Socialismo: El fracaso que triunfa
Mucho se ha escrito acerca del socialismo. El socialismo es una de las ideas más populares que se hayan propuesto.
Como socialismo se ha considerado el
control centralizado de poseer o disponer de los medios de producción
por organismos estatales. En el Siglo XXI algunos autores han extendido
la idea del socialismo a comprender todo sistema de agresión
institucional al libre ejercicio de la función empresarial.
Es difícil dar con una creencia que haya
moldeado tan profundamente el pensamiento político y económico mundial
en el siglo XX. Basta considerar que la religión musulmana contó en un
momento con un 20% de la humanidad y al cristianismo le llevó unos 300
años evangelizar al 10% del mundo mientras que en solo 150 años el
socialismo (y sus variantes) era parte de la vida de un 60% de los
habitantes del globo.
Para muchos que lidian con ideas y
pensamientos políticos el socialismo sigue constituyendo una idea
atractiva, romántica y hasta cierto punto seductora.
El socialismo promete a las masas el
cielo en la tierra, poder navegar por el mar de la felicidad sin dejar
de humillar a aquellos que han sobresalido por sus cualidades,
inteligencia y trabajo fructífero.
A pesar de los repetidos fracasos
históricos logrados por la doctrina socialista estos no dejan de ser un
incentivo convincente para su rechazo total por parte de los pueblos
sobre todo en América Latina, Africa y Asia aun después del ejemplo
sufrido por Europa Oriental durante varias décadas y visto claramente
hace ya unos 19 años.
Debemos indagar si el fracaso económico,
político y social del socialismo se ha manifestado solamente en las
regiones, sociedades y/o países donde se ha impuesto por la fuerza y
bajo la hegemonía del Estado generalmente dirigida por partidos
políticos únicos.
Por lo tanto, nos planteamos el
siguiente interrogante: ¿Han existido ocasiones cuando y donde el
socialismo se convirtió en el sistema por el que se gobernaron
VOLUNTARIAMENTE cierto número de personas o comunidades?
Al ser positiva la respuesta,
abordaremos ciertos aspectos de estas experiencias históricas e
indagaremos cuáles fueron las raíces de tales experimentos sociales, sus
desenvolvimientos y sus recuentos con el fin de observar en el
“laboratorio humano espontaneo” la prognosis que conlleva todo sistema
socialista.
Desde finales del siglo XVII hasta casi
nuestros días podemos enumerar cuatro ocasiones en que el socialismo
voluntario surge, se desarrolla y se auto desploma por la libre decisión
de los participes sin ninguna intervención directa o forzosa por parte
del Estado.
Colonizadores americanos del “Mayflower”
Comencemos nuestro recuento con el viaje
de los colonizadores de Nueva Inglaterra (Plymouth) llegados
procedentes de los Países Bajos en 1620. Estos habían logrado obtener el
apoyo y prestamos de inversionistas ingleses para financiar el inicio
de una colonia en el nuevo continente.
Los acreedores del financiamiento
insistieron que al establecerse en el Nuevo Mundo todas las riquezas que
lograran fuesen producidas y disfrutadas como comunidad para el
beneficio de ellos y de los colonizadores.
Esta conformidad fue expresada en el
pacto firmado todavía abordo de la nave “Mayflower” que los había traído
a las costas de la futura Nueva Inglaterra el 21 de diciembre de 1620,
antes de echar pie en tierra.
Gran parte de la epopeya de los
primeros tiempos de estos colonizadores ha quedado plasmada en el libro
“En la Plantación Plymouth” escrito por el segundo gobernador de la
colonia William Bradford.
Los primeros inviernos fueron
inclementes y las cosechas de 1621 y 1622 fueron pobres y solo sirvieron
para satisfacer las necesidades alimenticias más básicas por pocos
periodos de tiempo.
Durante estos dos primeros años los
colonizadores habían estado organizados bajo el sistema comunitario en
el cual “todos los beneficios obtenidos por trueque, pesca, agricultura,
etc., debían ser considerados como bienes comunes y cada miembro podía
disponer de ese fondo común para satisfacer sus necesidades material” de
acuerdo a los relatos de W. Bradford.
Bradford también nos describe en su
libro que durante los años 1621 y 1622 “los hombres jóvenes que podían
hacer frente a las tareas más arduas se quejaban que el fruto de sus
labores eran concedidos y distribuidos entre las esposas y e hijos de
otros de más edad y de menor capacidad laborar”.
Y continua: “los individuos reciben las
mismas raciones de comida sin relación a su nivel de producción y a
ningún residente se le permite que cultive sus propios alimentos”
añadiendo que el “sistema imperante durante 1621 y 1622 daba origen a
confusión y malestar retardando las posibilidades de emplear debidamente
los recursos que hubieran beneficiado a cada uno de los miembros”.
En su libro el gobernador llega a
comentar que: “el sistema económico imperante era una maldición” dentro
del cual “hasta los miembros más comedidos de la colonia llegaron a
sentir falta de respeto por los demás y en general permeaba una
atmosfera de injusticia y de esclavitud”.
En más detalle Bradford reporta que “los
colonizadores dedicaban más tiempo a robar comida…” (“resolver” en el
argot popular dentro de la Cuba actual) “…que a cultivar la tierra”, lo
que provocó que los colonizadores se sintieran descontentos y con
animosidad entre ellos mismos.
Hay que puntualizar que el malestar
descrito por Bradford se debía a los pagos que había que enviar a los
inversionistas ingleses en Londres, sino a las desigualdades en los
beneficios con que eran retribuidos por sus esfuerzos los miembros de la
colonia incipiente.
Pero algo sorprendente sucedió en 1623. A
partir de ese año las cosechas fueron esplendidas y es la razón por lo
que los colonizadores celebraron la nueva buena y dieron gracias por sus
logros el 9 de Agosto de ese año instituyendo informalmente el Día de
Dar Gracias que todavía se conmemora en los Estados Unidos a finales de
noviembre.
¿Qué medida fue adoptada por la
comunidad que logró transformar radicalmente la situación material de la
colonia de una año para otro?
Permitamos que Bradford nos conteste estas indagaciones con las siguientes palabras:
“Empezamos a pensar y considerar cómo
podríamos obtener una cosecha mayor y no tener que languidecer en la
miseria…después de un debate largo y extenso los miembros de la
comunidad decidieron que cada familia y/o persona acordaría cuánto
cosechar de una manera independiente y a cada familia se le adjudicó una
parcela de tierra proporcional al número que la constituía”.
Bradford continua su explicación: “esta
medida tuvo un éxito magnifico y convirtió a cada miembro de la colonia
en una fuerza productora y en 1623 se obtuvo mucho más grano que el que
se había obtenido anteriormente librándose el gobernador de grandes
problemas”.
Y añade: “las mujeres acudieron
voluntariamente a ocuparse de sus tierras y llevaban con ellas a sus
pequeños quienes antes, bajo el sistema comunitario, alegaban que no
poseían las fuerzas o destrezas para tales tareas y el obligarlas
entonces hubiera sido interpretado como tiránico y opresivo”.
“Ahora la cosecha ha terminado (1623) y
en vez de hambre Dios nos ha otorgado abundancia…y en lo que se refiere a
grandes necesidades o hambre no ha existido desde ese día”.
El milagro que había transformado a esta
colonia totalmente aislada en las costas que hoy son parte del estado
de Massachusetts sin participación alguna en un comercio globalizante no
es otro que la institución de la propiedad privada y demuestra que la
estructura socialista sin la intervención y la hegemonía opresiva del
Estado es rechazada voluntariamente y remplazada por aquella donde cada
ser humano es libre de buscar y encontrar la realización de sus sueños y
ambiciones.
Robert Owen y la “Nueva Armonía”
Pasemos en la historia al año 1800 y
hagamos un pequeño recuento de la empresa acometida por el Sr. Robert
Owen en el estado de Indiana de los Estados Unidos.
Después de la Revolución Francesa
hubo un periodo de recogimiento por parte de las fuerzas socialistas
durante la hegemonía del Imperio Napoleónico en Europa y surge de nuevo
el esfuerzo que esta vez lo lleva a cabo un industrial escocés de nombre
Robert Owen.
Robert Owen
Owen nació en Gales (Gran Bretaña) en el
año 1771 y comenzó a trabajar desde temprana edad en los hilares
ingleses y más tarde se convirtió en gerente de uno de los más
importantes de su época en Manchester (1794). En 1800 se traslado a New
Lanark (Escocia) donde adquirió e impulso el desarrollo de sus propias
fabricas de tejidos.
Con el fin de dar a conocer sus ideales
Robert Owen se aventuró en 1816 a pedirle personalmente al Parlamento
Inglés que las condiciones existentes en las fabricas fuesen modificadas
y propuso la fundación de “Villas de Cooperación” que consistirían en
comunidades donde los ciudadanos estarían libres de la competencia,
obtendrían auto abastecimiento y sobrepasarían otros males como la
ignorancia y la desigualdad económica que siempre habían abatido a los
seres humanos. En 1819 el cuerpo legislativo ingles aprobó leyes que
contenían algunas de sus ideas laborales.
En 1825 decidió emigrar a los EE.UU.
para dedicar todos sus esfuerzos y bienes a fundar una comunidad
constituida por miembros totalmente voluntarios en la que se forjaría un
“nuevo hombre”.
En la primavera de ese año (1825) Owen
ya en los EE.UU. pronunció un discurso en Washington D.C. donde anunció
sus planes para “redimir al mundo”. Su audiencia estaba constituía por
los miembros del Congreso norteamericano en reunión conjunta, el
entonces recién elegido Presidente John Q. Adams, los miembros de la
Corte Suprema de los EE.UU. y todos los miembros del gabinete de la
nueva administración que comenzaba su mandato.
En este pronunciamiento Owen invitó a
todos los que así lo desearan a incorporarse voluntariamente a su
acometida de iniciar una nueva comunidad que funcionaria bajo principios
“socialistas” en los terrenos que había comprado con sus propios bienes
recientemente a una secta comunitaria luterana conocida como los
“Rappites” en Indiana y que se llamaría “Nueva Armonía” ubicada en el
estado de Indiana, EE.UU.. Owen pudo reunir un grupo de alrededor de 800
miembros que incluía a individuos de gran prestigio en sus profesiones.
Nueva Armonía
Al llegar a Indiana y ya establecido en
la nueva comunidad Owen declaró: “He venido a iniciar un nuevo sistema
social, a cambiar al existente plagado de ignorancia y avaricia por uno
que unirá a sus miembros y reemplazara toda competencia entre ellos.
Este nuevo sistema nos llevara a un estado de virtud y felicidad que
aunque intentado en el pasado llegara a ser una realidad y será imitado
por todas las sociedades y países”.
Anunció de inmediato la Constitución que
regiría en “Nueva Armonía”, nombro a un Comité Gobernante Interino y
decidió regresar a Inglaterra a ocuparse personalmente de ciertos
negocios dejando a su hijo mayor como su representante.
Muchos de los integrantes de la
comunidad que habían respondido a su llamado no evidenciaron desde un
principio que estarían tan dedicados como Owen a sus ideas sino más bien
que habían sido atraídos por la promesa de obtener alimentos y
habitaciones gratis. En los pasos iniciales Owen obtuvo la ayuda de W.
MacClure, escocés acaudalado residente de Filadelfia, quien contribuyó
con sus bienes a financiar el aspecto educacional de la nueva iniciativa
social.
Poco después en el periódico de la
comunidad llamado “La Gazzete” apareció un reportaje en el que se
menciona que las actividades destinadas a la fabricación de productos
para consumo interno estaban funcionando muy bien pero solamente “jabón y
goma de empaste” se producían en cantidades que sobrepasaban la
demanda.
Durante su existencia la nueva comunidad
obtenía gratis las medicinas, los alimentos básicos, la educación de
130 niños y entretenimiento que consistía de conciertos ofrecidos sin
costo 2 veces por semana.
En mayo de ese año se produjo un cisma
dentro de la comunidad y dos nuevos grupos se establecieron fuera del
perímetro de la misma con la ayuda de su antiguo socio MacClure, quien
se había desviado de los objetivos iniciales asignados al mismo como
encargado de la administración educativa de la comunidad hasta entonces.
Estos grupos abandonaron a Owen debido a
varias razones, entre ellas las restricciones en cuanto procurar e
ingerir bebidas alcohólicas, la intransigencia de Owen de permitirles
decidir la forma de las construcciones donde se albergaban y al
aislamiento de los niños de la vida familiar dentro del régimen
imperante de guarderías.
A pesar de estos acontecimientos y
coincidiendo con la fecha del 4 de julio de 1826, Owen dio a conocer su
“Declaración de Independencia Mental” expresando: “Les digo que el
hombre hasta este momento ha sido un esclavo de una trinidad malvada que
ha infligido grandes daños mentales y físicos a toda la raza humana. Me
refiero en concreto a la propiedad privada, a la existencia de la
religión y la institución del matrimonio”.
Estas palabras no fueron bien acogidas
por los comunitarios y ya para esa fecha los campos estaban abandonados,
la producción agrícola se encontraba en ruinas, las cercas se habían
deteriorado considerablemente y la realidad del fracaso se había hecho
evidente.
En Agosto de 1826 los miembros que
todavía permanecían en la comunidad acordaron despedir a los
administradores, reemplazándolos con un triunvirato y en enero de 1827
Owen no tuvo otra alternativa que parcelar las tierras y venderlas.
De inmediato, pequeñas tiendas privadas
abrieron sus puertas y el sistema comunitario desapareció. Ese verano
Owen regresó a Inglaterra para no retornar jamás a los EE.UU., no sin
antes haber declarado que su empresa había sido un éxito.
Para entonces todos sus hijos habían
emigrado a los EE.UU. y permanecieron en Indiana llegando a ser figuras
de relieve en dicho estado dentro del sistema económico y social de la
libre empresa.
Robert Owen había probado que las
condiciones sociales benevolentes dentro de las cuales había intentado
formar al “nuevo hombre” en la “Nueva Armonía” no producen “buenas
personas” aun cuando estas participen voluntariamente sin la presencia
de la fuerza estatal y demostró el error de intentar cambiar la
verdadera naturaleza del ser humano.
Se le adjudica a Owen el uso formal de
la palabra “socialismo” para designar a esa doctrina, que tapizada por
una gama variada de adjetivos, todavía conquista la mente de los pueblos
al prometerles que bajo su hegemonía obtendrán la segunda realización
del paraíso terrenal.
La sociedad comunitaria del kibutz israelita
Un kibutz es una comunidad colectiva en
Israel tradicionalmente basada en la agricultura, aunque estas han sido
reemplazadas por plantas industriales y empresas técnicas en los últimos
años.
El kibutz es una forma de vida comunal
que combina el socialismo y el sionismo: el deseo de crear el Estado
judío en la Palestina y regresar a la tierra y su cultivo.
Los kibbutzim no representan un escape
de la sociedad, sino que fueron pioneros en la “conquista” de la
Palestina por los judíos. Los miembros de los kibbutzim jugaron un papel
de “colonizadores” del territorio palestino al fundarse el Estado de
Israel.
Ha habido varias olas de inmigración
judía desde 1880 que se constituyeron como colonias agrícolas en Israel
organizadas como cooperativas socialistas.
En 1909, Yossef Baratz estableció con 9
hombres y 2 mujeres una comunidad llamada Degania–la cual se convirtió
en el primer kibutz–y en su libro “A Village by the Jordan” proclamo en 1956: “Creemos que no debe haber empleados ni patronales en lo absoluto...debe haber un camino mejor”.
Nuevas olas de emigrantes judíos con más
experiencia en la agricultura llegaron a la Palestina en la década de
1920 para integrarse en la fundación de nuevos y mayores kibbutzim (el
plural de kibutz en hebreo es kibbutzim) con una creencia más firme de
que “el socialismo voluntario serviría de modelo al resto del mundo”.
Los kibbutzim experimentaron una mejoría
en sus condiciones de vida en los primeras décadas después de la
independencia de Israel y en los años 60 habían llegado a tener un
acelerado grado de desarrollo.
El número de kibutz llegó a 270 y
contaban con 130.000 personas en su esplendor pero nunca constituyeron
más allá del 3 al 5 % de la población israelita. El prestigio político
que los kibbutzim disfrutaron en los 60 quedó demostrado en el
Parlamento Israelita cuando 15% de sus miembros eran ex miembros de los
kibbutzim.
Los primeros kibbutzim tenían en mente
algo más que ser simple granjeros en la Palestina. Querían crear una
nueva sociedad donde todos eran iguales sin ser “explotados”. Deseaban
ser independientes de las patronales y empresarios poseyendo las
propiedades en común y que cada miembro produjera de acuerdo a sus
habilidades y consumiera para satisfacer justamente sus necesidades.
Sin embargo, los kibbutzim no tenían por
objeto imponer sus creencias y practicas socialistas al resto de la
población y funcionaron como organizaciones comunitarias dentro de un
medio ambiente de propiedad privada en el resto de Israel.
En el kibutz, el principio de la
igualdad se seguía seriamente y el socialismo se logró en su plenitud:
nadie poseía sus propias herramientas, los regalos recibidos de afuera
eran entregados a la administración. Se rotaban las obligaciones y
trabajos, se compartían las comidas en los comedores comunitarios, sus
alberges eran idénticos y los niños eran cuidados en los centros
especiales educacionales con poco contacto físico con los padres.
Para inculcar el espíritu comunitario,
las comidas se servían en mesas donde los esposos no se sentaban juntos y
algunos utensilios de cocina no se permitían pues podía conducir a la
reunión de los esposos.
Los miembros de los kibbutzim no poseían
cuentas de banco propias y raramente tenían contacto con el dinero y
los medios eran distribuidos equitativamente. Las compras en las
cantinas debían ser aprobadas por el comité a cargo.
Los miembros participaban en asambleas
generales semanales en donde cada uno podía intervenir. Las decisiones
más primordiales de cada kibutz se aprobaban por consenso o mediante el
voto, a menudo con escasas audiencias, mientras que las actividades de
“a diario” eran señaladas por los dirigentes y anunciadas en tablillas
colocadas en los comedores comunitarios.
Acompañaban a estas asambleas extensos
comentarios acerca de ciertos elementos calificados como “parásitos”
quienes abusaban de la propiedad comunitaria y no se esforzaban en sus
obligaciones laborales.
Uno de los temores más debatidos en los
kibbutzim era el nacimiento de un niño(a) y el ineterrogante que surgía
era el de ¿quién estaría a cargo de este nuevo miembro a partir de su
nacimiento?.
La respuesta en general fue que pertenecía a todos y algunas mujeres amamantaban a los neonatos sin ser sus propios hijos.
En la década de 1920, los kibbutzim
iniciaron un proyecto conocido como “Las Sociedades de los Niños” donde
enfermeros y maestros funcionarían como mejores crianderos que los
propios padres. Los padres no podían acostar a sus hijos y por lo
general no los veían por periodos extensos, excepto de forma casual.
Creyeron que de esta manera librarían a
las madres de lo que se le llamó la “tragedia biológica” de dedicar
horas a educar a sus proles y así podrían estar libres para cumplir con
las obligaciones laborales o disfrutar de periodos de esparcimiento.
Esto era de gran prioridad, ya que el
número de mujeres en los kibbutziim era superior al de los hombres en la
mayoría de los casos.
Platón en su obra “La Republica” subraya
que un factor contribuyente al socialismo es mantener a los hijos
separados de los padres ya que la “familia” contribuye a querellas que
surgen de ser propietarios y de tener lazos familiares.
Sin embargo, las mujeres ya nacidas y/o
criadas en los kibbutzim eran reacias a participar en las obligaciones
impuestas por las “Sociedades de los Niños” y pusieron fin a las mismas.
Algunos de los jóvenes producto de este
experimento expresaron más tarde: “dándonos de mamar cada cuatro horas y
pudiendo llorar para que se desarrollaran nuestro pulmones, crecimos
sin esa seguridad vital que se necesita para la supervivencia....fuimos
educados para que fuéramos iguales...pero éramos realmente diferentes...
Al llegar la noche los adultos apagaban las luces y se marchaban. Y uno
sabia que se orinaría en la cama ya que teníamos miedo de ir solos al
cuarto de aseo” (Gavron Daniel “The Kibbutz: Awakening from Utopia”.
Rowman & Littlefield, Lanham 2000).
Uno de los ejemplos más radicales para
eliminar desde una edad temprana la idea de la posesión de bienes
propios fue la de los kibbutzim. En estas comunas los niños no tenían
nada de su propiedad incluida la ropa interior.
Algunos autores como Spin, Batleheim y
Baizerran han investigado el impacto psicológico de la vida comunitaria
de los kibbutzim y han concluido que los niños y jóvenes en estas
comunidades tuvieron grandes dificultades en establecer amistades,
lograr madurez en las relaciones intimas y en vínculos que conllevan al
matrimonio y a la formación de familias.
Estas capacidades se calificaban como
“sentimientos egoístas”. No podían enamorarse porque se les había
enseñado que este sentimiento implica “posesión”. No debían ser poetas
porque la poesía era algo que solo “unas personas” disfrutarían. No hay
duda que fueron excelentes militares ya que se sacrificaban por el “bien
común”.
Para esta época, la tercera generación de los kibbutzim comenzó el éxodo de la vida comunitaria.
En los kibbutzim las relaciones
padres/hijos fueron mancilladas de ex-profeso y la educación escolar se
llevaba a cabo con el propósito de inculcar desde bien joven los
principios socialistas.
La rebelión contra la educación
comunitaria de los niños fue una de las principales causas del fracaso
de los kibbutzim como experimento socialista.
Muchos de los niños nacidos y criados en
los kibbutzim no quisieron que sus propios hijos siguieran la tradición
educacional del pasado.
Este cambio en la actividad y el
pensamiento produjo modificaciones en la construcción de viviendas y su
distribución, la desaparición de comedores populares y el surgimiento de
pequeñas bodegas dentro de los recintos de los kibbutzim.
Este cambio trajo también un
resurgimiento del individualismo contrario a los más básicos principios
socialistas de los kibbutzim.
A medida que nuevas generaciones
nacieron y crecieron, los kibbutzim experimentaron cambios en la
organización y cultura y la identificación de sus nuevos miembros con
sus propósitos y fines originales fueron a menos.
La época de gloria de los kibbutzim
fueron los años 80, aunque en 1977 Menachem Begin fue elegido Primer
Ministro de Israel y puso coto a la política del Partido Laboral
Israelita desde la fundación de este como Estado judío de subvencionar a
los kibbutzim. Begin suspendió la ayuda económica estatal y los
contratos gubernamentales con estas instituciones colectivas.
En el periodo de los 80 se vio un
despunte de la inflación en Israel y los kibbutzim se vieron en la
necesidad de gestionar prestamos que más tarde no podrían pagar como
consecuencia de inversiones no rentables en el mercado de valores, que
naturalmente era un campo sobre el que carecían de experiencia.
La situación económica en Israel de los
80 contribuyó a la insolvencia de los kibbutzim, pero para entonces el
país ya no tenía que depender de ellos para su desarrollo y seguridad
como lo había hecho en décadas anteriores.
En la misma década se produce otro
cambio en los kibuutzim: se instituye el bono monetario individual que
podía ser utilizado en la satisfacción de los deseos individuales de sus
miembros.
Había comenzado el cambio hacia la existencia de la propiedad privada.
Algunos de sus miembros comenzaron a
trabajar por su propia cuenta (cuentapropistas) fuera de los kibbutzim,
lo que los puso en contacto con el mundo de la iniciativa privada.
Estas actividades acentuaron las
diferencias que existían entre la individualidad y el colectivismo de
los kibbutzim, afectando directamente el incentivo al trabajo
comunitario-.
Factores económicos externos a los
kibbutzim forzaron a que los dirigentes tuvieran que remunerar a los
miembros de los kibbutzim por horas prolongadas de trabajo y más tarde
muchos de los servicios y bienes fueron paulatinamente privatizados
llegando algunos a borrar de sus rótulos la palabra “kibbutzim”.
Aquellos que dejaban la vida comunal
eran por lo general los miembros más productivos y para conservar cierta
fuerza laboral los dirigentes tuvieron que contratar trabajadores sin
vínculos a los kibbutzim y establecer diferentes tarifas de salarios de
acuerdo al nivel de trabajo.
Los miembros de los kibutzim también
descubrieron con el tiempo que la autosuficiencia económica era
imposible en las actividades agrícolas y en la inversión de capital, y
en la actualidad se han visto en la necesidad de asalariar a palestinos
como fuerza laboral y los kibbutzim están involucrados en actividades
comerciales de índole turística y de servicios.
Después de varias décadas de socialismo
voluntario, los kibbutzim están abandonando los principios socialistas y
han iniciado proyectos capitalistas para lograr ciento éxito económico
al fomentar más la industria que la agricultura y permitir que los
esfuerzos empresariales privados fomenten la creación de factorías,
hoteles, centros turísticos y comerciales.
En abril de 2001, el periódico Jerusalem
Post reportó que uno de los kibbutzim en el centro del país se
desmantelaba para convertirse en una comunidad donde cada miembro fuese
dueño de su vivienda y poseyese acciones de la factoría, mientras
vendían sus tierras para pagar la deuda comunitaria.
Hotel de un kibutz
Un miembro ya anciano del kibbutz
Kinneset expresó: “Tratamos de cambiar la naturaleza humana y crear un
nuevo ser humano. Para mi pesar, el kibutz no tuvo ningún éxito en esa
campaña”.
Arthurdale
La cuarta y última instancia en
establecer voluntariamente una sociedad socialista, aunque bajo los
auspicios del Estado, fue Arthurdale en el condado de Preston en el
Estado de la Virginia Occidental ( West Virginia ) en los EE.UU..
La situación económica en el noroeste
del estado de West Virginia en los Estados Unidos había sufrido un gran
reverso en 1932. Esta zona de Norteamérica había sido un gigantesco
centro de la minería carbonífera que en el año 1921 contaba con 37 minas
en manos de 33 compañías en un territorio de 5 millas conocido como
Scotts Run.
En 1932 el precio del carbón en los
mercados sufrió los efectos combinados del fin de la Primera Guerra
Mundial y la Gran Depresión del 29, produciéndose el cierre de estas
minas y despidos laborales que empobrecieron a los mineros y sus
familias, lo que coincidió con el hecho de que las agencias estatales y
entidades religiosas no contaban con los recursos necesarios para
aliviar las nuevas condiciones económicas prevalentes.
En 1933, a la Sra. Lorena Hickok, amiga
intima de la Primera Dama Eleonor Roosevelt, se le encomendó realizar
una gira por Morgantown en el noroeste de West Virginia y el resto de
los Apalaches y observar de cerca las condiciones de vida de los mineros
afectados por los cambios que había sufrido la industria del carbón.
Al finalizar tal periplo, esta Sra.
informó a la Primera Dama que las condiciones de vida existentes “no
hubieran sido recomendadas ni para los cerdos” y que podrían acarrear
graves consecuencias sociales más adelante.
Como resultado de esta impresión
alarmante de la Sra. Hickok, la esposa del presidente se trasladó a la
región en agosto de 1933 para ver personalmente la situación imperante.
Después de dos semanas, la Sra.
Roosevelt anuncio la creación de la primera comunidad planificada por el
Estado americano compuesta de mineros desplazados del campo Scotts Run.
Este proyecto gubernamental fue asignado al Ministerio del Interior con
el nombre de Arthurdale, siendo el Sr. Harold Ickes quien ocupaba tal
cartera estatal.
En 1934 Arthurdale fue la primera de
muchas otras comunidades similares previstas por la administración de
Franklin D. Rooselvet. (FDR). Otras fueron Pendelea Homestead en
Carolina del Norte y Austin Homestead en Minnesota.
El objetivo teórico de tal comunidad era
congregar trabajadores agrícolas y mineros del carbón de escasos medios
en un medio ambiente rural donde pudieran permanecer empleados y auto
abastecerse económicamente.
La Sra. Rooselvet asumió la
planificación e implementación de Arthurdale como algo personal y
actuando como “encargada” ordenó que las construcciones de casas y
edificios de la comunidad cumpliesen con las últimas medidas en materia
de construcción, se atrajeran industrias y se vigilara que los gastos no
excedieran el presupuesto asignado a tal empresa por el Estado.
Ni corta ni perezosa la Sra. Roosevelt
envió una carta al senador republicano George Norris en la que
solicitaba la adquisición de 1.000 acres en el estado de West Virginia
que pertenecían a un ciudadano cuyo nombre era Richard Arthur, que no
había podido pagar los impuestos sobre su finca. La Primera Dama había
asegurado que esta inversión no sería sufragada por los contribuyentes,
sino que se pagaría por sí misma en el corto plazo.
Poco más tarde era obvio que esta franja
de tierra no satisfacía las condiciones para ser habitada en la forma
masiva como había sido planeada por los burócratas gubernamentales,
debido a las características porosas del subsuelo y las dificultades de
proveer el suministro de agua potable a dicha zona.
Como otros programas gubernamentales,
este se inició precipitadamente con la compra de 50 casas de verano
prefabricadas, totalmente inadecuadas para el clima de West Virginia y
sin las dimensiones apropiadas para que cupieran dentro de las zapatas
que ya se habían construido. Por lo tanto una serie de arquitectos
fueron traídos desde New York para que rehicieran las casas y las
acomodaran al clima de la región y a las dimensiones apropiadas, lo cual
atrasó el proyecto unos 6 meses.
El interior de la casas se amuebló de
una manera lujosa, flores fueron traídas para adornar los jardines y
pozos de agua fueron fabricados a un costo que malamente la nación
americana podía solventar durante los años que siguieron a la depresión
del 29. El Ministro del Interior Ickes hizo referencia a este gasto al
comentar: “Hemos gastado dinero en Arthurdale como marineros
embriagados”.
A mediados de 1934, los primeros
“colonizadores” se habían establecido y más tarde Arthurdale llegó a ser
una comunidad de 165 casas. El costo original calculado por la Primera
Dama había sido de 2.000 dólares por unidad, pero el costo final llegó a
ser de 16.625 dólares cada una. Indiscutiblemente, el presupuesto para
instituir esta comunidad planificada había sido sobrepasado de una
manera extraordinaria pero ningún funcionario que había participado en
la evaluación inicial fue despedido y el proyecto continúo a toda
marcha.
A pesar de todo la Sra. Rooselvet
consideró a Arthurdale un experimento social que marcaria los inicios de
un nuevo tipo de vida donde se forjaría el “nuevo hombre americano”.
Vista parcial de Arthurdale
Los “colonizadores” de Arthurdale habían
sido convertidos de una manera imperceptible en miembros del sistema
benefactor estatal, llegando al punto de llevar al ómnibus escolar para
que fuese reparado en el taller de la Casa Blanca situado a 200 millas,
antes que intentar su arreglo en Arthurdale.
Otra vista de Arthurdale
Este experimento social partía del
concepto de integrar la familia, el trabajo y la comunidad que había
sido manifestado por M.L. Wilson, un economista agrario que encabezó la
“División de Colonias Subsidiadas” creada por FDR en 1933.
El propósito de estas “colonias”
subsidiadas era combinar en un solo programa la descentralización
industrial, la relocalización de la fuerza laboral y lograr la
agricultura de sustento para balancear las vidas rurales y urbanas, lo
cual brindaría las ventajas de una nueva estructura de civilización.
En cada colonia cientos de familias
dispondrían de financiamiento para adquirir casas nuevas con suficiente
tierra (5 acres) para actividades agrícolas localizadas alrededor de
plantas industriales donde sus miembros podrían ser empleados. Una
perfecta combinación de vida rural y urbana que sería un ejemplo para su
diversificación más tarde en todo los Estados Unidos.
El objeto central de las “colonias
subsidiadas” es la cooperación– crear cooperativas entre los
“colonizadores” para lograr la formación de unidades sociales y
económicas que menoscabaran el individualismo-.
Estas ideas dieron a los estadounidenses
de la época la oportunidad de creer en la iniciativa empresarial
mientras eran reclutados en un sistema benefactor estatal que regularía
sus futuros.
En junio de 1934 las primeras 50
familias se trasladaron a sus nuevas residencias en Arthurdale. Sus
actividades diarias fueron organizadas por los dirigentes
administrativos gubernamentales para unificar la ideología comunitaria
con la del pionero colonizador y lograr el propósito anunciado por la
Sra. Roosevelt: “Hay que ensenarles a los colonizadores como vivir”.
Las labores de los pioneros fueron
asignadas de acuerdo al sexo donde los hombres se dedicaron
principalmente a las labores agrícolas, mientras las mujeres se ocupaban
de preparar las comidas de las escuelas, envasar productos de conservas
alimenticias y acudir a clases para aprender a tejer.
Para dirigir la educación de los niños,
la Sra. Roosevelt eligió a la pedagoga Elsie Ripley Clapp quien había
sido discípula y asistente de John Dewey en la Universidad de Columbia
en la ciudad de Nueva York.
En Arthurdale la Sra. Clapp implementó
un sistema de enseñanza que “cumplía una función social” siguiendo las
orientaciones de Dewey.
Este sistema consistía de un plan de
estudios que interpreta a las actividades y necesidades comunitarias
como el laboratorio donde los alumnos adquieren sus experiencias y
conocimientos educacionales. Los problemas de la vida corriente son los
que proveen la currícula, en lugar de los tradicionales tópicos
escolares.
La Sra. Clapp intentó iniciar la
enseñanza de niños a partir de la edad de 2 años, así como reeducar a
los padres en todos los aspectos de la crianza de éstos. Según ella
Estas intenciones se lograrían: “al extraer impedimentos físicos y
mentales y remplazarlos con nuevas actitudes que los ayudarían”.
Muchos de los estudiantes en Arthurdale
se convirtieron en profesionales, aunque algunos tuvieron dificultades
el lograr un nivel universitario pues la enseñanza secundaria en
Arthurdale no había sido reconocida y acreditada legalmente por el
estado de West Virginia.
La organización de la enseñanza en
Arthurdale era tal que los participes carecían de una idea clara de su
progreso y no podían saber con certeza el nivel qué habían alcanzado en
un momento dado. Esta incertidumbre esta agudizada por la gran variedad
de cursos disponibles sin una currícula concordante con una enseñanza
secundaria unificada.
Una vez que el sistema educacional fue
inaugurado y establecido algunas de las familias de Arthurdale
decidieron no enviar sus hijos a las escuelas de Ms. Clapp y los
matricularon en el sistema educativo de Masontown (pueblo adyacente a
Arthurdale ).
Sin embargo, hoy en día muchos de los
antiguos alumnos de Arthurdale opinan que la currícula que habían
utilizado les había sido beneficiosa.
Mas tarde, poco a poco el plan de
estudios fue transformándose y gravitó hacia los de los distritos
escolares adyacentes, satisfaciendo así los requisitos necesarios para
la acreditación estatal.
Esto sucedió al cambiar los
administradores originales y ante la falta de recursos monetarios
estatales procedentes de Washington D.C. y el deseo de los padres de que
sus hijos acudieran a escuelas que impartieran enseñanzas
“tradicionales”.
Aunque la Sra. Roosevelt había logrado
que algunas firmas industriales localizaran plantas manufactureras en
Arthurdale, tales como General Electric, solo Sterling Faucet permaneció
por largo tiempo lo cual limito el número de plazas de trabajo fuera
del campo agrícola.
Al mismo tiempo, la mayor parte de las
familias en Arthurdale se percató de que no podía subsistir con lo que
lograba en sus cultivos y se convirtió en dependiente del sistema
benefactor estatal.
A finales de la década de 1930,
Arthurdale había perdido el apoyo financiero de Washington DC y la Sra.
Roosevelt no había logrado el sostén político para prolongar la
existencia del proyecto que tanto había anhelado. En 1941 Arthurdale fue
privatizado totalmente y todas las propiedades estatales fueron
vendidas, con pérdida a los “colonizadores”. El experimento de
Arthurdale había llegado a su final.
En 1985 se fundó una organización que se
ha dedicado a mantener muchas de las construcciones originales de
Arthurdale las cuales se pueden visitar hoy día.
En 1961 la Sra. Roosevelt visitó Arthurdale por última vez con el objeto de inaugurar una iglesia presbiterana.
Visita de la Sra. E. Roosevelt a la Escuela Secundaria de Arthurdale
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En los kibbutzim asi como en la Nueva
Armonía de Owen y los emplazamientos originales de los colonizadores del
Mayflower y de Arthurdale, no existió la coerción; sin embargo, una vez
que la vida socialista fue experimentada en su plenitud la mayor parte
de sus miembros eligieron “democráticamente” abandonarla o abolirla.
Al considerar la reacción de los
participes en la organización socialista de vida que existió en las
cuatros situaciones presentadas aquí, uno debe indagar lo siguiente
referente al socialismo: ¿Cómo una idea tan incongruente con la
naturaleza humana ha logrado captar la mente de las masas de una manera
tan rápida y efectiva?
¿Cómo esta idea que invoca tantos
sentimientos humanos “nobles” ha dado lugar a los regímenes estatales
más crueles en la historia de la humanidad?
La gran diferencia entre el
individualismo y el socialismo es que el primero permite experimentar
con el segundo mientras que el socialismo no da cabida a aquellos que
prefieren vivir dentro del marco de la libre iniciativa personal.
“Si el socialismo va en contra de la
naturaleza humana, nosotros cambiaremos la naturaleza humana” dice un
slogan marxista. Muchos seres humanos creen que es indigno robar,
asesinar o torturar para su propio beneficio pero es una virtud hacerlo
en bien de los demás. Nos dicen los socialistas: no puede recurrir a la
brutalidad para su provecho, pero siga adelante si es necesario para
“ayudar” a los demás. Quizás la opinión más repugnante que uno oye a
veces en boca de intelectuales socialistas sea: “Seguro, Stalin asesinó a
millones pero es justificable porque fue en beneficio de las masas”.
Jamás consideré a los socialistas como
“sinceros aunque equivocados idealistas”. El propósito de esclavizar a
algunos seres humanos para el bien de otros no es un ideal. La
brutalidad no es idealista y no importa cuáles son sus propósitos. Nunca
digamos que el anhelo de “hacer bien” por la fuerza es un buen motivo.
Ni el deseo del poder absoluto ni el atropello contra los semejantes son
buenos motivos.
Sospechemos siempre de aquellos que a
través del socialismo nos prometen el paraíso en la tierra y nos quieren
conducir hacia el “mar de la felicidad”.
Las utopías imaginarias de Platón, Tomas
Moore y demás socialistas tienen que contar con la coerción para
perpetuar sus fines pues aun por los medios voluntarios y pacíficos el
socialismo ha sido un fracaso ya que de una u otra forma nos lleva de
una manera inexorable a la miseria total.
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