por Javier Paz
Javier Paz cuenta con una maestría en Economía y es columnista de El Deber (Bolivia).
En su artículo "La lógica del propio interés" (El Deber, Bolivia) Alberto Bonadona hace una caracterización tendenciosa y equivocada del pensamiento de Adam Smith.
Bonadona dice: “No hay nada que pueda frenar la búsqueda de la propia
satisfacción y no hay nada, en la concepción smithiana, que diga por
cuál vía lograrlo. No hay prójimo por quien preocuparse, se trata de
cada uno por sí mismo. Ni familia ni religión o, mejor dicho, la
religión es esa incesante sed de acumulación”. Cualquiera que lee este
párrafo y el resto del artículo podría concluir que para Smith solo
importaba la acumulación de riqueza, bajo una lógica maquiavélica e
incluso criminal. Nada más lejano a la verdad.
En primer lugar, Smith no inventó la lógica del propio interés, como
parece creerlo Bonadona, sino que simplemente, dejando los prejuicios de
lado y adoptando una actitud científica, observó que una parte del
comportamiento humano se ajusta a la búsqueda del propio interés. De esa
observación sacó algunas deducciones. Decir que “lo que ocurre hoy es
la consecuencia de la lógica que inició Smith” como afirma Bonadona, es
análogo a decir que el hecho de que la tierra gire alrededor del sol es
culpa de Copérnico.
En segundo lugar Smith no justificó el comportamiento criminal, ni la anarquía.
Smith consideraba una actividad legítima del Estado el evitar y
castigar la actividad criminal de las mafias, los estafadores y los Al
Capones.
En tercer lugar Smith no postuló que todo el comportamiento humano se
ajusta a la búsqueda del propio interés. De hecho Smith escribió La teoría de los sentimientos morales,
donde analiza las causas que llevan a los seres humanos a preocuparse
por su prójimo, actuar correctamente, ser altruistas y benevolentes. Ahí
dijo que “No importa cuán egoísta supongamos que sea el hombre, posee
evidentemente unos principios en su naturaleza que hacen que se interese
por el bienestar de otros y que la felicidad de otros sea necesaria
para él, aunque no gane nada por ello”.
Smith donó gran parte de su fortuna en vida a instituciones de
caridad. Tampoco es posible concluir que Smith era ateo o que hacía de
la acumulación de riqueza una religión, al contrario creía que Dios es
quien pone en los seres humanos los sentimientos de empatía y
benevolencia que frenan nuestros impulsos egoístas. Cuando Bonadona
afirma que “Lo bueno, según el principio liberal, es que la persona haga
dinero impulsada por su propio beneficio y lo acumule. Lo malo es que
no aproveche cualquier oportunidad para hacerlo”, reduce el pensamiento
liberal a un mero algoritmo y demuestra su desconocimiento de la filosofía liberal
y del pensamiento de Adam Smith (desconocimiento evidente ya que ni
siquiera parafraseó correctamente la frase del cervecero y el
carnicero). Hablar por tanto de que en la concepción smithiana no existe
ni familia ni religión, ni prójimo por quien preocuparse, ni virtudes
humanas, solo el interés por acumular dinero es una tergiversación
vulgar de Adam Smith propia de alguien que no ha leído ni comprendido a
este filósofo del siglo XVIII.
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