-ergástulo en que los Castro han confinado a 11 millones de cubanos sino una América Latina que hoy pasa por una promisoria adolescencia democrática y económica.
No recuerdo un ejercicio comparable en ningún régimen autoritario, al menos no con las características que acabo de describir. NI en la Europa comunista ni en la Latinoamérica militarizada se dio en su día un proceso equivalente desde la oposición. Aun antes de saberse siquiera el desenlace de las presidenciales de octubre, Venezuela ya es infinitamente mejor de lo que era gracias a que este grupo de dirigentes cívicos y políticos ha mostrado en los hechos qué cosa es vivir en un país libre por más que el entorno lo sea sólo si estiramos la liga de la credulidad hasta los límites de la física. 
Dicho esto, la tarea no estará completa este domingo. Como en el verso de Quevedo: ayer se fue; mañana no ha llegado. Falta derrotar al adversario y forzarlo con una masa avasalladora de votantes a reconocer esa derrota que nunca reconocería si de él dependiera. Falta, por tanto, que el microcosmos de democracia que ha sido esta campaña se amplíe hasta abarcar a toda la república. Ya lo derrotaron en las legislativas del año pasado, aun cuando unas risibles reglas impidieron a quienes obtuvieron la mayoría de votos hacerse también con la mayoría de los escaños. Lo pueden lograr otra vez.
Nunca fue más fuerte ni estuvo mejor organizada la oposición a Hugo Chávez. Y nunca estuvo más unida ni fue mayor su autoridad moral, porque han demostrado algo raro en política: que practican lo que predican. Buena suerte.

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