por Michael van Notten
Hace casi diez años, la nación somalí abolió su gobierno central y se convirtió así en una nación sin estado. Como resultado, el pueblo somalí es hoy más pacífico y ha llegado a ser más próspero que antes. Este acontecimiento único en la historia política del mundo merece toda nuestra atención. Sobre todo ahora que por todas partes los pueblos piden una alternativa a la democracia. La democracia llegó a ser popular porque prometió menos impuestos y más libertad que la que existía bajo la monarquía. Pero no pudo cumplir su promesa; los impuestos se llevan hoy en promedio la mitad de la riqueza de cada uno sin darle mucho a cambio. Y sus regulaciones limitan seriamente la libertad y la productividad de los ciudadanos. Se estima que la gente produciría de 4 a 8 veces más abundancia sin esas regulaciones democráticas.Permítame, primero, contarle un poco de la historia política del pueblo somalí, una nación en el este de África cuya población actual es de unos 15 millones de personas. Esta nación habita un territorio semiárido del tamaño de Francia. Mide aproximadamente un millón de kilómetros cuadrados. Poco después de la construcción del canal de Suez en 1869, el territorio somalí fue invadido y ocupado por cuatro potencias coloniales: Gran Bretaña, Italia, Francia y Etiopía. Al final del período colonial, cada una de estas cuatro partes tuvo su propio gobierno central, manejado por los políticos locales, que fueron entrenados para ello por las potencias respectivas. En enero de 1991, los gobiernos centrales de la Somalia británica e italiana fueron desmantelados. Al mismo tiempo, cada una de las sesentaitantas tribus somalíes reafirmaron su independencia política. Los jefes de cada tribu asumieron la responsabilidad de mantener ley y el orden.
Esto, "ley y orden", no tiene nada en común con la democracia. Sería mejor describirlo como "un mercado libre para el suministro, la adjudicación y el cumplimiento y aplicación de la ley" ("a free market for the supply, adjudication and enforcement of law"). La ley somalí consiste en leyes consuetudinarias. Estas leyes existen en muchos países, pero solamente en Somalia son la ley suprema. Como uno puede imaginar, las leyes consuetudinarias son de dos clases, unas que oprimen a las personas, y otras que reconocen su derecho a la vida, a la libertad y a la prosperidad. En Somalia, la mayoría de estas leyes consuetudinarias son del segundo tipo. Exceptuando unas pocas reglas, las leyes somalíes reconocen a todo mundo su derecho a la propiedad privada, lo que incluye el principio del libre cambio. De esa manera, la ley consuetudinaria somalí es muy cercana a la ley natural. (Y por esto, para una mejor comprensión de la ley somalí, será útil entender más acerca de tal ley natural).
Ley natural
Antes de definir "ley natural" investigaremos qué significa el término "ley". La mayoría de los juristas piensan que la raíz etimológica de este término es la palabra romana lex, que significa "obligar" (to conscript) o "imponer". Pero el verdadero origen del término "ley" es la palabra germánica laeg, cuyo significado es "orden", "paz", o "relaciones amistosas". Su opuesto es orlaeg, que todavía sobrevive en la lengua holandesa, en la palabra oorlog, que significa "guerra" o "relaciones no amistosas". Así pues, la ley es un estado de paz y de relaciones amistosas entre los individuos. De hecho, así era originalmente: "ley" no tenía el significado que tiene hoy: mandato, regla, norma o declaración directiva, sino que, en lugar de eso, denotaba ese estado de paz y relaciones amistosas.
Ahora, el término "ley natural"' denota ese significado antiguo del término "ley". De hecho, la ley natural es algo que los pueblos han conocido desde tiempos inmemoriales, sin identificar su naturaleza exacta ni la razón por la cual debe respetarse. (En lo que sigue me ocuparé de estas dos cuestiones; para ello resumiré las enseñanzas de Frank van Dun, que enseña filosofía del derecho en las universidades de Gent y de Maastricht).
El concepto de ley natural fue desarrollado durante 2500 años por sabios y humanistas que observaban la gran variedad de sistemas políticos. Ellos se preguntaban: ¿cuál de todos podría ser llamado el orden natural de la humanidad? En su búsqueda, esos pensadores imaginaban un orden ideal, uno en el cual nadie pudiera ocultar por mucho tiempo su responsabilidad por lo que dijo, hizo o causó. Consecuentemente, no habría confusión en cuestiones como: quién le debe a quién, quién hizo o prometió hacer tal, quién participó voluntariamente y quién fue forzado o engañado, etcétera. Además, estos sabios imaginaban un orden en el que ninguna persona sufriera daños o perjuicios por causa de otros, y le fuera posible vivir su vida y disfrutar sus propiedades en un ambiente de paz y relaciones amistosas. Esas personas honrarían sus contratos y entregarían una total restitución o compensación cuando faltaran a este orden y causaran daño a otros.
Tal conjunto de características constituye, ciertamente, un orden -un orden atractivo-; pero ¿es el orden natural de la humanidad? Sólo podremos afirmarlo si las características de ese orden son hechos naturales, esto es, categorías objetivamente descubribles.
Hechos de la naturaleza
Exceptuando a los gemelos siameses, los seres humanos son seres diferenciados, seres separados entre sí. Esta 'separación' es ciertamente un hecho natural. Las diferencias entre las personas -en edad, talla, talento, así como sus capacidades para la acción, el lenguaje, el pensamiento y la comunicación racional- les fueron 'dadas' genéticamente por la naturaleza. Son, pues, hechos de la naturaleza. También esas capacidades lo son. Las personas necesitan ejercerlas para existir y sobrevivir como seres humanos. El ejercicio de esas capacidades les es tan fundamental para tener 'su lugar en el mundo', como lo es poseer un cuerpo físico. Este 'su lugar en el mundo' consiste en el espacio que coincide con su ser físico, con sus actividades y con el fruto de su trabajo. Por tanto, este 'su lugar' pertenece naturalmente a cada persona. De ahí su nombre, 'derecho natural'. Los filósofos se preguntan si realmente existe este derecho natural. Y afirman que, puesto que los seres humanos tienen capacidad para la acción, el habla y el pensamiento independientes, entonces pueden y deben actuar, hablar o pensar. Porque ¿cómo podría alguien negar el derecho a pensar, hablar o actuar? Sólo podría hacerlo mientras piensa, habla o actúa. Por consecuencia, afirman los filósofos, tal derecho no puede ser negado. Luego existe. Otros nombres para ese 'su lugar en el mundo' son "libertad" y "propiedad", que son, por ello, sinónimos del derecho natural.
Una persona puede aumentar su derecho natural ejercitando su capacidad para la acción, el lenguaje, el pensamiento y la comunicación, pero solamente en la medida en que respeta los derechos naturales de las otras personas. Si una persona aumenta su lugar en el mundo violando el lugar en el mundo de otras personas, el resultado de ello no es propiedad, sino robo o botín. Para encontrar los límites exactos del derecho natural de cada uno, debemos regresar al derecho a pensar, hablar, juzgar, elegir y actuar. Uno no puede hacer eso sin tener el dominio exclusivo de su propio cuerpo. Por lo tanto, este dominio sobre su propio cuerpo es parte de su derecho natural. Así también, cuando nos apropiamos de objetos que no pertenecen a otros, no violamos los derechos de nadie. Lo mismo cuando hacemos con otros hombres contratos voluntarios convenientes para ambas partes. Así pues, todo ello es también parte del derecho natural. Por último, cada uno tiene el derecho a defender sus derechos. Estos cinco derechos son los derechos fundamentales del ser humano, y de ellos deriva cualquier otro derecho natural. Ningún derecho natural puede existir fuera de ese marco.
El orden compatible con los derechos naturales se llama generalmente 'el orden natural de la humanidad'. Es un nombre apropiado, dado que los derechos naturales son acordes a los hechos de la naturaleza. De ese orden natural pueden derivarse principios o reglas de conducta destinadas a establecer y mantener tal orden. Tales reglas son las 'leyes naturales'. Pero su única finalidad es definir el concepto de derechos naturales y sus obligaciones correspondientes. Las leyes naturales nunca son órdenes.
A la luz de lo anterior, debe ser claro que en principio es posible dar una respuesta objetiva a cuestiones sobre los límites o violaciones del derecho natural de cualquier persona; para ello es suficiente con señalar hechos objetivos de la naturaleza, es decir, el cuerpo de una persona, su trabajo, sus logros.
Respeto a la ley
Habiendo definido los conceptos de ley natural y derecho natural, preguntemos por qué todo mundo debiera respetar esta ley y estos derechos. Esta cuestión surge en el contexto de la interacción humana, donde las personas enfrentan a otras. La respuesta llega a ser evidente cuando alguien afirma que no es necesario respetar esos derechos de otros, porque eso implica una contradicción dialéctica. Porque su argumento será como sigue: "Le respeto como persona; por tanto, voy a apelar a su razón y conocimiento para demostrarle que no debo respetarle como persona". Esta contradicción muestra que no hay manera de refutar la proposición de que la gente debe respetarse entre sí. Y si no puede de ser refutado, el argumento de que la gente debe respetarse tiene que ser verdad. Y ese respeto es exactamente aquello de lo cual habla todo el derecho natural. El derecho natural es el orden en el cual la gente puede argumentar racionalmente y puede cumplir sus compromisos.
Por tanto, si hemos de tomarnos en serio, no podemos escapar a la conclusión de que estamos obligados a respetarnos unos a otros. Esto significa que estamos relacionados unos con otros en la medida en que nos respetemos, y que tenemos el derecho a ser respetados por otros en tanto respetemos a esos otros. Y si alguno deja de respetar a los otros, está fuera de la ley y puede ser forzado por los otros a respetar sus derechos.
Derechos humanos
Vimos que el concepto del derecho natural implica el derecho al propio cuerpo y a sus posesiones y el derecho a actuar respetando el orden natural. La célebre fórmula de John Locke, "vida, libertad y propiedad", resume lo anterior. Tales derechos naturales no deben confundirse con los llamados 'derechos humanos' que aparecen en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, 1948. Dicha declaración autoriza a cualquier gobierno democrático a ordenar la vida, la libertad y la propiedad de toda persona según su propia estimación de lo que es factible y apropiado "de acuerdo a la organización y recursos de cada estado". Esto se funda en la creencia errónea de que los seres humanos tienen el 'derecho' a que sus necesidades y deseos sean satisfechos a expensas de los otros. Lo cual quiere decir que los seres humanos tienen el 'derecho' a no respetar a los otros. Como hemos visto, tal idea es absurda.
Critarquía (kritarchy)
Debe ser claro ahora que la 'ley natural', en el sentido de 'orden natural de los seres humanos', no es una cuestión de especulación ociosa, sino de hechos naturales. Esto conduce a la pregunta de si existe un sistema político que respete estos hechos. De hecho hay tal sistema. Se llama critarquía. Difiere de la democracia y de otros sistemas similares en que su gobierno no tiene poderes especiales. Se le niegan los mismos poderes, privilegios e inmunidades que también se niegan a los seres humanos. Eso significa que las fuerzas policíacas de la critarquía no pueden utilizar legalmente sus armas y poderes coercitivos, a no ser para mantener los derechos naturales. A diferencia de lo que ocurre en una democracia, las cortes y los policías de una critarquía no son parte de un monopolio coercitivo. En una critarquía, toda persona puede legalmente ofrecer servicios judiciales y policiacos a otros que así lo quieran; nadie puede ser forzado u obligado a ser un cliente de alguna corte de la ley o de alguna fuerza policiaca.
Una critarquía no tiene sujetos y reglas. Carece de un gobierno en el sentido moderno de la palabra, esto es, de una organización con poderes coercitivos que exige obediencia a todos los que habiten su reino. Gobernar y gravar con impuestos a la gente no son funciones del sistema político de la critarquía. Las personas son libres para dirigir sus propios asuntos, individualmente o en asociación con otras. La libertad es la ley fundamental de una critarquía.
La palabra 'critarquía', mencionada en varios diccionarios bien conocidos, se compone de los términos griegos kriteis (juez), o de krito (juzgar), y de archeh (principio, causa). Fue acuñada en 1844 por el autor inglés Robert Southy. Por su construcción, critarquía se asemeja a términos como monarquía, oligarquía y jerarquía. Según sus raíces etimológicas, critarquía es el sistema político en el cual los jueces, o sus juicios, son el principio directivo. Similarmente, una monarquía es el sistema en el cual una persona es el principio directivo o la primera causa de cada acción legal. En una oligarquía, unas pocas personas, actuando en concierto pero sin una jerarquía fija entre ellos, son la fuente de todas las acciones humanas. Esta oligarquía es lo que tenemos en una democracia moderna. Los miembros de un parlamento democrático tienen igual rango y sus decisiones en común obligan a todos los ciudadanos. A diferencia de las monarquías u oligarquías, las critarquías no establecen reglas políticas. Los jueces de una critarquía no legislan, sino que encuentran caminos o medios para resolver conflictos y disputas de manera compatible con el orden natural de seres humanos. Se asume que este orden está dado objetivamente (consiste en gente que respeta el espacio de los otros), y no es algo que corresponda a, o satisfaga, los deseos o ideales que los jueces pudieran tener.
En contraste con otros sistemas políticos, los jueces en una critarquía no tienen sujetos o personas sometidas. No tienen actores o fiscales que arrastren a la gente ante sus tribunales. No pueden 'escoger' sus asuntos o sujetos. En lugar de eso, son 'escogidos' por aquellas personas que desean resolver sus conflictos y disputas mediante las decisiones judiciales de estos jueces. La característica distintiva de una critarquía es ser un sistema político sin reglas políticas. Sus jueces no gozan de privilegios o poderes especiales. No gobiernan a las personas. Su única ocupación es proteger el orden voluntario, el orden natural de los seres humanos.
Hay muchos ejemplos históricos, algunos recientes, de critarquías o de cuasi-critarquías. También se ha intentado utilizar las constituciones (como la Carta Magna o la Declaración de Derechos en Inglaterra, las enmiendas a la constitución original de Norteamérica, o la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y el Ciudadano) para introducir elementos de critarquía como frenos a los poderes de gobiernos opresivos.
Al final del segundo milenio antes de Cristo, los judíos vivían en un sistema descrito en el libro bíblico de Jueces. Sus 'jueces' no lo eran en el sentido técnico de los sistemas legales modernos, sino más bien eran hombres respetados que actuaban como líderes o consejeros, sin tener poder coercitivo o poder para imponer contribuciones. Otras critarquías existieron entre los pueblos celtas y germánicos antes y durante su confrontación con el imperialismo romano. Hubo una critarquía firmemente establecida en Islandia, Irlanda y Frisia medievales. En la primera mitad del siglo XIX, los colonos europeos en el medio y lejano oeste norteamericanos desarrollaron su propia critarquía. En África y Asia las sociedades tribales continúan hasta el presente adhiriéndose a formas de critarquía, cuando no se sumergen en las estructuras gubernamentales impuestas por las colonias europeas o por los políticos nativos.
Aunque estos ejemplos históricos pueden sugerir que la critarquía es un sistema primitivo, hay que tener en mente que la mayoría de ellas han caído víctimas de jefes militares. Frecuentemente estos jefes transformaban las estructuras temporales de la guerra en aparatos permanentes de control político. Y organizaban el aparato de tal manera que sus sometidos no pudieran abolirlos, pudiendo sólo elegir entre los varios tipos de control político. Los partidarios de la critarquía han sido siempre conscientes del carácter artificial y destructivo de los sistemas políticos alternos. El hecho de que una critarquía se pierda y sea reemplazada por un sistema destructivo no la convierte en algo primitivo. Puede pasar que una economía progrese a pesar del sistema político. El progreso económico puede coincidir con el retroceso político.
Defectos de la democracia
Cada vez más la gente se queja de los resultados de la democracia. El problema es que muchos piensan que la democracia es en sí mismo un sistema legal y que sus resultados se perfeccionarán tan pronto se remedien sus defectos. Sin embargo, su defecto principal es que permite que algunos hombres gobiernen a todos los demás sin tomarles parecer. No hay autoridad en una democracia que escuche a las personas cuyos derechos naturales han sido violados. Los gobiernos democráticos monopolizan la policía y el aparato judicial precisamente porque desean impedir que los derechos naturales sean invocadas en contra suya.
En una democracia, los funcionarios del gobierno son investidos con poderes que se niegan a las mismas personas que les otorgaron tales poderes. En un mundo natural, eso no es posible. La democracia intenta 'justificar' su monopolio creando una ficción, creando personas artificiales llamadas 'ciudadanos', y derechos artificiales llamados 'derechos humanos'. Se sostiene que tales 'derechos' son de naturaleza conflictiva. Esto puede leerse en el Artículo 29 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y debido a esta naturaleza conflictiva, los gobiernos democráticos se dan a sí mismo poderes especiales para restringir tales 'derechos'. Es así como los gobiernos democráticos pasan por alto y niegan la ley natural: introduciendo un nuevo concepto de la ley, uno que hace aparecer a la democracia como legal.
Una mirada a Somalia
El sistema político somalí no impone reglas políticas a los somalíes. Por tanto, parece una critarquía. Sin embargo, el sistema legal somalí muestra algunas desviaciones respecto del derecho natural. Por lo que el orden actual en Somalia debiera calificarse como algo próximo a una critarquía. Varias cuestiones se presentan: Cómo se llegó a ello, qué problemas surgieron, qué soluciones hay y qué se ha alcanzado hasta el momento.
1. La decisión
Ante todo, ¿quién tomó en Somalia la decisión de abolir el gobierno central? No fue el gobierno, por supuesto. Tampoco fue un parlamento o mediante un referéndum. Nada de eso; simplemente sucedió, y pudo suceder porque había consenso popular. Este consenso empezó en 1978, cuando el gobierno central somalí emprendió, y perdió, una guerra contra la vecina Etiopía. Desde entonces, el pueblo somalí estuvo listo para regresar a su sistema político anterior, la critarquía. Esto fue posible 13 años más tarde, cuando el pueblo expulsó y se deshizo de su dictador. Por un mero golpe de suerte, ninguno de los dos candidatos que podrían sucederlo estaba dispuesto a dar ventajas al otro. Fue un impasse similar al que se dio ese mismo año en Moscú, entre Yeltshin y Gorbatchov.
Como resultado de este limbo en Somalia, los empleados del gobierno no recibieron más pago. De cualquier modo el pueblo los consideraba criminales, y fueron expulsados, igual que el dictador. Después de ello, la población desmanteló todos los edificios del gobierno, incluyendo las fábricas. Esto en parte fue obra de bandas de bandidos, pero también se debió a un esfuerzo deliberado por evitar que los políticos retornaran al gobierno central.
2. Disturbios
No todos los resultados de este cambio a un nuevo sistema político fueron positivos. Como en la Unión Soviética, el cambio permitió que el banditismo actuara con impunidad. Los generales y coroneles se aliaron a políticos y soldados e intentaron reestablecer los monopolios gubernamentales pueblo por pueblo. Crearon impuestos, e incluso algunos de ellos establecieron relaciones cuasidiplomáticas con gobiernos extranjeros.
3. Problemas
Mientras tanto, los líderes del nuevo sistema político somalí tuvieron que encarar algunos problemas difíciles:
3,1En las áreas urbanas, donde está la mayoría de los negocios modernos, los leyes consuetudinarias fueron reemplazadas por leyes estatutarias. Por ello, las leyes consuetudinarias, que habían continuado existiendo en el medio rural, no han podido desarrollarse en consonancia con los requisitos de la economía global. Y las tribus, que antes de la independencia eran principalmente vehículos para proteger la ley consuetudinaria, han llegado a ser ahora grupos de presión política.
3,2Muchos somalíes ya acostumbrados al sistema legal de la República de Somalia están ahora poco dispuestos a someterse otra vez a los leyes e instituciones consuetudinarias.
3,3Los reporteros extranjeros llenan los periódicos con historias de horror para hacer valer su muy personal opinión de que una nación sin el monopolio gubernamental es una nación condenada a muerte. Estas historias de horror desalientan a los inversionistas extranjeros.
3,4Los intelectuales somalíes están escribiendo libros y artículos en los cuales presentan el gobierno tribal como arcaico y proponen reestablecer el monopolio gubernamental.
3,5Los fundamentalistas musulmanes somalíes promueven la idea de sustituir el sistema tribal por una teocracia. Ocasionalmente, sus militantes emprenden pequeñas guerras contra lo que conciben como obstáculos para tal fin.
3,6Los Naciones Unidas invadieron Somalia con un ejército multinacional de 30,000 hombres, para reestablecer una democracia. Además, lanzaron una campaña diplomática para reclutar a todos los políticos anteriores, con el fin de reestablecer el monopolio gubernamental en toda la nación. A la vez, entrenaron a miles de somalíes para emplearlos en tal gobierno, y están estableciendo centros de discusión en los pueblos para dirigir a la gente hacia la democracia.
3,7Por ultimo, hay muchas localidades donde los políticos han confiscado la tierra de las tribus y la han entregado a sus partidarios leales. Las tribus están ahora reposesionándose de esas tierras.
4. Soluciones
La mejor manera de consolidar el actual sistema de ley y orden de los somalíes es exponerlo y enfrentarlo al tráfico y bullicio (hustle-bustle) de la vida cotidiana. Su sistema legal es de tal manera que puede adaptarse a las circunstancias cambiantes. A más gente se inserte en ese tráfico, más pronto la ley se adaptará a los requisitos de la moderna sociedad de libre mercado. Esta adaptación de la ley puede acelerarse de dos maneras. Una es publicando libros acerca de la ley somalí y estableciendo centros de documentación para la jurisprudencia. De esta manera, los leyes de las sesentaitantas tribus somalíes se combinarán gradualmente en un solo cuerpo de reglas para todos los somalíes. La otra manera es establecer puertos libres para inversionistas foráneos. Eso aumentará la interacción entre hombres de negocios locales y extranjeros, y provocará una fertilización mutua de diferentes éticas, leyes y métodos de negocios. De hecho, dos tribus han dado ya este paso y han creado puertos libres, el Majerteen en Bosaaso, y el Samaron en Awdal.
5. Resultados positivos
Han pasado casi diez años desde que los somalíes cambiaron su sistema político. La paz se ha establecido en la mayor parte del país y la prosperidad crece lenta pero firmemente. Esta paz se ha conseguido sosteniendo la ley consuetudinaria somalí. Conviene analizar esta ley con algún detalle.
Las cinco principales características de la ley somalí son:
--- No castigo para los crímenes; solamente restitución o compensación.
--- No fiscales públicos, no crímenes sin víctimas.
--- Las multas son limitadas y deben pagarse a la víctima o a su familia.
--- Toda persona está asegurada por sus obligaciones o responsabilidades (liabilites) ante la ley.
--- Los jueces son elegidos por los litigantes, no por 'la sociedad'.
5.1 Restitución y compensación en lugar de castigo.
Los somalíes saben que el castigo no funciona. Saben que las democracias imponen multas y prisión a los criminales. Pero el castigo no anula la violencia original perpretada contra la víctima. Sólo añade más violencia a la violencia total que se comete en el mundo. En segundo lugar, tales castigos raramente disuaden a la gente de seguir cometiendo crímenes. Si así fuera, hoy mismo tendríamos un mundo sin crimen. En tercer lugar, como es bien sabido, las cárceles son lugares donde la gente aprende a cometer más crímenes. Y el enorme costo de mantener las prisiones es pagado por los contribuyentes, no por los criminales. Por tanto, es muy razonable que la ley somalí sólo exija a los criminales que restituyan los derechos que han violado. Si la restitución es imposible, los criminales tendrán que ofrecer compensación.
5.2 Definiendo el crimen.
En una democracia, casi cualquier conducta es susceptible de ser declarada crimen. Puede ser un crimen fumar algo más fuerte que Marlboro, o leer algo más picante que Playboy, o criticar al gobierno, o emplear una moneda no autorizada, o evadir el reclutamiento militar, etcétera. Las democracias 'justifican' esta plétora de prohibiciones llamando a eso 'crímenes contra la sociedad', aun cuando no hay víctimas reales. Por otra parte, hay democracias que cierran los ojos cuando las mujeres son raptadas o golpeadas, o cuando la policía detiene y tortura inocentes. Todas esas prohibiciones e inmunidades son autorizadas por la legislatura. Por tanto, es muy razonable que los somalíes no quieran emplear legisladores y fiscales públicos. Bajo la ley somalí, sólo la víctima, o su familia, puede iniciar al procedimiento criminal. No existe el crimen cuando no han sido violados los derechos naturales de nadie.
5.3 Las multas, para la víctima.
En una democracia, el gobierno puede imponer casi cualquier tipo de multas, y puede determinar que esas multas deben pagarse al gobierno. Ello le genera un ingreso considerable. Lo cual, a su vez, es un incentivo para promulgar más y nuevos crímenes e incrementar las multas lo más posible. Por tanto, es muy razonable que la ley somalí estipule que las multas -impuestas por la violación intencional de los derechos de alguien- deben ser limitadas por el valor de aquello que fue destruido, y que deben ser pagadas a la víctima, no a la corte ni a la tribu como un todo.
5.4 Seguro.
En una democracia, nadie está obligado a tomar un seguro para sí mismo. Por lo cual hay un gran número de personas que nada tienen que perder si cometen un crimen, a no ser la posibilidad de pasar algún tiempo en prisión. Ciertamente, esta situación es un incentivo para cometer crímenes. Por tanto, es muy razonable que los somalíes exijan que toda persona tenga un seguro y un representante permanente, es decir, alguien que actuará en su nombre si la persona comete un crimen o es víctima de uno.
5.5 Jueces.
En una democracia, los tribunales de justicia son establecidos por el gobierno y los jueces son pagados por él.. Con ello se asegura que esos tribunales no aceptarán ninguna queja o defensa que se funde en derechos naturales. Consecuentemente, el gobierno puede promulgar casi cualquier regla que infrinja estos derechos. Por tanto, es muy razonable que la ley somalí estipule que los tribunales deben aplicar solamente aquellas reglas que la población ha admitido voluntariamente como consuetudinarias.
Este sistema de ley ha producido la paz entre los somalíes y ha posibilitado el retorno a la prosperidad. Pero eso no es todo. Lo ha hecho a casi ningún costo para la nación, y lo ha logrado sin impuestos. Los jueces y los policías de Somalia hacen su trabajo sin remuneración y por tiempo parcial. Se considera un gran honor ser un juez. De hecho, en una critarquía los mejores hombres intentar estar en la cima del sistema, mientras que en las democracias...
Otra virtud del sistema somalí es que es bastante inmune contra la manipulación política. No hay leyes que sirvan primariamente a los interesas particulares de grupos de presión. Así también, la ley somalí tiende a ser acorde con los valores creídos por la población entera, porque ha sido construida para adaptarse a dichos valores.
Hay varias características de la ley somalí que no son compatibles con la ley natural. No las mencionaremos, sin embargo. Lo que nos interesa es saber cómo los somalíes lograron -en un tiempo relativamente corto- un cambio completo en su sistema de gobierno. La respuesta es que su nuevo sistema es de hecho su viejo sistema. Ciertamente, en las áreas rurales, que son probablemente 90 por ciento del país, la ley consuetudinaria ha gobernado, y los tribunales de ley consuetudinaria jamás dejaron de operar. A este respecto, la situación en Somalia se asemeja a la de Norteamérica en 1776. La revolución americana nunca fue una revolución. Más bien fue un esfuerzo de los colonos por preservar la libertad que habían gozado durante los 150 años precedentes. De igual modo, la preocupación principal de los somalíes desde el fin de la dictadura no fue innovar, sino preservar su sistema indígena de gobierno.
Lecciones a aprender
La experiencia en Somalia muestra que hay un sistema político mejor que la democracia. Se llama critarquía, y parece ser viable y de aplicación universal. Los somalíes han mostrado cómo efectuar el cambio hacia ese nuevo sistema, a pesar de los esfuerzos masivos de la ONU para reestablecer la democracia en Somalia.
La principal lección a aprender es, probablemente, que las democracias nunca accederán ni se apresurarán a abandonar tal sistema. En lugar de eso, resistirán hasta que el sistema se colapse. Es bien sabido que cuando un dictador emerge en una democracia, pero no intenta conquistar otros países, las democracias del mundo serán pacientes. No harán nada; sólo esperarán el día en que los ciudadanos del país reúnan el poder suficiente para volver a la democracia. Pero si una nación desea intentar la critarquía, no les parece demasiado alto el costo de intervenir para reestablecer la democracia.
Así, todos aquellos pueblos que desean el cambio hacia la critarquía en su país deberán prepararse para el día en que la democracia no tenga más ni el apoyo popular ni el dinero. En ese momento, la política se dirigirá o hacia la dictadura o hacia la critarquía. Para ese momento la experiencia somalí podrá ofrecer alguna guía. Como hemos visto, los somalíes pudieron cambiar hacia la critarquía por tres razones: Primero, había el consenso en todo el país para abolir el sistema de gobierno central. Segundo, los 'operarios' de la critarquía estaban en el escenario y listos para poner en práctica su sistema. Y, por último, los gobiernos democráticos del mundo estaban mal organizados para el esfuerzo conjunto de invadir Somalia.
Para que la critarquía prevalezca, es en verdad necesario que sus 'operarios' asumen sus responsabilidades y formen la nueva supra-estructura del país. ¿Quiénes son estos operarios? No solamente los jueces y policías privados, sino también, y principalmente, las compañías de seguros. En una critarquía, todo mundo está asegurado por sus obligaciones y responsabilidades (liabilites). Aquellos que no tengan seguro encontrarán casi imposible hacer negocios o encontrar empleo; serán tratados como ilegales. Violar las leyes puede implicar primas de seguro muy altas para el perpretador. Eso constituye un aliciente muy fuerte para respetar los derechos naturales de la gente. Por sí mismas, las compañías de seguros juegan un papel muy importante en la prevención de crímenes. A menos crímenes, menos tendrán que pagar a sus clientes. Es muy alentador ver cómo en Europa y los Estados Unidos hay un gran incremento en el número de compañías privadas que ofrecen servicios judicial y policiacos. Además, las aseguradoras cada vez amplían más sus coberturas. En vista del cada vez mayor descontento con la democracia, no es exagerado decir que la tendencia hacia la critarquía ha comenzado ya. La experiencia somalí muestra cuán importante es que los operarios estén preparados. Sin las leyes e instituciones tradicionales listas para asumir el control del estado, la nación somalí habría caído en el caos. Y entonces la ONU habría tenido éxito en reinstalar la democracia entre los somalíes.
Además de jueces, policías y compañías de seguros, la critarquía dependerá de empresarios expertos que provean infraestructura tal como caminos, transportes, comunicaciones, educación, etc. A estos empresarios se les encuentra en compañías y universidades que proveen ya estos servicios en el mercado libre. Cuanto más rápidamente crezcan y se extiendan estas compañías y universidades, más fácil será el cambio hacia la critarquía. Por último, está la cuestión del consenso popular en favor de la critarquía. En alguna medida, tal consenso dependerá de la presencia de formadores de opinión (opinion makers). Pero la experiencia somalí muestra que será muy útil que el gobierno democrático cometa uno o dos errores grandes. Mucha gente elegirá la critarquía no tanto por sus muchas virtudes, sino porque pensará que tendrá menos vicios que los sistemas políticos actuales. Luego de las experiencias amargas, todos sabemos sobre el eterno péndulo entre la democracia y la dictadura.
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