CUBA
Por Gina Montaner
Los años más tenebrosos de la dictadura cubana se emborronan con el
paso del tiempo. Han transcurrido más de cinco décadas desde que los
hermanos Castro se enquistaron en el poder, y en estos 53 largos años
los malos recuerdos han sido sustituidos por otros más recientes. Sin
embargo, las huellas de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) perviven.
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Por segunda vez, la iniciativa partió de la Confederación Española de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (Colegas), una organización española que en todo momento ha reivindicado el derecho a la libertad de los cubanos, todos los cubanos, y que no cuenta con demasiadas simpatías entre un sector de la izquierda que todavía defiende al régimen castrista y prefiere obviar los atropellos contra todos los que se atreven a desobedecer las arbitrariedades de los Castro.
Durante dos días, el público tuvo la oportunidad de escuchar ponencias de escritores como Zoé Valdés, Abilio Estévez, Vicente Echerri o María Elena Cruz Varela. Los testimonios de disidentes como Osvaldo Alfonso o Regis Iglesias. Las impresiones de periodistas que han sido corresponsales en la Isla. La posición sobre Cuba de distintas fuerzas políticas españolas. Debates sobre la operación de maquillaje que el gobierno cubano hace por medio de la hija de Raúl, Mariela Castro, al frente del Centro Nacional de Educación Sexual. Dos días intensos que desenterraron lo que la dictadura pretende tapar con desfiles y banderolas del arcoiris gay; su objetivo es distraer la atención del problema central: la falta de libertades en una isla que es una inmensa cárcel.
En las Jornadas de Colegas se invocaron los nombres de Reinaldo Arenas, Virgilio Piñera y José Lezama Lima. Escritores que fueron prohibidos, perseguidos y vejados. Entre los asistentes no había nadie que no hubiera sufrido en carne propia el escarnio o que no conociera a alguien que fue expulsado de su centro laboral o de la universidad por no ajustarse a los parámetros de comportamiento social con los que el régimen ha pretendido encorsetar a la sociedad cubana.
En varias ocasiones se citó un discurso que Fidel Castro pronunció a principios de los años sesenta, y es inevitable concluir que aquella revolución nunca tuvo nada de revolucionaria, porque la dirigían unos machos anticuados y con ideas casposas. En su arenga, Castro bramó contra los pepillos "hijos de burgueses" que se atrevían a vestir "pantaloncitos demasiado estrechos". Palabras propias de una abuela que regaña al nieto rebelde. Ciertamente era él, Fidel, quien se escandalizaba como una beata por las "actitudes elvispreslianas" y el "libertinaje" de una juventud que sintonizaba con los Beatles o los Rolling Stones. Así de antiguo y estrecho nació su fracasado experimento social.
Ha sido saludable que la confederación Colegas haya reunido otra vez a disidentes y activistas a favor de los derechos de los gays, porque conviene mantener vivo en la memoria el acoso al que el Estado cubano ha sometido a los que buscan espacios de libertad política y sexual. Lo otro, que es caer en el olvido y la desmemoria, sería dar la razón a la patética pantomima a la que se ha prestado Mariela Castro. La varita mágica de una de las herederas de la dinastía no conseguirá hacer desaparecer tantos años de sufrimiento que parecen no tener fin.
En el escrito que Abilio Estévez envió a las Jornadas para ser leído, el novelista cubano recordó cómo al gran Virgilio Piñera lo condenaron a una "vida de riguroso silencio" por ser homosexual. Piñera, comenta Abilio, introdujo el verbo fantasmar en su obra Dos viejos pánicos para describir la perversa maniobra que consistía en hacer invisibles a las víctimas de esa caza de brujas. Finalmente, los verdugos y cancerberos del castrismo nunca podrán librarse de sus fantasmas.
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