Dios, las mujeres y el Estado niñera
Si algo resulta del plan del Presidente
Obama para obligar a los empleadores, incluidas las organizaciones
basadas en la fe, a proveer a los empleados una cobertura gratuita para
la prevención y terminación del embarazo, esperemos que sea la
constatación de que el gobierno no es una fuerza benévola y piadosa,
sino una amenaza potencial tanto para la libertad religiosa como
personal.
Es altamente improbable que la Ley de
Asistencia Asequible y Protección al Paciente—mejor conocida hoy día
como Obamacare—hubiese sido aprobada sin el apoyo de líderes de la
iglesia de todo el espectro político y religioso.
Predicando la “justicia social”,
pastores y sacerdotes, rabinos y ministros, apoyaron activamente las
disposiciones sobre la atención médica universal.
En el auge del debate, el presidente
incluso participó de conferencias telefónicas con los líderes
religiosos, organizadas por el Centro para asociaciones basadas en
credos y barrios (CFBNP en inglés) del Departamento de Salud y Servicios
Humanos, instando a los clérigos a predicar desde sus púlpitos a favor
de la sanción de la Obamacare, y ofreciéndoles propaganda de apoyo para
distribuir entre sus feligreses.
Imaginen la sorpresa de algunos de estos
mismos líderes religiosos cuando la benévola legislación que se les
pidió que apoyasen como una “iniciativa basada en la fe” se volvió
contra su fe.
El supuesto compromiso de “ajuste” de la
propuesta del presidente—ordenando que las compañías de seguros
afronten los gastos de proveer una prevención y terminación del embarazo
gratuita, en lugar de los empleadores—no es menos objetable, dado que
las grandes instituciones religiosas, como la mayoría de las grandes
empresas, se auto-aseguran. Esto hace que la iglesia, en efecto, sea
tanto empleadora como compañía de seguros.
Tal vez los líderes de la iglesia ahora
se despierten a la locura de haber superpuesto a “Dios y la patria” en
sus ministerios, de enviar a los soldados a luchar por causas
“piadosas”, a los desayunos de oración mostrando a políticos y líderes
religiosos cabildeando a favor de la legislación y a la adopción de
posiciones políticas que pueden ser un anatema para la iglesia.
Como ha demostrado el sociólogo Rodney Stark,
co-director del Institute for Studies of Religion de la Baylor
University (una institución bautista privada), la historia exhibe varias
cicatrices originadas en la continua tensión entre la “iglesia de la
piedad” y la “iglesia del poder”.
Desde los sacrificios humanos de los
templos mayas, pensados para intimidar a los enemigos del imperio y
paralizarlos de miedo, al “patriótico” apoyo a Hitler de la iglesia
alemana monopolio del Estado, cuando la iglesia se alía con el
gobernante, la iglesia lleva las de perder.
Los líderes religiosos estadounidenses
deberían aprender una lección de la historia y de su experiencia actual y
renunciar a esta alianza impía.
Y dejemos que tanto las mujeres como la
iglesia se enfrenten al poder y lideren el renacimiento de una sociedad
civil consistente con la ley natural, en la que los derechos sean
concedidos no por Washington, sino por Dios.
La Casa Blanca de Obama ha cruzado
claramente la línea. Cuando Washington posee la autoridad para ordenar
la planificación familiar, ¿los planes familiares de quién sancionarán
los burócratas, y los de quién negarán?
Las mujeres estadounidenses deberíamos
estar horrorizadas por esta norma, pararnos en seco y gritar: “¡No!” No,
nosotras no queremos a nuestros empleadores o burócratas federales en
el consultorio de nuestros médicos: no somos chiquillas dependientes que
deben ser guiadas por nuestros “mayores y mejores” en cómo cuidamos de
nuestros cuerpos.
Podemos ser plenamente conscientes al
tomar las decisiones sobre el cuidado de nuestra propia salud y la
reproducción. Y para aquellas de nuestras hermanas que precisan ayuda
para enfrentar los desafíos de la vida y lidiar con sus riesgos y
consecuencias, podemos proporcionar la asistencia apropiada que no
requiere del apoderamiento de las decisiones en materia de salud de cada
mujer por parte de Washington.
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